Ciudad del Alquimista

Carta; Despedida de Maika

Aiden comenzó a recobrar la consciencia gradualmente, a lo primero que reaccionó fue que su espalda se encontraba presionada contra una suave superficie, entonces se dio cuenta que estaba acostado. En el primer intento de abrir sus ojos sintió la ira de la luz en su retina, hasta que en el tercer o cuarto intento finalmente se acostumbró a la misma.

Lo que encontró fue cuatro paredes que le eran más que familiares, la superficie suave era su cama y la fuente de la molesta luz, una bombilla ahorrativa adherida a un ventilador anticuado colgado del familiar techo.

Aún en un estado de confusión levantó la parte superior de su cuerpo y al hacerlo visó algo, las pupilas de sus ojos se dilataron cuando vio las tiras largas de color blanco con manchas rojas en ellas.

—¿¡Qué significa esto!?

Los trozos de vendas de primeros auxilios cubiertas de sangre estaban regados a lo largo de la habitación. No eran suyos, aunque todo su cuerpo dolía por la experiencia del día anterior, estaba seguro de ello, y eso significaba que solo podían pertenecer a la otra persona que estuvo en la habitación.

Entonces notó las hojas que estaban en su pecho y se cayeron sobre sus piernas cuando se levantó. Era una carta dirigida para él:

«Si te estás preguntando por las vendas, no te preocupes. ¡Cómo puedes ver ya estoy casi como nueva!, claro... No puedes verme, de hecho, seguramente nada de esto hace sentido para ti, ¿No es cierto? Solo lee hasta el final. Tendrás que tomar mi palabra por esta vez»

Aiden arrugó levemente los papeles, lo suficiente para no arruinar sus contenidos; estaba siendo cuidadoso. La pregunta al extraño mensaje apareció, con la misma velocidad vino la respuesta y, confirmando su suposición, la siguiente línea que leyó dijo todo lo no se atrevía a formular.

«No debí dejar que te involucraras después de todo. Solo mírate, eres un chico normal que no pertenece a este mundo ¡No voy a dejar que seas parte de este mundo! ¿Sabes? El propósito porque vine a esta ciudad… A pesar de ponerme violenta contigo, la verdad es que me divertía con tus tontas ocurrencias, tanto que estuve a punto de olvidarlo. »Muchas veces pienso lo difícil que es hacer esto sola, lo injusto que es el mundo, y me veo forzada a actuar fuerte.

»Debo ser la más fuerte. Así llegué a pensar, ¿Por qué no dejar que me ayude? Ese fue el momento que me decidí a no involucrarte.

»Vine a proteger a las personas que están en peligro sin saberlo, no a ser salvada. Pasé por tantos problemas para poder entrar a esta ciudad oficialmente y sin embargo armé todo tipo de alborotos. Me di cuenta que aún me falta mucho por aprender, pero soy una cazadora, debo actuar como tal a partir de ahora, no importa si debo enfrentarme al mundo sola. Tan solo… Permíteme ser egoísta y caprichosa con este final, así que como final de nosotros quiero agradecerte como es debido. Gracias, Aiden… Espero que también puedas continuar y que te esfuerces por convertirte en el tipo de hombre que quieres ser.

»Fue interesante el tiempo que pasamos juntos, pero somos de mundos diferentes y aunque fue injustamente corto para mí son buenos recuerdos»

"Att: Maika" Se leía al final de la página.

Los sentimientos plasmados con letra temblorosa era justo lo que esperaba que fuesen, pero de alguna manera, de todos modos habían llegado a una parte profunda de su corazón.

Su conciencia no comprendía el peso que sentía. No hallaba el coraje de aceptar el por qué, pues a pesar de estar presente, no fue parte de lo que ocurrió en esa habitación, de la decisión. No fue más una carga, la causa del dolor de una chica.

Cuando Maika tomó probablemente una de las decisiones más duras de su vida, una que fácilmente podría ponerle un fin a ésta, Aiden estaba allí y su opinión no importó, su voluntad no logro alcanzarla.

Tan solo momentos atrás el sonido como un saco de papas impactando el sueño se permeo por el espacio de 6x4; Aiden se encontraba inconsciente. Momentos que habían trascurrido ya y no podía hacer nada para cambiarlo.

—Ahora…Kh! —Un repentino dolor se extendió desde su costado derecho hasta su ombligo. Maika tomó un segundo de aire y ese segundo la tela de su prenda quedó manchada de un rojo nítido. Levantó su camisa hasta la altura de la boca del estómago para mostrar su abdomen cubierto de vendas, estás a su vez, cubiertas de grandes puntos rojos a irregulares intervalos. Las mismas que había probado ella por el sobre uso de magia—. No está tan mal… Aiden aún toma prioridad —dijo casi exhausta de aliento.

Lo que iba a hacer requería de un substancial poder mágico, por lo que tratar sus heridas tendría que esperar para asegurar el procedimiento a continuación.

Acomodó al saco humano en el piso como si este fuera el protagonista de un velorio y colocó. Había perdido la mayoría de sus instrumentos en la escuela, por suerte podía improvisar; resulta que los harapos, que antes era ropa de Aiden, harían el truco. El hechizo todo mago lo conocía, tanto así que era inútil contra otros de este mundo, pues apenas notasen el olvido romperían el hechizo con facilidad. Maika tomó cinco pedazos de tela del tamaño de un dedo; sobrantes de los muñecos que representaban a los elementos básicos, dibujo un símbolo en cada uno, los anudo como bolas y colocó sobre el pecho de Aiden.

Maika recitó el cantico y las cinco bolitas levitaron varios centímetros, entonces comenzaron a girar en dirección de las manecillas de un reloj. Las revoluciones iban aumentando hasta las bolas se volvieron borrosas y empezaron emitiendo cada una su luz: rojo, azul, amarillo, verde, café. Un par de segundos más tarde fueron desacelerando hasta detenerse, aun brillando, y comenzaron a girar en la revolución contraria. Igual que antes las revoluciones iban aumentando, sin embargo cuando parecía que iba a alcanzar su velocidad máxima algo ocurrió, irrumpiendo el proceso. Las bolitas luminosas salieron disparadas cada una en direcciones diferentes.




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