Ciudad OnÍria

¿SE ACABÓ LA TRANQUILIDAD?

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La mañana transcurre muy tranquila. Ir y venir de pequeños grupos a tomar un aperi-tivo me hacían estar lo suficientemente entretenida para no pensar en nada más, hasta que llegó la hora de comer, la cual tengo que aprovechar para hacerlo yo también ya que no hay nadie. Cuando se van los últimos clientes aparece Ell con una bolsa de comida de un burger:

—¿Desde cuándo le importas al motorista ese?—me encojo de hombros.

—¿Qué quieres que te diga Ell?.

—No me gusta que ese tipo se preocupe tanto, si es que en realidad lo hace. Porque nadie sabe nada de él, de donde salió, quien es, que vino a hacer.

Salgo de la barra y llego a él. Agarro su mano y lo llevo a rastras hasta el vestuario, colocando el cartel de “vuelvo en 5 minutos” de pasada aprovechando que estaré sola un buen rato. Sigue mi ritmo a trompicones. Entramos y cierro a cal y canto, Ell me mira extrañado:

—¿Qué pasa?.—sí, ya se me había pasado el enojo.

—Cojo mi mano y la pongo sobre su pecho.

Ambos miramos sin decir ni una palabra, pero no pasa nada. Frunzo el ceño, algo estaba fallando, ¿porqué con él no funcionaba?.

—¿Nena?.—pregunta confuso.

—Quería enseñarte algo.

Retiro la mano y empiezo a dar vueltas por la estancia pensativa. Algo estaba saliendo mal. Tenía que pensar, encontrar el modo y demostrarle lo que podía hacer. Ell empezaba a impacientarse, así que vuelvo a intentarlo pero no consigo nada. Me siento en una de las sillas dada por vencida:

—¿Me vas a decir algo?.—pregunta.

Me levanto mientras pienso en algo que pudiera haber hecho diferente a las otras dos veces. “¡Eso es!” me dije… tenía que ser el contacto piel con piel, aunque no estaba segura al cien por cien, volvería a intentarlo puesto que era lo único que estaba haciendo diferente tras recordar que con Ethan, fue de manera relajada, simplemente el mismo se levanto un poco la camiseta antes de demostrar aquel acto. Me vuelvo a acercar a él, le subo la sudadera y pongo mi mano sobre su pecho:

—¿Qué…?.—Ell enmudece al ver lo que estaba ocurrien-do.

—¿Ves?.—mantengo la mano.

—¿Cómo..?.

—Me ocurrió ayer cuando estaba en el baño con Price.

—¿En el baño con Ppprice?.—se retira.

Uppps… había olvidado ese pequeño detalle, me son-rojo aunque no sé porqué. No recordada que Ell era ajeno a mi contratiempo en los baños con Price. Intento desviar el tema, pero no surte efecto por mucho tiempo:

—¿Qué sentiste?.—contesta sin mirarme:

—Un hormigueo. ¿Qué más puedes hacer?.—me enco-jo de hombros.

—Estoy segura que muchas más cosas, sólo tengo que descubrirlo.

—¿Porqué no me contaste nada?.—vuelve al tema.

—Es como el pan de cada día. Con Price es siempre lo mismo.

—Pensé que las cosas estaban calmadas entre voso-tros. ¿Cómo paso?.

—Volvió a recriminarme por la maldita marca, y al aga-rrar mi mano y ponerla sobre ella como recordándome la herida que le había causado, pasó esto.

—¿Pero no hubo daños?.

—Imagino qué lo que sentiste lo sintió él.

Salimos del vestuario y vuelvo a colocar el cartel. Nos sentamos en una mesa cerca de la barra por si venía algún cliente. Comimos tranquilamente dando por zanjado el tema de Price, del motorista, y por supuesto ni hablar de su “ExTacy”, aunque al parecer a él no se le olvidaban las cosas tan rápidamente, ya que de una manera u otra siempre volvía a los temas más espinosos:

—Pero… ¿qué pasó realmente?.

—Ya te dije —contesto mientras trago un trozo de nugget de pollo.

—Es todo muy raro.—se acomoda hacia atrás en la silla colocando sus brazos entrecruzados sobre el pecho, escrutándome con la mirada.

—A ver Ell…no sé, ¿vale?. Price se presenta aquí diciendo que quiere hacer las paces y me invita a la fiesta, luego me retiene a la fuerza en los baños y pasa esto… Créeme que yo soy la que menos entiende.

—Gené…es Price, tía.—entendía perfectamente que me quería decir.—Y ¿el “angelito”?.

—¿Qué pasa con él?.—pregunto sin levantar la vista de mis patatas fritas.

—Le gustas.—me atraganto de forma que tengo que soltar toda la comida que tengo en la boca sobre uno de los envases ya vacíos. Elliot me mira fijamente con semblante retorcido.

—¿Porqué no en vez de inventar cosas, intentas arre-glar la mierda de relación que tienes con tu Ex-tacy?.—cambia solamente la postura aproximándose más a mí hasta estar a escasos centímetros:

—No me interesa Stacy.—aclará en tono muy bajito pero firme.

—Pues al menos aclararos para que no vuelva a pagar los platos rotos otra tonta e insignificante, como yo.

—¡Ohh vamos, nena!.—se levanta dando un golpe en la mesa y resoplando.—Creí… .

—Creíste qué… ¿el qué?.

—Pensé que ya estaba olvidado… sabes perfectamen-te que no quise decir eso.—aclara mientra se peina con los dedos.

—Pero así me hiciste sentir Elliot.

—¿Elliot?… ¿Ahora soy Elliot?

—Ell, entiéndeme. Creo que después de lo que pasó en la fiesta con tu ex, y la infinidad de altercados con Price, Ethan, etc me merezco que me tengas un poco en consi-deración y no me trates como un bulto sospechoso.

—Ok…ok…¿ahora yo soy Elliot y ese fantasma es Ethan?.

—¿Qué?.—me levanto frunciendo el ceño.

—¿Cuándo se cambiaron las tornas?.—golpea la mesa.

—Ell…no te comprendo.

—Ese tipo pasó de ser un cretino a ser Ethan. Para colmo me está robando a mis chicas.



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En el texto hay: amor, magia, ángeles

Editado: 09.01.2022

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