Regresé a la casa y me encontré con Lionel antes de entrar, el mayor. Al parecer me estaba esperando. Decidí hacerle las mismas preguntas que al que se fue. En estos momentos no confiaba en ninguno. Era muy duro para mí y me dolía en lo más profundo, pero algo muy extraño y desconcertante estaba pasando. Mis nervios estaban de punta.
—¿Qué fue lo primero que hiciste por mí cuando nos conocimos?
—Buscarte el mango que te gustaba.
Exelente respuesta. Segunda:
—¿Nuestro primer beso fue de día o de noche?
—Casi a media noche cuando te llevaba de regreso a la casa de tú tía después de ver una película.
Esa si que era una respuesta con precisión. Empezaba a relajarme. Eso nunca se lo había contactado a nadie y a jugar por la personalidad del verdadero Lionel, estaba segura que no lo haría. Tercera pregunta:
—¿Cómo se llama esa tía?
—Martha.
Creo que no era necesario hacer la cuarta pero la hice de todos modos.
—¿De qué color son sus ojos?
—Verdes.
Respondió sin pensarlo. No era un color tan común así que no tuve más dudas, este sí era el verdadero. Me alegraba enormemente que en verdad fuera él. Después de un reencuentro conmovedor y de reavivarse de nuevo la llama, sería muy decepcionante que no confiera en él y que le tuviera temor. Siempre tememos a lo desconocido, así es la naturaleza humana.
***
Esa noche dormimos, mi madre y yo, en uno de los tantos cuartos de la casa. Lo que yo llamaba casa era más bien una mansión. Mi madre era muy amiga del dueño y él la había invitado a pasar su cumpleaños allí. Una de sus propiedades heredadas, la más antigua según palabras de mi madre.
—Mamá, ¿habías estado aquí antes?
—No.
—Porqué pasar tu cumpleaños aquí y no con la familia.
—Era algo nuevo y como Sergio me había hablado tanto de este lugar tenía curiosidad de conocerlo.
—No me gusta, me de miedo. Mañana nos regresamos.
—Está bien cariño. Cómo tú quieras. Ahora duerme que es tarde.
Era un alivio saber que estaba de acuerdo conmigo. Me desperté por una sofocante sensación de falta de aire. Prendí la luz y miré para el lado de mi madre para pedir ayuda. ¡No estaba! Descubrí con horror.
Salí de la habitación con desesperación como pude. La falta de aire era tan grande que no podía hablar. ¡No tenía forma de avisar a nadie! Caminé sin rumbo por todos los pasillos en busca de alguien pero no había nadie. Mi cabeza estaba nublada, no podía pensar con claridad. Me caí al suelo y empecé a arrastrarme desesperada. Vi una tenue luz que entraba por una puerta abierta y me arrastré hacia allí con la esperanza de encontrar a alguien. Para mí sorpresa estaba de vuelta en el mismo balcón de ayer en la tarde y estaba intacto. Tal parecía que nunca pasó lo que viví ayer.
Hacía feos rudos al respirar, creía que moriría en este preciso momento. A mí me sonaban como las últimas bocanadas de vida. Sentí un terror absoluto. Moriría de esta manera y allí sola. Por más que trataba de llenar mis pulmones de oxígeno se sentían vacíos, era como si no hubiera aire a mi alrededor. Adiós mamá, adiós Lionel. Me despedí en mi mente.
Unas luces enceguecedoras se acercaron, entrecerré los ojos para intentar distinguir de qué se trataba. Al principio no pude ver nada por la incomodidad pero luego pude distinguir a unos hombres vestidos con trajes muy raros, con unos cascos más extraño que el de un astronauta moderno. Actuaban como si fueran de las fuerzas especiales. Descendían de un vehículo extraño que permaneció estático en el aire, eso fue lo último que pude ver antes de desvanecerme por completo.
Desperté sobre una enorme cama. Aunque todo era blanco, las paredes y las sábanas, no tenía pinta de ser un hospital. Me levanté. Para mí suerte podía respirar bien. Me dirigí hacía la única puerta que tenía esa habitación y la abrí. Sentí un gran alivio, no se porqué razón creí que estaría cerrada con seguro desde el exterior. Me encontré con un largo pasillo. Miré a un lado y al otro. Me decidí por ir hacia la derecha. Me pareció interminable. Después doblé a la izquierda y así seguí avanzando.
Todo el lugar parecía desolado. El silencio era perturbador. Al fin escuché sonidos y voces. Me guíe por eso y luego llegué a un salón bien grande. Allí habían muchas personas. Unos rostros desconocidos y otros no. Me alegré muchísimo al ver el de mi madre que se iluminó al verme. Corrí a su encuentro y nos abrazamos llorando. Al alzar la vista lo vi. Allí también estaba Lionel, el mayor. Lo miré largamente. Un grito espantoso llamó mi atención. Más bien la de todos. Solté a mi madre y nos dirigimos hasta allí para ver lo que pasaba.
Había un hombre al cuál la frente se le veía como si fuera un arcoíris. Recordé que lo había visto antes, no al hombre, este era otro, me refiero a esos sorprendentes colores en la frente. Los colores se movían para mí asombro como si tuvieran vida propia. De pronto el rostro del individuo se empezó a distorsionar, parecía que aumentaba de tamaño. Pronto comprendí que no parecía, en verdad aumentaba de forma desproporcional. El pobre hombre se tocaba desesperado y gritaba con horror.
—¡Ayuda por favor, ayuda ayuda! Me duele, me duele...
Partía el alma. Pero nadie hacía nada por ayudarlo.
Todos lo presentes estábamos como paralizados y para donde se dirigiera el hombre lo único que hacía la gente era huir de él aterrados. Es que de verdad te helaba la sangre de solo mirarlo. Nunca nadie había visto algo así, al menos yo nunca y a jugar por la expresión y la actitud de los demás estaban igual que yo o peor. El terror era generalizado.
De pronto el hombre explotó. Literal. Un líquido verde viscoso se unió con una sangre negruzca. Era asqueroso de ver y a la vez doloroso. Sus restos estaban esparcidos por doquier. !Un hombre que pedía ayuda acababa de morir de forma impresionante frente a una multitud!
El horror se instaló en mi mente. Una alarma se prendió de repente, me pegó un susto de muerte. Me llevé una mano al pecho. El sonido era diferente a cualquier alarma que había escuchado antes. Me paralice. Unos hombres uniformados llegaron, estaban armados con armas extrañas. Tenían el mismo traje extraño que los que me rescataron, probablemente serían los mismos. Supuse que lo eran más bien. El tipo de máscara que llevaban ahora era mucho más sencillo, no tan extravagantes como las de depredador en la película, comparé. Aunque la verdad ninguna de las dos realmente se parecían en nada a las usadas en esas películas, nunca antes las había visto en ninguna y eso que era fan de ese mundo. Pensé que nos matarían a todos allí mismo. Tuve más miedo por mi madre y por Lionel que por mí misma.
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Editado: 25.02.2021