Capítulo 31: Una cena inolvidable.
Miranda recibió un mensaje de Dereck: ¿Te gustaría venir a mi casa esta noche? Podemos ver una película o simplemente pasar el rato.
Miranda sonrió al leerlo y respondió: Me encantaría. ¿A qué hora?
Dereck respondió rápidamente: A las 7. Te prepararé algo de cenar.
Miranda, sorprendida, le escribió: ¿Y tú cocinas?
Dereck le respondió con un toque de misterio: Ya verás.
Miranda sintió cómo su corazón latía más rápido al pensar en la cita con Dereck. La espera por la hora de la salida la tenía ansiosa. Beca, que estaba trabajando junto a ella, notó que su amiga estaba nerviosa y le preguntó:
—¿Te pasa algo? Pareces distraída.
Miranda le dijo: —No es nada, solo que Dereck me invitó a cenar y me siento un poco extraña.
Beca levantó una ceja, intrigada. —¿Extraña? No es la primera vez que te invita a comer.
—Sí, pero esta vez es diferente —respondió Miranda—. Vamos a cenar en su casa. Él se ofreció a cocinar.
Beca casi se ahoga con el sorbo de café que estaba tomando. —¿Dereck? ¿Cocinar? ¡No lo puedo creer! A ese chico se le quema hasta el agua.
Miranda la miró con reproche. —No seas mala.
Beca se rió. —Con razón estas nerviosa. No sabes con qué te vas a encontrar.
Miranda la miró feo, y Beca, riéndose, se fue a seguir atendiendo las mesas. Ambas terminaron sus turnos y cada una se dirigió a su casa.
Eran las 7 en punto cuando Dereck escuchó el timbre de su puerta. Al abrir, encontró a Miranda en el umbral, con una sonrisa tímida pero radiante.
—Hola —dijo Dereck, dándole un beso casto en la mejilla—. Pasa, ponte cómoda. La cena está casi lista.
Miranda entró y quedó sorprendida al ver el ambiente que Dereck había preparado. La sala estaba decorada con luces tenues y velas que creaban un ambiente cálido y romántico. En la mesa, un mantel sencillo pero elegante, con platos y cubiertos dispuestos con cuidado. Había un ramo de flores frescas en el centro, y la música suave de fondo completaba la escena.
—¡Wow! —dijo Miranda, mirando alrededor—. Esto es... increíble.
Dereck sonrió, sintiéndose un poco nervioso pero orgulloso. —Espero que te guste.
Se acercó con dos platos en las manos. En ellos, había una ensalada fresca con queso de cabra y nueces, seguida de un plato principal de pasta al pesto con camarones, decorado con unas hojas de albahaca. Todo parecía sacado de un restaurante de alta cocina.
—Dereck, esto se ve... impresionante —dijo Miranda, sin poder ocultar su asombro.
Él le abrió la silla para que se sentara, y luego hizo lo mismo para sí mismo. —Espero que te guste —repitió, con una sonrisa tímida.
Miranda tomó el primer bocado y sus ojos se iluminaron. —Esto está delicioso.
Dereck se relajó, aliviado de que su esfuerzo hubiera valido la pena. —Gracias. Pasé todo el día de ayer aprendiendo a hacer esto. No soy exactamente un chef, pero quería sorprenderte.
Miranda recordó lo que Beca le había dicho y no pudo evitar reírse. —Beca me dijo que no cocinabas.
—Es cierto —admitió Dereck, riendo—. Pero quería hacer algo especial para ti.
Miranda lo miró con admiración. —Lo lograste. Esto es increíble.
Luego de cenar, Dereck le propuso ver una película. Miranda asintió, y se sentaron juntos en el sofá, aunque con cierta distancia entre ellos. Dereck no quería incomodarla, pero Miranda fue la que tomó el primer paso, acercándose y apoyando su cabeza en su pecho.
Dereck sintió que el mundo se detenía por un momento. Su corazón latía con fuerza, pero trató de mantener la calma. Pasaron la película en silencio, disfrutando de la cercanía del otro.
Cuando la película terminó, Miranda se sentó y le dijo: —Me gustaría conocer todas las facetas que tienes.
Dereck la miró, sorprendido. —No hay mucho que mostrar. Tú ya me conoces.
—No es así —dijo Miranda, sonriendo—. Por ejemplo, nunca supe que podías cocinar así.
Dereck se rió. —Solo quería hacer algo lindo para ti.
Miranda, emocionada, se acercó y lo besó. El beso, que al principio era tierno, fue subiendo de intensidad poco a poco. Dereck la abrazó, sintiendo que todo en ese momento era perfecto.
Después de unos minutos, Dereck se separó suavemente. —Debería llevarte a casa. Mañana tienes que trabajar.
Miranda asintió, aunque con cierta reticencia. —Tienes razón.
Dereck acompañó a Miranda a su casa. Al llegar a la puerta, le dio un beso de despedida, tierno pero lleno de significado.
—Buenas noches —dijo Dereck, sonriendo.
—Buenas noches —respondió Miranda, entrando a su casa con el corazón lleno de alegría.
Sin embargo, lo que ninguno de los dos sabía era que alguien los estaba observando desde la distancia,,. Gael, con una expresión difícil de leer, los vio desde la esquina de la calle. Su rostro era una mezcla de tristeza, rabia y algo más que no podía definir. Había decidido hacer un último intento por recuperar a Miranda. Esa noche, había ido hasta su casa acompañado de un ramo de flores, con la esperanza de que ella lo recibiera y le diera una oportunidad para hablar, para explicarse, para intentar enmendar todo lo que había roto entre ellos.
Pero al llegar, se encontró con las luces de su habitación apagadas. Decidió esperar, pensando que tal vez estaba en casa de algún amigo o que pronto regresaría. Sin embargo, lo que no esperaba era verla llegar en el auto de Dereck.
La escena que presenció le destrozó el corazón. Vio cómo Dereck la acompañaba hasta la puerta, cómo le daba un beso de despedida en los labios y ella lo aceptaba y devolvía. Vio la sonrisa en el rostro de Miranda, una sonrisa que él ya no provocaba. En ese momento, Gael supo que la había perdido, y todo por su culpa.
Miranda ya lo había superado. Había logrado seguir adelante, encontrar la felicidad en otro lugar, con otra persona. Y él... él estaba ahí, paralizado, pensando en que todavía tendría una oportunidad. Mateo le había dicho en repetidas ocasiones que debía superar lo de Miranda, que ella ya lo había hecho, que no había vuelta atrás. Pero Gael no lo había querido creer. No hasta esa noche.