Camino por el bosque con la mirada baja. Suspiro, cansado por el largo día.
El castillo se sentía demasiado solitario y cuando el sol cayó, ya no podía continuar allí. Salí y comencé a caminar sin un rumbo fijo, hasta llegar al bosque. Por alguna extraña razón, siempre me gustó estar aquí. Desde pequeño disfrutaba venir y me quedaba horas enteras observando, recorriendolo.
—Siempre quise saber...¿Qué es lo que te gusta tanto de estar aquí? —me preguntó Elisse, mi madre, hace ya una década. Su rostro estaba lleno de arrugas y sus ojos demostraban un cansancio que provocaba que mi corazón doliera, anunciándome que poco tiempo le quedaba a mi lado —Desde que eras una pulguita revoltosa te gusta venir…
—No se como explicarlo...siempre sentí que debía estar aqui...que debo...nada, es una tontería —dije sacudiendo la cabeza, sonriéndole a mi madre, la cual me veía con atención.
—Dime… —dijo mientras se estiraba para acariciar mi cabello con sus ya ancianas manos.
—Es como si debiera esperar a alguien…
Luego de decir lo que oculte por mucho tiempo, la observe. Esperando que se burlara de mí, que dijera que aquello era una tontería. Pero al contrario de lo que creí, mama dijo:
—No es una tontería, hijo —enganchó su brazo con el mío y comenzamos a caminar por el bosque —Años atrás, un ser extraño apareció en el pueblo. Tu padre y yo te encontramos en un río, con escamas en la piel que un día, mágicamente desaparecieron. Dejaste de envejecer… ya todo me parece posible.
—¿Crees que sea real?
—Quizas...quien sabe, solo espero que aquella persona sea buena…
Cuando mamá murió, me hizo prometer que continuaría yendo al bosque. Que seguiría esperando, que no ignoraría a mi corazón.
Y así lo hice y lo sigo haciendo.
Cuando estoy por regresar al castillo, oigo una rama crujir a mis espaldas y luego una voz quejarse.
—Estupido vestido —me acerco a la fuente de sonido y encuentro a una mujer, cubierta por una capa azul, jalando su ropaje que se encuentra enredado en una rama.
—¿Necesitas ayuda? —se sobresaltó al oírme y cuando me observa, es como si aquella sensación de espera que siempre me atormentó, se esfumase —Lo siento, no quise asustarte.
Su piel oscura, convinada con sus ojos negros le dan una apariencia misteriosa pero a la vez, hermosa y magica.
—Es el vestido que…
Me acerco y luego de jalar un poco, la rama libera su ropa y ella sonríe en agradecimiento.
—¿Qué haces aquí, de noche? —cuestiono y de repente, su expresión alegre la abandona y adopta una postura tensa.
—¿Qué haces tú aquí?
Tras mucho insistir, la convenzo para que me siga y nos dirigimos al pueblo.
Cuando estamos pasando por el centro de este, algo extraño ocurre.
Un inusual brillo se hace presente, tan fuerte que muchas de las personas abandonan sus casas para ver qué es lo que ocurre.
Cuando el brillo se desvanece, se dejan ver dos seres alargados llenos de escamas. Mientras que uno posee escamas similares a las que tenía yo de pequeño, el otro reluce con escamas negras brillantes.
Jadeos de asombro se escuchan detrás de nosotros, más soy incapaz de despegar mi vista de aquellos seres, similares a dragones.
Suspendidos en el aire, se mueven con gracia hasta rodeanos, a la mujer desconocida y a mí. El de escamas negras da una vuelta alrededor de ella, al igual que el otro jace conmigo y luego se alzan hacia el cielo hasta unirse en una danza y desaparecer frente a nuestros ojos.
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Editado: 11.10.2021