Ciencia lovecraftiana

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Actualidad
— ¡Andra, espera! —la azabache se giró ante tremendo grito que identificó como el de su molesta amiga azucarada llamada Lirio

—Lirio, hubiera sido más fácil que me lanzaras algo —se sobó los oídos, dando a entender que le lastimó.

—Eres una exagerada —hizo un puchero que le causó risa a la otra, notando algo inusual.

—Si te preguntas por el collar —levantó una parte del collar que le regalaron Howard y Adam —, es un secreto, me lo hallé tirado.

— ¿No te lo dio tu chiflado? Porque creo que sí —usó un tono burlesco, ocultando con su mano la sonrisilla formada en su rostro.

—Pues creo que a ti te dio diabetes con él —apuntó hacia un chico guapo.

—Andra... Ven acá—lo miró con cara de casi asesinar a alguien, haciendo que la mencionada se acerque con miedo para ser abrazada—, ¡gracias por flecharme!

Acto seguido, la chica rubia se fue para hablar con el chico, dando paso a un romance donde ella sería feliz por su amiga. An acarició tiernamente el collar donde descansaba una foto de Lovecraft, sabiendo que mantenía en secreto los aprendizajes.

—Sabía que ocultabas algo, An —murmuraron en el oído derecho de la azabache, dando un grito por parte de esta y, también por soltar del susto, la mochila.

Al girarse para tomar todo, notó un paquete envuelto en tela, que guardó rápidamente, evitando la mirada curiosa de Grecia.

—Eres una... —Suspiró para evitar maldecirla, sabía que sus palabras podían "hacer magia", según Howard.

—Anda, dilo —la motivó Grecia, esperando lo peor.

— ¡Eres una hija de tu madre y padre! —Soltó furiosa.

Al decir esto, comenzaron una escena cómica donde los alumnos disfrutaban ver a Andra Villegas perseguir con un zapato en mano a Grecia Arreola, buscando golpearla.

Año 1918
Howard disfrutaba de la lectura hecha por Andra antes de su partida. Según ella, era un recuerdo sobre una historia donde adoptaba distintas criaturas hechas por él, provocando terror y caos entre los pobladores del planeta.

Una vez finalizada, guardó el manuscrito en un cajón del escritorio, donde estaba un testamento que cambiaría un poco el tiempo, importándole poco el cambio provocado.

— ¿Gusta algo de beber? Señor Lovecraft —miró fijamente Adam a Howard, notando la alegría reflejada en su rostro.

—Dame un poco de ese té que te enseñó ella —omitió el nombre, dando a entender que se refería a Andra.

"Gracias por darme una lección grande, espero poder vernos en alguna vida."

Fin




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