Luego de muchas compras regresamos a casa. Ya era muy tarde, el sol se escondía tímido en el horizonte. Y madre se veía muy contenta, aunque simplemente fuimos de compras, ese momento es sagrado para las mujeres.
—Ellen, hija... —dijo mi madre... —sigo pensando que el vestido rojo se te veía muy bien, debimos haberlo comprado.
—No... Con los que compramos ya es suficiente... —y cuando digo suficiente me refiero a 25 vestidos, 18 bolsos y 11 pares de tacones.
—Bueno... Como quieras hija...
Cruzamos la puerta principal para encontrarnos con mi padre y Cassian, ya con elegantes trajes puestos y preparados para salir en nuestra búsqueda con rostros de preocupación.
—Aileen, Ellen... —se escapó un suspiro de los labios de papá.
—Padre —le di un gran abrazo —Cassian ven tu también.
—¿Cómo les fue? —preguntó Cassian luego de recuperar el aliento y aparentar que estaba normal.
—Súper —dijimos a coro.
Les mostramos los vestidos e hicimos un desfile... Realmente nos divertimos mucho, o por lo menos madre y yo.
—Iré a hacer la cena... Vayan a darse un baño —dijo padre con rostro exhausto, como si acabara de contar todas las estrellas del cielo.
Fuí a mi habitación y me dí una ducha calentita. Luego me vestí con uno de los vestidos nuevos y bajé a cenar, ya estaba Cassian sentado a la mesa.
Mi ágil padre había preparado unos platillos en el tiempo en el que estábamos en nuestras habitaciones, realmente es el mejor chef de Unique. Habían cinco platillos en la mesa, todos con un aroma exquisito y contrastante. Como siempre solo pude comer una pequeña porción de cada uno.
—Nos vemos mañana, que tengan lindos sueños... —subí a mi cuatro y me tumbé en la cama.
Aquellos dibujos ilegibles en el techo que tenían tantos años como el legado familiar, a la luz de la Luna se veían más que nunca. Eran mi primer misterio resuelto; cuando apenas si podía contar con los dedos había pasado días enteros analizándolos desde todas las perspectivas y posiciones. Era mi propio misterio. Más tarde descubrí que era la constelación de Aquarius, el Dios An que derrama el agua de la inmortalidad sobre la tierra... La constelación que representa el flujo del agua...

Ahora sólo me parecían dibujos hermosos creados por un loco. Uno que amó las constelaciones lo suficiente como para pintar una donde la pudiera ver todas las noches antes de dormir.
Cerré los ojos sin pensar en nada más y me dormí. En la mañana pude levantarme más temprano que de costumbre y logré llegar a tiempo al colegio.
—Ellen... Buenos días —me dijo Arabelle.
—Buenos días... ¿Cómo estás? —le devolví el saludo y me senté mientras observaba el asiento vacío de Arian...
—Bien... Arian está enfermo del estómago, parece que comió algo debió que era alérgico... —me dijo Arabelle al notar que no apartaba la mirada de su escritorio.
—¿En serio? —cada vez esto es más sospechoso...
La maestra de Baile entró en la habitación, siempre parada muy derecha y con la cabeza bien alta, en su rostro la mirada seria y fría de siempre... abrió sus labios, aquellos que severamente regañaba y sacaba alumnos de su clase pero gracias a eso nunca tuvo que decirle a nadie que estaba desaprobado en su asignatura.
—Buenos días —posó sus ojos en cada alumno en el Salón hasta llegar al escritorio de Arian —¿El estudiante Arian Antonio no vino a la escuela hoy?
—No maestra —le respondí —Arian esta enfermo...
—Gracias señorita Ellen... —se dirigió al resto de los estudiantes —De pié. Vamos al Salón de baile.
La clase empezó. Hoy íbamos a bailar en parejas el Tango. Ahora me arrepentía más que nunca de haberle dado café a Arian... Aunque sabía que esa no eran la razón de su ausencia. Mi pareja para el Tango era el príncipe, y ahora no había nadie para salvarme.
—Oh no —dijo la profesora —se me ha quedado el libro del Tango en mi casa... ¿Alguien pueden ir a buscar uno a la Biblioteca?
—Yo puedo ir... —gracias profesora, en serio es mi salvadora.
—Adelante Ellen.
Salí del Salón de baile aliviada de poder perderme una parte de la clase para ir a buscar ese libro y me dirigí a la Biblioteca... La parte de esto que más me parecía emocionante era el hecho de encontrar a Bastián allí...
—¡Bastián Buenos días! —dije emocionada.
—Has silencio es la Biblioteca... —me miró con confusión y prosiguió —¿Cómo...?
—Aphrodite me lo dijo... —ahora sentía que era yo la que tenía las riendas de la situación —Bastián... lindo nombre...
—No vuelvas a decirlo... —Me miró con enojo ¿cómo podía estar de esa manera solo por que diga su nombre?
—Ahora dime Bastián... ¿Cuál es el secreto detrás de la producción de los bienes de los nobles?
—¿Segura que quieres saberlo? —sonrió.
—Claro...
—En algún momento durante la guerra una extraña nave abrió el cielo, y los individuos que la pilotaban le dieron el punto y final a la misma, sin embargo tuvieron que sacrificar dicha nave en el acto. Así que sin imaginarse que aún sobrevivirían algunos humanos ellos habían decidido hacer al mundo renacer de las cenizas como el Fénix. Sin embargo sin su nave eran muy débiles comparado con los humanos y para su mala suerte fueron capturados por ellos. No sólo les esperó el cautiverio... Sino que también fueron forzados a trabajar y algunos sólo les esperó la muerte.
—Oh ¿en serio? ¿Entonces tú qué eres?
—Yo soy... —se acercó a mí —¡Un alienígena!
—¡Ahhhh! —grité. El miedo a lo desconocido era tan grande...
—Calla, calla —dijo mientras miraba a todos lados para ver que no hubiera nadie.
—¡Ayud...! —mis palabras desesperadas fueron detenidas por los delicados labios que acababan de posarse sobre los míos.
Un alienígena me estaba besando, o mejor dicho, Bastián me estaba besando... O eso creía, de repente el choque contra un árbol en el jardín me saco de mis pensamientos...