Cita a ciegas para San Valentín.

Capitulo 3

    El silencio que le siguió a eso fue bastante incómodo y Jaspers se aclaró la garganta para romper el hielo.  

-Lamento si la incomode; no suelo participar en estos eventos, pero este año; mi madre fue quien metió mi nombre en el concurso.  

    Él se sentó en la silla frente a mí y cruzó sus brazos sobre su pecho dándole una apariencia aún más temerosa. No es que Conelly fuera un mal hombre, pero era de esos que con su cabello color carbón peinado al estilo Crepúsculo, pestañas largas curvadas y negras; sus ojos de un verde tan profundo que no parecían ser reales daban un aire de mafioso ruso. Su mirada era siempre intensa y todo lo veía, nada pasaba por alto ante él. Cuando sus ojos conectaban con los míos sentía escalofríos al pensar que podía verme el alma o leer mi mente. No es que Conelly fuera un mal hombre, pero era de esos que con su cabello negro carbón peinado en un   

-¿Entonces? 

   Su pregunta fue casual, pero su voz grave y profunda provoco varios suspiros en las mujeres de nuestro alrededor. Por un momento sentí vergüenza e intenté ocultarme tras la carta del menú. Algo que no pasó desapercibido para Jaspers.  

-¿A caso te incomoda mi presencia? 

    Quizá fuera mi imaginación, pero parecía algo dolido al pensar que él era quien me estaba incomodando y no las mujeres que, pese a estar con sus respectivas parejas cenando el día de San Valentín, no dejaban de lanzar suspiros por un hombre ajeno. No que fuera mío tampoco, pero aun así era incomodo.  

-No, tranquilo señor, no es usted.  

-Por favor, dime Jaspers. Me gustaría dejar de lado las formalidades, por esta noche, aunque sea.  

-Me parece bien; me gusta.  

  Él sonrió y por alguna razón yo le devolví el gesto.  

-¿Ya sabe que va a ordenar o ya ordeno?  

-La verdad es que no; tenía miedo de ordenar un plato de caracoles, o de langosta a la pecera.  

     Dije mientras señalaba con la cabeza a la gran pecera de langostas rojas con diferentes tamaños. Un mesero tomo unas pinzas y saco una de tamaño regular y la exhibió a una pareja que de inmediato aprobó la elección. Jaspers soltó una carcajada y sacudió la cabeza. 

-¿Crees que estoy de broma? ¡Hace rato vi a una mujer ordenar una fuente de ostras! Déjame decirte que, nunca había visto a alguien comer algo viscoso y amorfo con tanto deleite. Eso casi mato mi apetito para toda la noche. 

   Algo inesperado sucedió entonces; Jaspers comenzó a reír de tal manera que incluso yo reí sin entender cuando broto la risa de mi. Cuando el ataque de risa se detuvo, estaba más que segura que mi rostro estaba rojo como un tomate.  

-Si entendí bien, no deseas un platillo con langostas, ostras  o caracoles. 

-Entendiste bien. 

-Entonces podría pedir una Ensalada Cesar. ¿O quizá Caprese? Y un filete de Mero Rojo. ¿Te apetece? 

    Yo lo mire como si le hubiera salido una segunda cabeza. ¿De verdad me estaba preguntando eso? Yo apenas sabía distinguir el puré de papa instantáneo del natural y el único pescado que había probado en mi vida provenía del congelador del mercado a la vuelta de mi casa. A no ser que el atún y la sardina enlatada contaran, solo así mis conocimientos gastronómicos aumentarían.  

-Ah decir verdad, las ensaladas tienen nombres bastante lindos y, cuando dijiste filete, me convenciste de que el acompañamiento es carne. Así que si, ordenemos algo de eso.  

   Jaspers elevo una de sus cejas y su boca se ladeo en una media sonrisa, incluso el camarero que esperaba junto a nuestra mesa a que ordenáramos al fin la comida, tuvo que contener su risa.  

-Jaspers. ¿Tú estás seguro de que tu madre sabía con quién tendrías tu cita hoy?  

-Si. ¿Por qué?  

   Pregunto mientras le indicaba al mesero que vino traer. Por lo que entendí, había pedido un vino blanco.  

-Bueno; es que somos diferentes.  

    Él me miro con el ceño fruncido, entrelazo sus dedos debajo de su mentón; uno perfectamente rasurado y su mandíbula cuadrada se apretó antes de hablar.  

-¿Diferentes en que aspecto? 

-Bueno... 

-¿Acaso tienes branquias? ¿Escupes fuego? ¿O es que acaso perteneces a otro planeta? Eso sí, sería ser diferentes, pero por lo que veo, tienes dos ojos, una nariz y boca, justo como yo. Eso me indica que eres humana.  

-¡No! Me refiero a nuestras clases sociales.  

-¿Crees que estamos en la edad media? ¿O porque me importaría tu estatus?  

-¿Y a tu madre?  

-Mi madre… ella dejo de guiarse por ese tipo de cosas cuando fui plantado en el altar.  

    No supe que decir ante eso, por lo que preferí guardar silencio. Observé a mi jefe bajo una nueva luz; para ser sincera, jamás lo había visto, como veía a Jackson; por ejemplo. Y está noche era la primera vez que lo había visto reír o sonreír tanto. De hecho, era la primera vez que lo veía así.  
 




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