Ciruela Ácida (trilogía Agridulce Libro #3)

Capítulo 9

BOX R MAGAZINE 

 

LUNA NEGRA 

 

Realmente he perdido la cuenta de cuántas veces

 he sentido herido el orgullo propio, el de mis hermanos y 

hermanas, y el de mis ancestros. Cada vez que me quisieron acallar

 el reclamo, cada vez que quisieron anular el argumento, 

cada vez que me negaron la belleza, cada vez que me 

etiquetaron en sus imaginarios racistas, 

cada vez que simplemente tuve que sufrir algo, 

simplemente por ser… por ser negra; 

algo se quebraba dentro de mí. 

Y se abría otra herida llena de resentimiento.

 

 

Yo creo que el resentimiento es un sentimiento mil por ciento válido. Porque la piel y sus sufrimientos e inseguridades tienen una carga histórica aplastante. El racismo como mecanismo biologizante de nuestras culturas se insertó demasiado bien en la mentalidad colonialista que estableció un modelo de supremacía blanca que, a pesar de ser poderoso, es en extremo débil, pues se establece sobre la negación de todo aquello que se precie de no ser blanco.

 

Esta negación de todo lo no blanco es jodida ya que nos ha establecido, además, unas reglas del juego en los términos de la exclusión. Y siempre se nos ha dicho que hacer o cómo ser. Pero aún más importante: se nos ha dictado que no hacer y cómo no ser…

 

Y esto, mis queridos lectores, es abrumador, porque nos crea un techo de cristal difícilmente superable, en el que la estructura violenta del sistema racista nos condiciona, nos divide, nos segrega y nos aparta. Y la cuestión es más delicada que simplemente no poder hacer algo significativo por nuestras propias vidas empezando la carrera en igualdad de condiciones (una utopía por lo demás, porque tal igualdad de condiciones ni siquiera existe); sino porque nos desdibuja, nos deshumaniza y nos desaparece del plano de toma de decisiones que podrían suponer el avance conjunto de nuestras comunidades y pueblos; los cuales, dicho sea de paso, no han dejado de estar en peligro.

 

En ese sentido, el resentimiento es una emoción que valida nuestra reclamación, y que además, es necesaria para la lucha, pues es un agente movilizador del pensamiento y nos activa, nos alienta a tomar acciones. Y cada vez que se toma una acción, por pequeña que ésta pueda parecer, estamos haciendo algo para cambiar la situación; lo cual es, en extremo, pertinente y necesario.

 

Entonces, yo creo que llegó la hora de reevaluar el resentimiento como lo que puede llegar a ser: el punto de partida, la chispa burbujeante que desencadene todo lo demás. Porque la indignación sólo puede ser real, sólo puede movilizar, si se establece sobre la herida abierta que siglos enteros de dominación han dejado en todos nosotros: los dominadores y los dominados. Y este es un sentimiento que sólo acabará en el mundo cuando todas (y me refiero a absolutamente todas) las medidas correctivas hayan sido tomadas. Cuando nos hayamos dado cuenta que el jarrón roto, por más que lo juntemos no volverá a ser el mismo; pero aún así, nos tomemos el trabajo de apreciar las lecciones aprendidas tras siglos enteros de tanto dolor e incertidumbre.

 

Mientras tanto; mientras el horizonte de nuestra lucha se extiende, yo exijo mi perdón, el que me merezco. Quiero recibir disculpas por cada vez que me dijeron pelo malo. Quiero recibir disculpas por cada vez que me miraron feo y me persiguieron estando dentro de una tienda. Quiero recibir disculpas por cada vez que me tomaron por prostituta simplemente por estar parada en una calle. Quiero que me pidan perdón por cada vez que tuve que sopesar la balanza de mis escasas oportunidades. Quiero que me pidan perdón por cada vez que me negaron mi belleza y mis aptitudes. Quiero, de veras, de todo corazón; recibir disculpas por cada vez que quisieron lastimarme y callarme violentamente tratándome de loca y de resentida, como si las violencias racistas que nos marcan fueran cosa insignificante, o de plano, no existieran (como muchos se apresuran a afirmar…) Quiero recibir una sincera disculpa, de verdad, por todas las veces que no solo yo, sino los míos, hemos sentido el dolor del hambre y la incertidumbre del mañana en escasas oportunidades…

 

Y si no están en la disposición de pedir perdón, si no quieren entender por qué esto es importante para todo lo demás, al menos ¡DEJÉNNOS SENTIR! Que ya estamos hartos de que nos digan que hacer y qué no, que validar y qué no, eso es violento, gente. Y no dista mucho del látigo fustigador que nos hería en la carne, pero aún más en el espíritu y en nuestros pensamientos. Por lo demás, pretender saber cómo debe darse la lucha desde fuera de ella, sin sufrir la violencia racista, es un sesgo útil a los propósitos de la supremacía blanca que estamos tratando de derrumbar…



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En el texto hay: amistad amor

Editado: 09.05.2023

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