noche cuatro

Despierto es fin de semana y ya es casi medio día estoy recostado en mi habitación, no sé qué hacer ayer cuando vi a mi ángel no sé por qué no le pregunte su nombre, me siento el ser más incompetente del universo.

Y ella debe ser tan lista incluso mucho más que yo aunque no se crea, antes de toda la tragedia que ha oscurecido mi vida este último mes, tenía la vida de un joven chico con millones de oportunidades con un excelente promedio.

Mi sueño siempre fue estudiar arquitectura, mis pensamientos comienzan a volar imaginando como hubiera sido mi vida si mi mama siguiera junto conmigo, siento mis ojos llenarse de lágrimas, me siento vacío y débil no sé qué hare de ahora con mi vida.

Comienzo a llorar desenfrenada mente, lo último que recuerdo es haberme dormido en mi cama llorando como un chiquillo de repente estoy en un bosque, no sé qué hago aquí.

Comienzo a escuchar una hermosa risa, camino hasta que el sonido se hace más fuerte, y sé que la persona dueña a aquella risa se encuentra cerca llego hasta una cascada y allí se encuentra mi ángel.

Camino entre las piedras y me acerco a ella, ella se percata de mi presencia y se gira y me brinda una hermosa sonrisa y eso me brinda la confianza que necesitaba para acercarme.

Me siento al lado de ella sobre una piedra, ella hoy se encuentra vestida con un hermoso vestido blanco, el cabello lo tenía recogido en una coleta alta, llevaba los pies descalzos dentro del agua, y después de algunos minutos de silencio me arme de valor y hable.

-hola, como estas. – ella me sonríe como si hubiera deseado que yo le hablara y me responde.

-pues en estos instantes estoy sentada. – después de decir eso comienza a reír y yo la acompañe, pero oír su risa fue como cantos de ángeles. Era como una mezcla de humor, dulzura y encanto.

-cómo te llamas. – volví a intentar.

-celeste. – me tendió su delicada mano y la acepte encantado.

-Saúl, un placer.

Continuamos allí sentados conversando gratamente.