Círculo de venganza

Cap. 2.- La reunión de las deidades

En Helmuga, el antiguo Illaku, no hay nada más que oscuridad.

Por querer mirar demasiado hacia adelante, todo aquel que entra en este reino está condenado a andar a ciegas durante su estadía en el lugar, valiéndose únicamente del tacto para encontrar los designios del futuro que necesita. Sin embargo, a veces ocurre que las viejas antorchas fijadas en las paredes se encienden, lo que significa la presencia de vistas acostumbradas a la luz. No es muy común que suceda, a menos que sea una ocasión importante.

Y esta, sin duda, era una ocasión importante.

Los primeros en aparecer fueron los hermanos elementales, gobernantes del reino de Oinarrizko. Vanduo avanzaba a buen paso por el sitio, seguida por Oras, Zeme y Ugnis; las antorchas se encendían al tiempo que avanzaban iluminando su camino. Los gemelos Angelas y Demonas fueron los segundos en llegar, seguidos por Chaosas, que miraba los murales dibujados en las paredes.

—Me alegra que hayan podido venir.

Ayize salió a su encuentro, flanqueado por una mujer y un hombre. Ella era de rebosante salud y cabello negro, vestida con un traje ejecutivo blanco mientras que él era de piel cetrina y facciones duras, de cabello blanco y túnica negra. Ella iba a la derecha y él a la izquierda, convenientemente separados por la silueta del anciano.

Eran Gyvenimas y Mirtis: la Vida y la Muerte.

Al verlos llegar, las otras deidades contuvieron exclamaciones de sorpresa. Desde la creación del inframundo, ambos se habían mantenido apartados del resto, haciendo diversos esfuerzos para hallar a sus hijos, al menos hasta que él decidió hundirse en la miseria y ella perdió la esperanza, desde entonces habían decidido mantenerse aislados de todos.

—¿Qué hacen ustedes aquí? —increpó Chaosas.
—Lo que deben ver nos compete a todos —dijo Paskirties Vieta.

Férid, el joven mulato que era su guía en Lurra, se acercó con un bastón que puso en las manos del Destino; fue entonces que éste se acercó a una pared, listo para surcar su designio en trazos que darían el mensaje de lo que iba a suceder. Comenzó con un castillo dividido en siete pisos, el cual estaba sostenido por seis gruesas pero agrietadas columnas. El siguiente cuadro mostraba como uno de esos pilares caía a pedazos, para dar lugar al último escenario, que ilustraba detalladamente la destrucción del castillo y de los otros pilares.

El mensaje fue claro para todos los presentes trayendo una preocupación unánime. Se produjo un tenso y corto silencio que fue roto por Angelas.

—No puede ser… —musitó.
—¡Tenemos que impedir que suceda! —exclamó Demonas con vehemencia—. Hay que…
—Ninguno va a hacer nada —ordenó Paskirties Vieta.

El anciano era consciente de que todos lo miraban, así que se aseguró de tener la atención de cada uno de ellos y añadió:

—Lo que tenga que ser, será, de modo que tienen estrictamente prohibido intervenir.
—¡Y una mierda! —exclamó Vanduo chasqueando la lengua con rabia.

La mujer dio media vuelta y se fue seguida por sus hermanos. Los restantes intentaron convencer a Paskirties Vieta de que les dejaran intervenir pero su negativa fue firme, por lo que Angelas, Demonas y Chaosas también se fueron, al igual que Mirtis, quien se retiró sin decir nada. Gyvenimas miró a su hermano y dijo:

—Tu decisión llegó muy tarde.

Tras decir esto, la mujer se fue. Paskirties Vieta había recordado las palabras de Carter Spector cuando rechazó escuchar su profecía, de ahí que diera la orden, y no pudo evitar pensar en lo ciertas que eran. El futuro siempre cambiaba, el no permanecer fijo era una de sus cualidades más importantes; algo que era perfecto en este caso concreto, ya que había muchas variables en juego que influirían en el cumplimiento de este futuro temido.

Y dos de esas variables se encontraban justo allí en ese momento.

*****

Al haber sido acogido por Helmuga desde los albores del tiempo, Férid era parte del reino y podía andar sin que las antorchas se encendieran, por lo que al encenderse la antorcha frente a él; fue invadido por la sorpresa, la cual fue seguida por un ramalazo de pánico ante la certeza de que había un intruso en el reino.

El joven miró a un lado y otro tratando de discernir la presencia de quien estuviera allí mientras se cuestionaba si sería amigo o enemigo y se mentalizaba por si debía pelear. Llevaba sin luchar desde los tiempos de la Nueva España, de modo que estaba un poco oxidado, pero no se permitió pensar en ello.

—¿Quién anda ahí? —preguntó.
—Eso es tan cliché —respondió una voz de barítono.

Al instante apareció una figura envuelta en un sudario negro frente a él. Férid dio un respingo y dio un paso atrás, provocando que la intrusa emitiera una risa escalofriante, la cual le puso los pelos de punta.

—Si estuviéramos en una de esas historias tontas, este sería el momento en el que te contaría mi plan —dijo la figura.
—Tal vez no tengas un plan —replicó Férid.
—¿Crees que estoy alardeando?

La extraña figura ladeó lo que podría considerarse su cabeza, y a Férid le costó un momento darse cuenta de que tenía su atención puesta en la pared, notando qué era lo que estaba viendo.

—Ya tengo lo que quería.
—¡No!

El hombre se abalanzó sobre aquella cosa para impedirle el paso y evitar que saliera del reino, previendo esto, la figura corrió a su encuentro atravesándolo con uno de los extremos del sudario convertido en estaca y Férid cayó al suelo herido de muerte. Una segunda estaca estuvo a punto de atravesarlo nuevamente para dar fin a su vida, pero fue detenida por un golpe de alabarda y Sekai se interpuso entre ambos, fue en ese momento que la figura desapareció internándose en la oscuridad. Sekai pensó en ir tras ella, pero apenas dio un paso Férid lo detuvo sujetándolo del tobillo.

—Escucha… —musitó.
—Buscaré ayuda —dijo Sekai, aunque no sabía a quién recurrir.



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En el texto hay: misterio, sobrenatural, venganza

Editado: 04.01.2024

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