Raquelle LeBlac, una de las hermanas de Roxanne, sostuvo su bolso con fuerza mientras caminaba por los pasillos de la secundaria. Nunca había tenido la especialidad de tener amigos, sus únicos amigos eran los libros y a su corta edad de trece años, había leído un montón. Tiene una sola meta: Leer los cien libros más famosos antes de los veintiuno.
La secundaria no ha sido fácil para ella, puesto que en su salón de clases habían varias chicas que la molestaban y sus hermanas trillizas que hacían de guardianas, ya estaban en la preparatoria. Se había quedado sola y ahora tenía que sobrevivir.
Se sentó en una banca fuera de la escuela y sacó el libro que la había tenido entretenida durante semanas: Luna Oscura. Admiraba mucho a Goenji y estaba casi segura que era una mujer.
Ella tenía un diario donde había estado recolectando pistas y recortes de periódicos: había comparado su escritura con muchas autoras revolucionarias japonesas destacadas, pero fracasó. No eran ninguna de ellas. Luego intentó con autoras de todo el mundo, las diez más famosas y tampoco habían sido ellas. No descarta que Goenji sea un hombre, pero ella quería creer que era una mujer..
De repente vio la caneca de la basura y visualizó el último número de BoxR, la revista de su hermana. A pesar de que esta era una revista de chismes literarios, a Raquelle nunca le habían agradado las revistas, ni aunque estas hablaran de libros. El aroma que impregnaban era detestable hacia su olfato.
En el momento en que se iba a levantar, un mercedes benz negro se estacionó en frente de ella y de allí salió un hombre negro.
–¿Señorita Rains?–le dijo este y ella lo miró con el ceño fruncido.
–Su padre, no podrá venir por usted hoy. Me mandó en su lugar.
Raquelle lo miró de pies a cabezas. Mentía. Su instinto de supervivencia la alertó solemnemente. Su padre rara vez iba por ella a la escuela, siempre iba Nancy o Olga; pero fuera de eso, lo que le confirmó que mentía era el “señorita Rains”, su apellido no era Rains, puesto que Alexander Rains no era su padre biológico, aunque ella le dijera “papá”.
Ella dio un paso hacia atrás y se preparó para correr. El hombre la alcanzó en una zancada y la cargó, ella comenzó a gritar y a forcejear y este prácticamente la arrojó a la parte de atrás del auto. Allí había otro hombre. Este otro le colocó un pañuelo en la cara.
“¿Por qué?” pensó y su vista se nubló.
***
Roxanne revisó su buzón de entrada una y otra vez. Había enviado un mensaje y no había obtenido respuesta.
¿Qué quieres?
Miró la pantalla de su computadora donde tenía el logo de BoxR y suspiró. Estaba metida en un buen lío. Tomó su termo con batido de ciruela, que le hacía la cocinera y lo bebió de un tirón. Había llegado mucho antes a la revista y había recibido un mensaje de René donde decía que no iba a asistir porque no se sentía bien.
En ese momento llegó Rachelle y Roxanne la miró. Estaba preparada para una tanda de llanto y lamento, pero por el contrario su amiga llegó con tres vasos de café y una cesta de sandwich.
–Buenos días Rox–la saludó–Este café es para ti, puedes tomar los sándwich que quieras. Dejé una cesta y café para Shar y las demás.
–Buenos días y gracias cariño. Te noto contenta.
–Si te soy sincera, me siento un poco melancólica, pero a la vez me siento tranquila.
Roxanne la miró–Me siento orgullosa de ti cariño, creo que ya lo entendiste.
Ella asintió y se dirigió al escritorio de René y colocó allí su café.
–No vendrá hoy–le informó.
–Lo sé, pero ya lo había comprado. Está con Darian.
Roxanne alzó las cejas y no comentó nada.
–Creo que René se ha enamorado–comentó Rachelle mientras se sentaba–Y esta vez no sabe qué hacer.
Roxanne estuvo de acuerdo, pero no lo expresó. Quería creer muy en el fondo que René no la dejaría sola, pero ya lo intuía. Darian había causado algo en ella. Todos esos pensamientos por un momento hicieron que se olvidara de Carmen, había llorado toda la noche porque por culpa de ella, alguien había muerto.
Le dio un sorbo de café y luchó con el nudo que se le había formado recientemente en la garganta.
Rachelle la miró–¿Te encuentras bien?
–Sí, solo no se me ocurre qué escribir en el próximo número.
–Desde la discoteca has estado rara Rox, tú siempre eres sombría, pero últimamente lo estás exagerando.
Ella le sonrió para tranquilizarla.
–No pasa nada cariño, solo que hicimos un buen número y ahora debemos hacer algo realmente bueno para poder mantener las ventas.
Rachelle asintió–Me pondré a trabajar, no te preocupes.
Roxanne recibió una notificación y su corazón se aceleró.
Vas a recibir lo que mereces.
Soltó el teléfono y este cayó al suelo. Sus manos comenzaron a temblar y no sabía exactamente por qué; sabía que esto pasaría en cuanto publicara Luna Oscura, no obstante no había predicho cuánto le costaría.