Mi juvenil apariencia siempre me lleva a repetir experiencias con las nuevas generaciones, vivir nuevamente la pubertad es un sueño humano patético; aunque, admito que las dos primeras veces que lo hice, lo disfrute; pero la rutina cansa y les aseguro que he repetido hasta el cansancio, el papel del jovencito obediente, el inexperto que tiene que ganarse el aprecio de los adultos, es molesto, no saben cuanto, casi no recuerdo mis anteriores personificaciones, por lo aburridas que fueron, he tenido quizás unas decenas de identidades y no me acuerdo de muchas de ellas; pero la vida de Alger, en particular, me dejaría inquietantes recuerdos...
Las pruebas para entrar a las juventudes hitlerianas son bastantes singulares, debo admitir que sentí temor al principio, podrían haberme descubierto con un examen minucioso, estaba preparado para matar al examinador en dicha eventualidad; pero no fue necesario, de hecho no me habían examinado de forma tan estúpida en mi vida, el supuesto doctor, con varias herramientas midió el tamaño de mi cráneo, la distancia entre mi nariz a la barbilla y el color de mis ojos; cuando le escuche decir “¡Eres un verdadero ario!” quede en pausa mirándolo con suspicacia, me dije a mi mismo "¿que clase de insulto es ese?", esa previa interpretación se esfumo cuando me felicito por ser un alemán de pura sepa; mas tarde comprendería la ridícula ideología del régimen del tercer Reich, sobre la raza superior; ¡que locura!, los germanos han dejado de rendir honor al noble Kaiser para adorar a estos lunáticos egocéntricos.
Es mi primera noche... estoy recostado en la parte de arriba de una litera, una decena de jóvenes duermen en la misma habitación; como vampiro carezco del deseo de dormir, así que permanezco en silencio escuchando a los otros roncar, hablar en sueños e incluso despertarse por alguna pesadilla ocasional. El aburrimiento me hace repasar el día.... en especial la presentación con los compañeros; estos chicos me recibieron con gran entusiasmo, su compañerismo es intenso, me integraron con facilidad, muchos me miraban con admiración debido a mi apariencia e incluso ya me nominaban como líder de grupo; a mi pesar, no olvidare algunos nombres Berit, Bergen, Dustin y Edwin... Muy pocas veces siento empatia por los humanos, rara vez siento compasión por ellos; pero en esta época, algunos llegaron a serme... agradables, mas de lo que debería y eso seria una debilidad que me ocasionaría un dolor que había olvidado, tras varias centurias. Ellos, como mas adelante conocerán, perturbaran mis pensamientos, mostrándome que el tiempo no borra del todo, aquellos residuos de mi antigua condición humana.
Nos levantaron temprano para hacer un viaje a los bosques de Teutoburgos, acampamos ante una gran fogata donde se cantaron decenas de temas, Berit tiene una voz excelente, el escucharlo me cautivó debido a su ciega devoción, los demás se dejaban hipnotizar por aquel pequeño, es un chico de unos 16 años, cabello oscuro, ojos azules, no muy atractivo aunque bastante jovial, es el mas fanático de la ideología nazi, su admiración e inocencia iba mas allá, parecía que sentía en ese movimiento algo mágico e incluso religioso. Me costo despertar del trance de su canto, volví a la realidad y me sorprendía que la mayoría se creyera ese cuento de pertenecer a una raza superior, lo mas irónico es que los principales defensores de esos disparates, no cumplen con las mínimas exigencias, el famoso fuhrer no es rubio y su cuerpo es menos que el de un soldado de mediana estatura; pero su capacidad de sincronizar a la multitud a su estado de animo, es soberbia, sabe que palabras usar y en que tono decirlas, me parece afeminado y estúpido; pero sus partidarios les rinden honores como a un ser místico, el poder de la palabra se concentra en ese ser humano como nunca lo he visto, mi curiosidad aumenta con cada discurso que le escucho, ¿donde esta el titiritero?, me repetí con asombro ante su retorica manipuladora.
Iniciamos una competencia, nuestro instructor desea decidir quien tendra el liderazgo, los mas calificados son cinco, entre los que estoy incluido, desde ese momento comenzó los conflictos con el fortachon del grupo, un niño presumido, nieto de un veterano prusiano, el chico constantemente se envalentona hacia mi, es mi mayor competidor, es mucho mas esbelto, de mayor estatura, con un tono muscular bastante desarrollado y un ego que llega a las nubes, se sintió ofendido por mi clara superioridad en el mando, pero gracias a la influencia de su sinvergüenza abuelito, obtuvo el cargo; todos saben que yo era merecedor de ese puesto y desde entonces comenzó un hostigamiento sistemático de su parte a mi persona, buscando en todo momento humillarme y en muchos casos dándome grandes palizas, si no fuera por mi interes en mantener mi nueva identidad ese niño ubiese muerto en el instante que comenzo con sus estupideses y a mi pesar el problema no se detuvo alli, otros se unieron junto con el haciéndome la estancia bastante pesada; pero, la paciencia es una virtud que se gana con el tiempo, solo tuve que esperar la oportunidad perfecta, no me fue difícil seguirle los pasos al truhan en algunas de sus escapadas para verse con su hermosa chica pelirroja; nuestras rencillas las concluí el primero de agosto de 1936, los juegos olímpicos hacían su imponente apertura, mi grupo fueron llevados para apoyar a la selección nacional y quede impresionado con el majestuoso evento y por un momento me creí la charlatanería sobre el imperio de los mil años, disculpen que hable así, también los vampiros somos susceptibles a los mensajes subliminales; como iba contando el pequeño Ernest, como se llamaba mi acosador personal, decidió hacer una nueva escapada en la confusión de la celebración deportiva, junto con la suculenta chica.
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Editado: 26.11.2024