Cita a ciegas para San Valentín.

Capitulo 28.

Ahora lograba entender la preocupación de Jaspers al no haber sabido nada de mí durante los últimos dos días, y no mentía respecto a las llamadas y mensajes. Luego de que la oficial me interrogara y se llevara las fotos y el ramo como evidencia, quede libre para que ella hablara a solas con mi jefe. Fui a mi escritorio y puse mi celular a cargar, hice como si no sintiera el peso de las miradas de mis compañeros ansiosos por preguntarme lo mismo que la oficial: ¿Que donde había estado? ¿Porque no atendí mi celular? Y ¿Si sabía de alguien con motivos para estarme acosando? Mi ingenio salió entonces: No se necesita tener un motivo para que un loco desquiciado quiera acosar a alguien.

En cuanto mi móvil encendido comprobé que había 12 llamadas de Marisol y 23 mensajes suyos, Jaspers por su parte había realizado unas 56 llamadas y 34 mensajes de texto y en los últimos él me pedía que, si estaba en peligro y no podía responderle, indicara eso poniendo el número 1. La culpa regreso y se posó en lo más alto de mi cabeza con el peso de diez toneladas de cemento aplastándome por completo.

-Señorita Flinch – me saludo la oficial al pasar frente a mi escritorio y se detuvo un momento – si llega a recordar algo más, lo que sea, sin importar que tan inútil le parezca llámeme.

Ella me extendió una tarjeta con su número telefónico y se marchó antes de responderle o despedirla adecuadamente. Pero al parecer iba apurada ya que estaba respondiendo a un llamado en su radio y los últimos pasos hacia el ascensor los hizo trotando. Regresé a mi asiento y me puse a trabajar en el ordenador, pero entonces me llegó un mensaje de Robert preguntando si todo estaba bien, él tenía un sexto sentido; era como el sentido arácnido del hombre araña. No sabía que responderle, así que mejor pensé en evadir la pregunta hasta saber que hacer, en eso estaba cuando escuché a alguien acercarse a mi escritorio sigilosamente.

-Rebeca ¿Cierto?

La voz seductora me sonaba familiar, sabía que no era alguien amable y mucho menos dulce. Al levantar mi visto de la pantalla del móvil me encontré con Samantha sonriendo alegremente.

-Si. ¿En qué puedo ayudarla?

-Venimos a ver a Jaspers. – Dijo haciendo énfasis en “venimos” y tiro de la mano de una pequeña de cabello oscuro y largo, sus ojos de un verde tan intenso y hermoso que parecían dos piedras preciosas. Ella me sonrió tímidamente y luego se escondió tras la falda de Samantha. – Ella es mi hija Hana y como ya sabrás, tenemos asuntos pendientes.

-Claro, solo deme un momento para anunciarla al Sr. Conelly.

Ella se rio molesta y sus ojos me miraron fijamente y jurará que me estaba lanzando dagas tratando de atinarle a mi cabeza.

-¿Desde cuándo necesito ser anunciada para ver a Jaspers?

-Lo siento, pero son ordenes suyas.

Ella iba a discutirme, pero entonces mi celular se ilumino con la llamada entrante de Robert. En la pantalla aparecíamos él y yo abrazados haciendo morisquetas graciosas mientras él me pellizcaba una mejilla juguetonamente, nos veíamos realmente felices y muy unidos. No recordaba haber puesto esa foto, pero entonces recordé que al irme a bañar él se había quedado con mi celular, debió aprovechar entonces para agendarse como Mi dulce Robert y la foto nuestra de fondo.

-Que mono es ese chico, veo que comprendiste lo que te dije el otro día, él sí está a tu altura querida.

Corte la llamada molesta por el comentario de Samantha, pero aún más molesta por el hecho de que ella hubiera visto esa fotografía. No quería que ella supiera nada sobre mí o mis amistades.

-Iré a anunciarla.

-Espera. Helena, ella debe ir al baño ¿Podrías acompañarla?

-O podría indicarle a usted donde es para que así la lleve personalmente, aunque de seguro ya sabe dónde está ¿Cierto?

-Cierto, pero no me gusta ir a baños públicos o en ninguno que no sea el de mi casa. Ya sabes, los gérmenes y posibles enfermedades.

-Entonces, está preocupada por su salud en riesgo por ir a un baño extraño ¿pero está bien que vaya su hija? Debo felicitarla, usted sí que es la madre del año. Ven pequeña – le dije con una sonrisa amable a Hana – te llevare al baño.

Ella no hablo en todo el camino, se notaba que era una niña muy dulce y tímida, pero algo estaba bastante claro: no hacía falta hacer una prueba de ADN, Jaspers era su padre. Era la viva imagen de él.

-¿Debo ayudarte ahí dentro?

Le pregunte amablemente señalando con la cabeza el interior del cubículo del baño. Ella miro el sitio y luego de vuelta hacia mí.

-No, gracias. En casa siempre voy sola, o a veces Anna me ayuda.

La puerta se cerró con ella dentro y supe que, a pesar de su corta edad, ella era muy lista e independiente. Supongo que al tener una madre como Samantha era casi una necesidad convertirte en una niña independiente y lista si querías sobrevivir.

-¿Estás bien o necesitas ayuda?

Justo entonces el ruido de la cisterna siendo jalada se hizo presente y la pequeña salió sonriendo alegremente y sus ojos de muñeca me miraron con agradecimiento.

-Tal vez necesite ayuda para alcanzar el lavado.

Claro, tenía razón. La pobre apenas llegaba al picaporte de la puerta.

-Por supuesto, ven te voy a aupar.

Ella extendió sus brazos con cuidado de no tocarme con sus manos. Yo la subí a upa y le abrí el grifo que era con sensor de movimiento, creí que sería buena idea jugar un poco para sacarle un poco de tención encima. Tome sus manitos entre las mías y las enjabone, luego hice un pequeño arco con ellas y sople hasta que pequeñas burbujas comenzaron a flotar en el aire. La risa de Hana era refrescante y tierna, pero alegre al fin.

-Me alegro de haberte hecho reír, pero creo que deberíamos volver; tu madre debe estar preocupada.

-Lo dudo.

Yo también, pero no quería decírselo. De camino Hana se soltó un poco más para hablar y de repente me pregunto si yo tenía hijos.

-No – le dije con pesar, hasta ese momento yo no sabía que en realidad deseaba tener un hijo. Creo que el que ella me preguntara fue lo que me espabilo. – Aún no tengo hijos, pero si me gustaría tener.




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