No estaba ni mental ni físicamente preparada para regresar a clases después del viaje y de la semana de descanso. Debía volver a mi estricta rutina. Lo peor, era que, en esta época del año, las clases eran más ligeras. Con ligeras me refería a trabajos en grupo, actividades deportivas o recreativas, concursos, horas libres. Menos de un mes para el fin de clases, siendo de último año, significaba que ya estabas aprobado y tu única preocupación tenía que ser asegurar tu ingreso a la universidad o, por lo menos, haber enviado muchas solicitudes. Lo cual, claramente, yo ya había hecho. Siempre teniendo en primer lugar la de Cambridge.
Ese día me había despertado incluso a las cinco de la mañana para hacer mi técnica de estudio Pomodoro con anticipación.
Todo apuntaba a que sería otro día genial en mi vida.
No lo fue.
En la primera clase, como todos los lunes, tocaba Educación Física. Fue soportable. La profesora necesitaba una recogebolas y yo fui la única voluntaria. Rose me dedicaba miradas desaprobatorias. ¿Qué podía hacer? Esa era mi vía de escape para aprobar el curso.
A segunda hora empezó la verdadera pesadilla. Ciencias. La dinámica de la clase era la misma de siempre con el profesor. Nos sentábamos en pareja, dejaba una tarea y la exponíamos en el pizarrón.
Mi compañero durante todo el año escolar fue Lucas. Era sencillo trabajar con él porque nunca hacía nada. En otras palabras, yo tenía el absoluto control sobre el trabajo y solo debía decirle su parte de la exposición y listo, máxima nota asegurada. A él esto no parecía enojarle. Probablemente Ciencias era su único curso con buenas notas gracias a mí.
—Buenos días, compañera —me saludó como cada lunes apenas mi trasero tocaba la silla de su derecha.
—Hola.
Detrás de nosotros se sentaba otra pareja, Rose y Finn. Él llegó después que yo, pasó de largo, sin saludarme.
—Uy, ¿qué fue eso? —El codo de Lucas hincó mi costilla. Le resté importancia y alzó ambas cejas con diversión—. ¿Vamos a fingir que tu novio ni te miró? Hazte respetar, mujer. ¿En qué mundo estamos?
Juré que si Lucas hacía algo para dejarme en ridículo lo mataría. Así de simple. Faltaba llegar la mitad del salón, incluso el profesor aún no estaba en su escritorio.
Puse mi mochila sobre mis piernas e hice como si buscara algo importante para desviar la atención de Lucas.
Spoiler: fallé.
—Oye, hermano.
Metí más mi cabeza en la mochila.
—No llores, Val. Hablaré con él —cuchicheó en mi oreja.
La metí incluso más.
—¿Qué pasó, hermano? —replicó Finn, sarcástico.
—Hoy no saludaste a tu novia.
Para entonces ya tenía casi todo mi cuerpo dentro de mi mochila.
—No tengo novia —soltó entre risas.
A Lucas esto no le pareció nada divertido.
—Me parece una total falta de respeto. La besas frente a todos en la Ciudad del amor y ahora vienes a hacerte el desentendido —exclamó—. Val, él no te merece. Capitán del equipo de béisbol tenía que ser.
Me recordó a Paula, igual de impulsivos y con una capacidad inigualable para ridiculizarme en segundos. ¿Dónde estaría ella? Una de sus intervenciones no me vendría mal. En la desesperación hasta agradecería que Ted llegara y presumiera sus campeonatos de natación. Todo era válido.
—Ella no es mi novia.
—¡Val! ¡Val! ¡Val! —Esta vez sí era Paula.
Con todo el orgullo que tenía, levanté la cabeza. No estaba sola, tenía a Rose sostenida de la mano. Miré a mi amiga con confusión. ¿Desde cuándo Paula y ella eran cercanas?
—Ella me dijo que se hicieron mejores amigas en el viaje y ahora nos juntaríamos las tres. ¿Qué tan cierto es? —dijo Rose—. Pensé que el término ‘mejores amigos’ te parecía tonto. Estoy ofendida.
—Y sí es tonto. Paula fue mi compañía la mayor parte del tiempo allá. Nada más.
Sin querer, estábamos en un pequeño grupo. Ellas junto a mi asiento, Lucas al lado atento a lo que cada una decía y Finn, aunque no quise ver como estaba, sentía su olor cerca.
El profesor llegó, Paula chasqueó la lengua con molestia e hizo una señal con sus manos dando a entender que después quería hablar conmigo. Asentí y me concentré en la actividad que dejaría el profesor Jules.
Otro trabajo en grupo, pero ya no en parejas, sino de cuatro personas. Y por supuesto que sería según nuestras ubicaciones. Giré para ver a mis nuevos compañeros de trabajo grupal. El rostro de Rose era decorado por una sonrisa de oreja a oreja que quería decir “Esto apesta”. Ella mejor que nadie sabía mis no tan buenos términos con Finn. Trabajar juntos era lo que menos necesitábamos.
Lucas puso una mano sobre mi hombro y carraspeó, captando la atención de Finn.
—Manos a la obra que quiero un sobresaliente.
Movimos las cuatro carpetas para poder trabajar juntos. Lucas movió la cabeza de izquierda a derecha frunciendo el ceño. Ese gesto iba dirigido hacia Finn. Se suponía que todos amaban a Finn. No podía aparecer yo y cambiar eso de la nada. En todo caso, a la que debían mirar así sería a mí.