Ciudad de piedra

Calma

Me despierto temprano por la mañana a causa de la luz del sol que se cuela por la ventana de la habitación. Salgo de la cama lentamente, intentando no hacer ruido para no despertar a Tyr, quien duerme pacíficamente.

Antes de marcharme de la habitación acaricio su cabello y él se remueve un poco para luego acomodarse en la cama y seguir durmiendo.

 

Salgo de la habitación y camino por los silenciosos pasillos hasta llegar a la cocina, en donde me encuentro a Danna, la mujer encargada de preparar la comida.

 

—Buen día, señorita Eirlys —dice al verme.

 

—Buen dia —contesto con una sonrisa amable —Y no me llames así, te lo he dicho cientos de veces.

 

Danna ríe al oirme y se voltea para revolver algo que se encuentra preparando. Me dá una bebida humeante que acompaño con un panecillo y mientras desayuno, platicamos sobre algunas cosas sin sentido. Compartimos algunas recetas y trucos para que las plantaciones sean más sabrosas.

 

—Buen día —dice una voz ronca detrás de mí. Antes de poder girarme a observarlo, sus brazos me rodean y deja un cálido beso en la coronilla de mi cabeza.

 

—Hola —digo intentando observarlo.

Tyr se sienta a mi lado, dejando uno de sus brazos colgando de mis hombros.

 

—¿Por qué no me despertaste? —cuestiona luego de sostener y  el desayuno que Danna le da y regalarle una sonrisa.

 

—Es que te veías muy tierno durmiendo —digo sonriéndole.

 

Hace una mueca fingida de desagrado que yo respondo, de manera un poco infantil, sacándole la lengua.

Me levanto de la mesa y le doy un tierno beso antes de dirigirme hacia la salida trasera del castillo.

 

—Iré con Steph, nos vemos luego ¿si?

 

—Claro, nos vemos —contesta con una cálida sonrisa y un guiño de ojo mal hecho.

 

Rio saliendo del lugar, paso por el lugar en el que se cuelga la ropa mojada y saludo a quienes me encuentro en el camino. Al llegar al pueblo, encuentro a mi amiga en un negocio de joyas. Se encuentra de espaldas a mí, sosteniendo un collar dorado con una pequeña piedra roja.

 

—¡Hola! —grito en su oído, sobresaltándola.

 

—¡Eirlys! —dice con una mano en el pecho —Me has asustado.

 

—Lo sé, esa era la idea.

 

Pasamos unas horas por el pueblo, observando los negocios y comprando algunas cosas.

Un rato antes de que el sol comience a caer nos encontramos a Tyr.

 

—¿Puedo robarte a mi chica un rato? —pregunta mientras me agarra de la cintura.

 

—Y para colmo pregunta —dice mi amiga rodando los ojos de manera burlona —Si,si vayanse. Todos sabemos que no pueden pasar más de cuatro horas separados.

 

—¡Nos vemos luego! —le digo mientras Tyr me arrastra por el camino, riendo y burlándose de ella.

 

Caminamos por unos minutos hasta llegar al caudal y apenas nos acercamos nuestros músculos se destensan y respiramos relajados.

Me observo en el agua cristalina y por unos instantes veo a aquella niña con la cara llena de escamas en su rostro, que vivía encerrada en una cabaña protegiéndose de los males de la sociedad.

Aquella ilusión se marcha cuando Tyr se posiciona detrás de mí y me abraza por los hombros. El agua ahora refleja a una pareja completamente normal que de aquello, poco tiene.

Sonrío porque por primera vez, en demasiado tiempo, siento que todo se encuentra en su lugar.

 




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