Cita a ciegas para San Valentín.

Capitulo 30.

Según el oficial Tarden que nos había puesto al tanto de la situación cuando llegamos al hospital, el intruso no se había llevado nada que Robert hubiera notado. Al parecer, Robert estaba en la cocina escuchando música y en compañía de Reina, cuando en determinado momento ella comenzó a gruñir para luego ladrar en dirección a mi habitación. Cuando mi mejor amigo fue a verificar que es lo que tenía tan intranquila a Reina, fue cuando el intruso se percató de su presencia y entonces comenzaron una lucha en la que él golpeó a Robert con mi lámpara de noche y Reina mordió al atacante en la pantorrilla. “Al ser en defensa de un integrante de la casa y al tener todas sus vacunas correspondientes y no representar un problema para los demás, la perra queda fuera de peligro, por eso no tiene de que preocuparse.” Me señaló el oficial y eso fue una tranquilidad para mí, saber que mis dos mejores amigos estarían bien.

Cuando el doctor me dio el visto bueno, pasé de inmediato para ver a Robert. Él estaba más que bien, de hecho, estaba eufórico. Y no podía culparlo ya que el médico que le había tocado era totalmente su estilo.

-¡Creo que he muerto y desperté en el cielo! – Fue lo primero que me dijo cuando atravesé la puerta. – ¿Tu viste lo que es ese hombre?

-Rob, cariño, claro que lo vi no soy ciega, pero en realidad estoy más preocupada por saber de tu salud. ¿Cómo estás?

Me senté junto a su cama y él me sonrió abiertamente mientras tomaba mi mano entre las suyas tratando de calmarme.

-No tienes nada de que preocuparte, estoy bien; de verdad.

Insistió cuando lo miré inquisitivamente, pero el vendaje en su cabeza no me decía lo mismo. Entonces él sacó de debajo de su manta un pequeño papelito y me lo mostró. En el aparecía escrito un número de teléfono.

-El doc quiere que lo llame. Aunque, esto debe quedar entre nosotros ya que me dio su número en horas de trabajo.

-¡Oh por dios! ¡Tu no te detienes ni estando convaleciente!

Ambos reímos de manera pícara mientras Robert guardaba el papel en el bolsillo de su pantalón. Nuestras risas debieron llamar la atención de Jaspers ya que él tocó dos veces en la puerta pidiendo permiso para entrar. Pude ver en el brillo de los ojos de Robert que Jaspers estaba más que aprobado.

-Beca ¿Y él es?

Por supuesto que Rob ya suponía de quién se trataba, pero él solo quería fastidiarme y que yo misma le dijera que era mi jefe y posiblemente mi pareja.

-Robert él es Jaspers Conelly; mi jefe.

-¿Tu jefe? Y yo aquí creyendo que eran algo más que colegas del trabajo – lo codee para hacerlo callar, pero eso solo empeoró las cosas - ¿Qué? En serio ¿A caso un simple jefe se tomaría la molestia de acompañar hasta el hospital a su secretaria? No.

-En eso tienes razón – le interrumpió de repente Jaspers con toda comodidad ahora que sabía que él no era una amenaza – no lo haría por cualquier persona, pero resulta que Beca es mi novia.

-¿A sí? ¿Y eso cuando ocurrió?

-Creí que eso había quedado más que claro cuando nos besamos.

-¿Pero se lo pediste oficialmente?

Preguntó Robert cruzado de brazos y con mirada sería, pero tratando de contener la risa.

-No pensé que eso fuera necesario.

-Mhm, pero la cosa es que mientras no se lo pidas oficialmente, ella no es tu novia.

-Muy bien. Rebeca Flinch ¿Me harías el honor de ser mi novia?

-No sé. Es que te tardaste mucho…. – me reí antes su cara de sorprendido – mentira, si acepto.

-Muy bien y ahora los declaro marido y mujer.

-¡Robert!

-¿Qué? Yo solo decía.

Pasamos el resto de la noche conversando, riendo, poniendo al día a mi mejor amigo y planeando el futuro, pero ninguno tocó el tema del intruso en mi casa y sabía que Jaspers solo me estaba dando un respiro por el momento, pero mañana sí tendría que hablar con él. Lo sabía.




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