Cuando entré a la oficina Jaspers estaba sentado de espaldas a la puerta y su figura quedaba aún más imponente en esa diminuta silla de escritorio. Su cabello estaba despeinado, algo que no había notado antes. Él estaba muy concentrado mirando hacia la ventana, fuera el día estaba gris y ventoso, las nubes se habían adueñado del cielo escondiendo los pocos vestigios de sol que había visto está mañana. No sabía que le pasaba, pero algo estaba más que claro: estaba molesto.
-Dime, Rebeca ¿A caso te parece gracioso?
No comprendía su pregunta y mucho menos el motivo de su enfado. Pero deseaba saberlo para solucionarlo.
-No te comprendo.
Él giro su silla con avidez y se puso de pie para caminar de un lado a otro mientras masajeaba sus cienes. Su ceño estaba fruncido y cuando su mirada busco la mía, sentí el impacto de la misma. Había enfado, rabia, dolor y sobre todo decepción, algo que me dolió porque en el fondo de mi corazón sabía que todos esos sentimientos, esas emociones eran hacia mí, pero no sabía el porqué.
-De verdad. Y todavía te haces la desentendida.
-Pero es que de verdad no sé de qué me estás hablando. Si es por estos dos últimos días, estaba enferma y por eso falte. No pensé que fuera necesario avisar de mi ausencia….
-¡Ya basta! – Su voz retumbó en la oficina y fue entonces cuando agradecí que mis compañeros no estuvieran escuchando fuera. – No quiero más mentiras ni pretextos, ya sé porque faltaste, pero la pregunta aquí es ¿era realmente necesario refregármelo por la cara?
-¿De qué estás hablando? ¡Ya te dije que estaba enferma!
Él se rio, pero cínicamente y sin gracia. Al contrario, parecía incluso más molesto que antes y sus puños estaban apretados tratando de contener su cólera.
-Si, demasiado enferma estabas, pero eso no te impidió pasártela bien ¿No?
-¿Qué?
Jaspers negó con la cabeza aún sin aceptar que yo en realidad no sabía de lo que estaba hablando, pero al repasar lo último que dijo algo en mí hizo un “Click”. Quizá…. Pero era imposible si yo no le había dicho a nadie dónde había estado los dos últimos días. Entonces, él tomó su teléfono y giro la pantalla hacia mi rostro para que lo viera.
-¿Ahora se te refresco la memoria?
Eran fotos. Fotos en las cuales Robert y yo aparecíamos haciendo morisquetas, abrazándonos, riendo, en otra estaba besando su mejilla y luego era él quien besaba mi mejilla. Ambos nos veíamos realmente felices, cómodos y alegres como dos grandes amigos. Pero no entendía como es que habían llegado esas fotos a su celular, hasta que Jaspers me mostro el texto debajo de las mismas; “Lo siento, me equivoque de número, estás fotos eran para mi querido. Jefe, lamento el error, son solo recuerdos de nuestros días de descanso.” Eran fotos. Fotos en las cuales Robert y yo aparecíamos haciendo
-¿Cómo obtuviste esas fotos?
-¿Cómo? ¡Pero si tu misma me las mandaste hace un rato!
-¡Yo no te mande nada! ¿Cuándo se supone que envié esas fotos a tu celular?
Jaspers me mostro la hora en la que había recibido los mensajes, pero era imposible ya que en ese momento yo estaba en el baño con Hana y mi celular había quedado en el escritorio. Lugar donde Samantha insistió en quedarse en vez de acompañar ella misma a la pequeña. ¿Cómo no me di cuenta antes? Además, debió de borrar los mensajes en mi celular porque no figuraban cuando hable con Robert.
-Es imposible. Yo no las envíe.
-Entonces, no enviaste las fotos ¿y quién fue entonces?
-En mi opinión creo que deberías preguntarle a Samantha.
-¿Y por qué habría de preguntarle a ella?
-Porque ella fue quien se quedó a solas con mi celular y como no tengo nada que ocultar, no lo tengo con contraseña. Y a la hora que figuran los mensajes yo estaba en el baño de damas acompañando a su hija ya que Samantha se negó a llevarla. Su excusa fue la presencia de enfermedades y gérmenes en los baños.
Él se quedó en silencio un momento impactado por lo que le había dicho, aunque no sabría decir que lo impacto más: si el comportamiento de su ex o el hecho de que sabía que Hana sí era su hija.
-Aun así, eso no explica quién es ese hombre; parecen muy cercanos y por lo que se, tú no tienes hermanos. Y no creo que sean simples amigos.
Me reí, porque me salió del alma reírme por su suposición de que Robert y yo teníamos algo. Por supuesto Jaspers no entendía nada.
-Jaspers, te aseguro que entre Robert y yo no hay nada más allá de una amistad. A él.... digamos que le atraen los de tu tipo por lo que, si alguien debería hacer una escena de celos, esa sería yo cuando él te conozco en persona.
-¿Qué?
-Sí. Supongo que Samantha envío esas fotos con la esperanza de poder plantar la duda y la desconfianza entre nosotros sin saber que en realidad Robert me entregaría a cambio de un bolso de piel original. Él fue quien me obligo a quedarme en casa ya que estaba enferma, cuido de mí, nos hizo de comer y miramos televisión.
-Ah, yo, lamento mucho lo sucedido. Yo....
-No te preocupes Jaspers, pero si te voy a pedir algo.
-¿Qué cosa?
-No puedes estar desconfiando así de mí. Yo no soy Samantha, si amo lo hago de corazón y jamás traicionaría a la persona que más me importa.
-Losé, fui un idiota, debí preguntarte antes de atacarte.
Mi celular sonó interrumpiendo nuestra charla e iba a colgar, pero el número me llamo la atención así que me disculpé con Jaspers y atendí.
-¿Hola?
-Hola, soy el oficial Paterson ¿Hablo con la Srta. Flinch?
-Si, soy yo ¿Paso algo?
-Lamento la hora, pero me encuentro en el hospital. Ingresaron a emergencia a su amigo Robert.
-¿¡Qué!? ¿Qué fue lo que le paso?
-Al parecer un hombre entró en su apartamento y al percatarse de que su amigo estaba dentro lo golpeo fuertemente en la cabeza, afortunadamente su perra mordió al atacante en la pierna y gracias a eso no le quedo de otra que irse.
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Editado: 13.10.2024