Llegada la tercera y última ronda, que constaba de un disparo desde 40 metros a una diana de 20 centímetros de diámetro, las nubes grises eran difíciles de ignorar y la lluvia inminente. Producto de esto los participantes recibieron instrucción de acelerar el proceso para terminar el campeonato en buenas condiciones.
La situación le vino de maravilla al chico Montclaire, quién a estas alturas sin ninguna solemnidad, tomo su turno, avanzó al puesto de lanzamiento y soltó su tiro… El que volvió a dar en la zona dorada, al borde del círculo negro, dándole 25 puntos los que le sumaban 48 en el total y una nueva ronda de aplausos de la grada, a la que esta vez ni siquiera se molestó en saludar.
El resto de competidores, ya de capa caída, pasaron uno por uno sin lograr resultados notables, asegurándole al regordete concursante de la familia Montclaire el tercer puesto, y a los chicos de Winston —quién gritaba furioso desde la grada— probablemente un desagradable castigo.
—Supongo que a esto era lo que se refería con “emocionante”, señorita Ferranza —comentó Katya con renovado respeto a Melina— La que falle en la siguiente será la perdedora —añadió con una pizca de entusiasmo en los ojos.
Lo cierto es que al estar empatadas con 26 puntos, este lanzamiento decidiría todo. Melina sonrió a la suboficial, y se dirigió tranquilamente a lanzar. Los gritos de Gastón a lo lejos eran afónicos y sus palabras inentendibles, la chica dio la vuelta un segundo a la grada, y vio que además de su tambaleante tío y su grupo, se encontraban su madre junto a la pequeña Fernanda saludándole con la mano. Aunque le pareció extraño no ver a Camilo, preparó su tiro ganador de la competencia. Por unos segundos pensó en que le hubiese gustado que fuese un tiro difícil, una definición épica, pero para ser su primera competencia no estaba mal, concluyó.
En esta oportunidad, lanzó con los ojos bien abiertos, consciente o no de su vista superdotada observó el centro de la diana que por un momento le pareció un espacio enorme al cual resultaba imposible no acertar, así, su disparo perfecto dio de lleno en el punto negro de la diana, obteniendo los 30 puntos y la mayor ovación hasta el momento, frente a la que no pudo evitar reaccionar saludando animosamente. Melina quedaba en el primer puesto con 56 puntos, no obstante aún faltaba Katya por hacer su último intento.
El viento empezaba a soplar in crescendo, haciendo ondear el cabello suelto de la suboficial al aire, incluso su uniforme azul brillante comenzaba a vibrar con las brisas. Melina sintió lástima por su competidora, quién de seguro tendría dificultades para realizar un lanzamiento óptimo considerando el cambio notorio de las condiciones climáticas. Sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando la flecha de Katya —que de alguna manera Melina vio volar a velocidad reducida en su perfecta trayectoria— se incrustó justo donde estaba clavada la suya, partiéndola a la mitad y reemplazándola en el punto central de la Diana. Justo en el momento de impacto de la flecha, el cielo sonó estridente y la lluvia comenzó a caer.
Luego de 5 segundos de silencio producto de la sorpresa, la grada volvió a estallar en aplausos, Katya hizo una leve reverencia al entregado público, para luego darse la vuelta y observar fijamente a Melina.
—Sesenta metros. Con viento y lluvia. ¿No sería acaso lo que usted denomina emocionante? ¿Señorita Ferranza? —propuso la chica con uniforme para definir el primer lugar. Melina sintió por primera vez una pizca de emoción real en lo referente a la competición en sí.
—¿Sesenta Metros? ¿Solo Sesenta metros? —preguntó Melina dejándose llevar por la emoción.
—Ochenta —subió la apuesta Katya, y se dirigió caminando hacia aquella distancia, con su porte inmutable habitual. Esto generó los murmullos de los espectadores, los jueces, e incluso Krom miró con asombro.
Al llegar a la chica a los 80 metros la lluvia era más que un simple chubasco, y el viento más que una simple brisa. Sin embargo, serena, Katya tomo su arco, cerró los ojos, inhaló… y al abrir los párpados a la vez que botando aire soltó la flecha. Aun tomando en cuenta las condiciones del clima el tiro parecía más potente y veloz que cualquiera de los anteriores. Cuando la flecha dio en la zona dorada a un milímetro del negro del centro, la chica chasqueó con la boca, molesta.
Aun siendo un tiro casi perfecto, la ovación de la grada —que ahora se cubría de la lluvia con un elegante velo impermeable— fue enorme. Krom miró a su aprendiz con orgullo sin poder contener los aplausos, sin ser competitivamente perfecto, el tiro había sido magnífico y envidiable para cualquier arquero, más todavía tomando en cuenta lo adverso del clima. Melina aplaudió cálidamente esperando su turno. Miró a su padre en busca de autorización, el que respondió asintiendo con la cabeza.
Luego de recibir el pequeño gesto de aprobación de Arturo, la joven Ferranza comenzó a caminar, alejándose de la diana hasta llegar a los 100 metros de distancia. La grada se llenó de expectación, Winston rió nervioso, Katya abrió enormes ojos en sorpresa, María Isabel solo sonrió amablemente mientras la pequeña Fernanda miraba concentrada.
Cuando Melina se preparó para disparar levantando el arco, incluso el hastiado joven Montclaire —quien peleaba con su paraguas y el viento— observó interesado. Melina entonces entró en ese estado, se sintió conectada con todo lo verde del lugar, comprendió que la lluvia solo avivaba la energía de las pequeñas plantas, el pasto y los enormes árboles, y si bien el viento le jugaba en contra, no había tormenta que su disparo no pudiese atravesar. Tensó los la cuerda, abrió sus ojos que sintió reforzados por la energía natural, y finalmente disparó. Generando algarabía y jolgorio generalizados.
De manera simultánea al campeonato, Camilo, viajaba en el carruaje de Nathaniel, oculto junto a la carga del mercader...
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Editado: 14.04.2024