Ciudad de piedra

Piedra

Ser viajero es algo que siempre quise ser, descubrir el mundo en compañía de la naturaleza. Ser uno con ella.

Hace algunos años, ese sueño se cumplió. Creé un blog, en donde publico videos y cosas de todos los lugares a los cuales visito. El blog y todas las personas que me siguen fueron testigos de como inicie mi viaje y todas las cosas increíbles que me pasaron. Juntos conocimos a Edgar, quien ahora es mi compañero de viaje desde hace años.

 

— Me duelen los piees—se queja, mas no le presto atención y continuó grabando el camino —Santii…

 

—Cállate de una vez —digo con tono burlón —Estas quedando como un quejica frente a nuestros seguidores.

 

Posteriormente, dirijo la cámara a mi rostro y pongo una mueca de molestia, claramente fingida. Estoy seguro, que en el video, la mayor parte del tiempo Edgar aparecerá quejándose en el fondo.

 

—Bueno amigos, parece que Edgar no puede soportar una pequeña caminata...vaya decepción, creo que voy a abandonarlo por aquí…

 

—¡Llevamos horas caminando! —grita, apareciendo en el fondo de la imagen —Y no podrías abandonarme, ¿qué sería de tu vida sin mí?

 

Dejo de grabar y continuamos caminando, entre bromas y risas.

Horas después, luego de descansar en unos troncos caídos que encontramos y comer algo, Edgar y yo vamos caminando por el costado de una ruta cuando, repentinamente, vemos un gutural gruñido detrás nuestro.

 

Al voltear, nos encontramos de frente con un gran oso negro que muestra sus afilados colmillos. Entro en panico, ¿que se supone que se debe hacer cuando estás en medio de la nada y un feroz y salvaje oso parece quererte de cena?

 

—Creo...creo que ya no me duelen los pies —dice Edgar, tragando fuerte. Tanto que el sonido es perceptible en el tormentoso silencio que nos abruma.

 

—Que suerte...—digo sin dejar de observar al animal —¡Corre! ¡Rápido!

 

Cruzamos apresuradamente la carretera y nos adentramos en el bosque, intentando utilizar los árboles como obstáculos pero esto parece inutil, el oso nos persigue prácticamente sin impedimentos. Claramente, el oso no pretende perder su almuerzo.

 

—¡Está alcanzándonos! —miro hacia atrás y efectivamente, los metros que nos separan son cada vez menores.

 

—¡Sigue corriendo, no pares!

 

He de admitir que es un poco inutil el seguir corriendo. ¿Cómo dos personas podrían salvarse del ataque de un oso?

 ¿Lo maravillamos con nuestros videos? ¿Le pedimos una colaboración?

 

Mi cerebro solo procesa una única orden. Corre, corre, corre.

En algún momento, el oso desiste en su persecución y se marcha, pero nosotros continuamos corriendo para asegurarnos de estar lejos de él si se arrepiente de la decisión que ha tomado.

 

—Creo...creo que estoy por escupir mis pulmones —Edgar deja de correr y se sostiene, apoyando las manos en sus rodillas. Ambos jadeamos, cansados, intentando recuperar el aire perdido.

 

—Al menos no fuimos su cena…

 

—Yo creo que hubiera sido el postre… —da una mirada titubeante hacia atrás —¿Crees que regrese? Porque no creo que mis piernas soporten otra carrera.

 

Edgar continúa parloteando pero dejo de prestarle atención cuando, a unos metros de donde nos encontramos, veo la figura de una mujer. Comienzo a acercarme.

 

—Señorita…¿disculpe? —cuestiono cuando no obtengo respuesta. Mi compañero se ha callado y sigue mis pasos. Cuando estamos a pocos metros descubro que en realidad no es más que una estatua hecha de piedra.

 

—¿Que hace una estatua en medio del bosque? —pregunto intrigado. 

Es una bella mujer de cabello largo y ondulado, tiene los ojos cerrados y de uno de ellos, se puede ver como una pequeña lágrima sale, derramándose en su mejilla. A pesar de ello, mantiene una expresión pacífica y una minúscula sonrisa. Viste ropajes antiguos, similares a los de la edad media y entre sus manos, que se encuentran a la altura de su pecho, esconde una gema blanca que parece latir, reflejando un constante brillo.

 

Intrigado, me acerco más a ella y estiro mi mano, para agarrar aquella gema que me recuerda a un corazón, latiendo rítmica y relajadamente.

 

—Mira esto —Edgar está frente a otra escultura de piedra que yace a unos metros de la mujer. Olvido lo que estaba por hacer y me acercó.

 

Es un pedestal y tiene algo inscrito. Paso mi mano por encima, quitando algunas hojas.

 

—Cuando la oscuridad nos rodeó, alguien debió sacrificarse. Contenerla junto a la gema de la luz, pero nadie quiso ser una eterna piedra. Cuando el bosque se tiñó de gris, ella nos salvó. Ahora yace dormida en su cuna de piedra, esperando el… —no puedo continuar leyendo a causa de una enredadera que creció allí, y aunque intento arrancarla, esta se mantiene en su lugar.

 

—Esto merece un video…

 

Edgar posiciona la cámara entre las ramas de un árbol y cuando la luz roja se enciende comienzo a explicar nuestro encuentro con el oso y lo que encontramos después, las acotaciones graciosas de mi amigo no faltan.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.