Cicatrices Que Nos Unen

Capítulo 16: Revelaciones inesperadas.

Dereck había estado observando toda la escena desde su auto. No quiso interferir porque sabía que lo que estaba pasando entre Miranda y Mateo era un asunto que ellos debían resolverlo solos. Sin embargo, después de unos segundos de ver a Mateo irse de la casa de Miranda con el rostro desencajado, decidió que no podía quedarse de brazos cruzados. Bajó del auto y se acercó a la puerta de la casa de su amiga. Tocó suavemente, esperando que ella respondiera.

Desde adentro, Miranda gritó: —¡Ya te dije que te fueras, Mateo! ¡No quiero verte!

—No soy Mateo —respondió Dereck, con calma—. Soy yo. ¿Podemos hablar?

La puerta se abrió de inmediato, y Miranda, con los ojos llenos de lágrimas, se arrojó a sus brazos. Dereck quedó paralizado por unos segundos. Nunca habían tenido ese tipo de cercanía física, y la acción lo tomó por sorpresa. Pero rápidamente reaccionó, envolviéndola en un abrazo firme y reconfortante. Le acarició la espalda mientras le susurraba al oído: —Todo va a estar bien. Llora todo lo que necesites.

Miranda siguió sollozando, sintiendo que el abrazo de Dereck era el único consuelo que podía encontrar en ese momento. Después de unos minutos, logró calmarse un poco y se separó de él, secándose las lágrimas con el dorso de la mano.

—Gracias —murmuró, con voz temblorosa.

Dereck asintió, mirándola con preocupación. —Escuché los gritos durante la discusión con Mateo. Me enteré de todo. Pero, Miranda, debes entender que él estaba entre la espada y la pared. Tanto tú como Gael son sus amigos.

Miranda lo interrumpió, con un tono de voz que mezclaba tristeza y enojo. —¡Nunca fue mi amigo! Si lo hubiera sido, me habría contado la verdad desde el principio. ¡Me mintió todos estos años!

Dereck suspiró, tratando de mantener la calma. —Miranda, si te hubiera contado la verdad, ¿qué habrías hecho? ¿Te habrías quedado esperando a que Gael volviera? Eso solo te habría mantenido en una falsa esperanza. No podías quedarte como la loca del muelle de San Blas, esperando a alguien que tal vez nunca regresaría.

Miranda lo miró, sorprendida por sus palabras. —¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, con voz temblorosa.

Dereck la miró directamente a los ojos. —Quiero decir que eres demasiado bonita, demasiado especial, para quedarte atrapada en el pasado. Mereces algo mejor, Miranda. Alguien que te valore y no te deje esperando.

En ese momento, Dereck sintió un brinco extraño en su corazón, como si algo dentro de él hubiera cambiado. Se tranquilizó rápidamente, atribuyendo la sensación a las emociones intensas del momento. Pero en el fondo, sabía que algo más estaba pasando.

—Mejor pasemos adentro —dijo Miranda, notando que algunos vecinos los estaban mirando con curiosidad—. No quiero que la gente siga viéndonos así.

Dereck asintió y entró a la casa. Se sentaron en el sofá, y Miranda comenzó a contarle todo desde el principio: el mensaje de Mateo pidiéndole que fuera a su casa, la sorpresa de ver a Gael allí, la discusión, las explicaciones de Gael, y finalmente, el beso.

Dereck escuchó en silencio, pero cuando Miranda mencionó el beso, su expresión cambió. Se puso de pie de golpe, pasándose las manos por el cabello, claramente molesto.

—¿Cómo se atrevió? —dijo, con voz llena de furia—. ¿Después de todo este tiempo, viene y te besa? ¿Con qué autoridad?

Miranda lo miró, confundida por su reacción. —Dereck, ¿estás bien? —preguntó, con preocupación.

Él asintió, tratando de calmarse. —Sí, solo estoy... molesto. No puedo creer que haya hecho eso.

Pero en su mente, una voz interna le preguntó: ¿Estás celoso? Dereck negó la idea rápidamente. ¿Cómo iba a estar celoso? Él y Miranda solo eran amigos. Sin embargo, ese sentimiento incómodo que lo invadía no era solo rabia por ver cómo le destrozaban el corazón a su amiga. Era algo más profundo, algo que no podía explicar.

Miranda lo observó, todavía desconcertada. —Dereck, ¿de verdad estás bien? —preguntó de nuevo.

Él asintió, tratando de sonreír. —Sí, solo necesito un momento. Voy a comprar algo de chocolate. Ya sabes, nuestra terapia.

Miranda sonrió débilmente. —Vamos a tener que solucionar eso de comer tanto chocolate. Me voy a poner gorda y fea.

Dereck negó con la cabeza, mirándola directamente a los ojos. —Eres la chica más linda que conozco, Miranda. Nunca podrías ser fea.

Sus palabras resonaron en el aire, y ambos sintieron que algo había cambiado entre ellos. Dereck salió de la casa, todavía aturdido por sus propios sentimientos. Al entrar en su auto, se preguntó cómo no se había dado cuenta antes. ¿Cómo no había visto lo que sentía por Miranda hasta ese momento?

Miranda, por su parte, se quedó en la puerta, viendo, le gritó: —¿Se te olvidó algo?

Él negó con la cabeza, todavía procesando todo. —¡Ya regreso! ¡No vayas a ningún lado! —gritó desde el auto.

Miranda sonrió, aunque todavía sentía el peso de todo lo que había pasado. Sabía que Dereck estaba preocupado por ella, pero también notó que algo en él había cambiado. No sabía qué era, pero estaba segura de que, pase lo que pase, él estaría ahí para apoyarla.

Dereck, mientras manejaba, seguía pensando en lo que había sucedido. Sabía que no podía abrumar a Miranda con sus propios sentimientos, especialmente ahora que ella estaba pasando por tanto. Pero también sabía que no podía seguir ignorando lo que sentía. Era un descubrimiento inesperado, pero uno que no podía dejar de lado. Por ahora, lo único que podía hacer era estar ahí para ella, como siempre lo había estado. El resto, tendría que esperar.




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