Ciudad OnÍria

PORQUE SIEMPRE FUISTE TÚ

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Entro en casa tras despedirme de Elliot. Me apenaba dejarlo solo ante el peligro pero yo no estaba dispuesta a hacer más por alguien que no se lo mere-cía. Esperaba pacientemente que transcurriera el tiempo lo suficientemente lento para poder descansar antes de ir al trabajo, una hora y media no daba para mucho, ya que estaba claro que dormir ya no iba a poder.

Me ducho para quitarme el estrés, y acto seguido caigo despanzurrada sobre la cama como un guiñapo. Respiro hondo, y algo se me encoje en el interior. No había transcu-rrido ni media hora cuando llaman a la puerta, esperaba que Ell hubiera encontrado guardería para el niño de papá. Abro rápido pensando que era él, pero me equivocaba:

—Hola.—dice aquella voz insoportable que parecía no querer dejarme una tregua.

Suspiro y pongo mis ojos en blanco. Trato de cerrarle la puerta en la cara pero lo evita:

—¡Por favor, Gené!

—No Price, ¿estás hablando en serio?

—No tengo donde ir.

—Tienes cientos de amigos.

—Sé que tú no vas a criticarme.—frunzo el ceño. No entiendo a que se refiere con eso.—No te importo, ¿no es así?.—Asiento.—Por eso mismo sé que no me vas a sermonear.

—A ninguno de los dos nos importa el otro.—miento.

—A eso mismo me refiero.—dice cabizbajo.

—Está bien. Pasa.

Le indico que se acomode en el sofá. Lo observo mirar-me de forma extraña cuando me doy cuenta que aun tengo la toalla envuelta en mi cuerpo. Sacudo la cabeza evitando decir ninguna barbaridad:

—Ahora vuelvo. Ni se te ocurra moverte de aquí, te lo advierto si no quieres que tengamos problemas.

—¿Dónde crees que voy a ir?.

—Me refiero al resto de la casa. De aquí para afuera lo que quieras, incluso sería lo mejor. No me gusta que merodeen por mi casa.

—Tranquila, no lo haré. No notarás que estoy.

—Eso espero.

Vuelvo a mi cuarto y me visto rápidamente, no me fio de Price, y menos cuando aun apesta a alcohol. Me cepillo el pelo cuando a través del espejo del baño lo veo observándome apoyado sobre el umbral:

—¿No te dije que no te movieras?.

—Quería mirarte así.

—¿Así como? Price, de verdad…no quiero jueguecitos, y mucho menos para acertijos.

—¿Qué problema tienes conmigo?.

—Tú eres el problema.

Salgo del baño y vuelvo a mi dormitorio a coger la mochila e irme. No soportaba tener que aguantarlo, pero me sigue y eso me hace encararlo:

—Da gracias que aun tengo algo de humanidad a pesar de lo imbécil que eres.

—¿Tanto me odias?.

—Tengo motivos más que suficientes, ¿no crees?.

—A él no lo odiabas.

—¿De quién hablas?.

—Ethan… lo querías… como hombre.

—¿Qué te importa?.

—Me importa. Si dejaras de llorar por las esquinas…

Price me sujeta del brazo con fuerza. Me cabrea, sin embargo no soy capaz de utilizar mi magia para soltarme y hacerme respetar. Desde que Ethan murió no volví a usarla, ya que eso era lo que me había llevado a él, y me era más fácil sobrellevar su ausencia de ese modo:

—¡Venga brujita!

—¡Price, suéltame!

—¡Dime… dime que pasa con él!.

—No pasa nada.

—¡Joder, Gené. ¿Me crees estúpido?!.

—No entiendo que pretendes. ¿Me estás reclamando?.

—Lo amabas ¡¡¡lo amabas!!!.—me suelto llena de rabia y lo empujo:

—¡¡¡Nooo!!! no, no es eso.

—¡¡¡Pues deja de comportarte como la jodida viuda!!!.—se me escapa una bofetada.

Salgo de aquel cuarto, él sigue mis pasos. Necesito espacio, respirar aire puro. Price había contaminado todo con su presencia. Me detengo en la puerta, antes de salir le advierto:

—Cuando vuelva no quiero verte aquí.

—Gené.

—NO QUIERO VERTE EN MI CASA. Hoy tengo medio turno, ya sabes lo que quiero decir.

Salgo totalmente fuera de mí. Acababa de destruir la poca compasión que sentía por él en esos momentos. El tema Ethan era tabú para mí.

 

Pasan las horas lentas. El día se me hacía pesado, solo me quedaba la esperanza de que al volver él ya no estuviera. Veo a su parda de borregos entrar y sentarse en la mesa del fondo, como siempre. Al servirles, los escu-cho hablar del mentado e inconscientemente trato de escuchar la conversación pero sin mucho éxito. Solo pude saber que estaban preocupados después de la discusión con su perra de turno, pero al percatarse de mi presencia, callaron. Vuelvo a la barra y T.J no demora en llegar a ella:

—Eh, Larsson. ¿Sabes algo de Price?.—enarco una ceja.

—Dime de otra persona y quizás.

—¿Seguro?.

—¿Porqué debería saber algo?.

—Quizás el tío Ell te dijera algo al respecto. Cuando se trata de Chris es una tumba.

—Pues no sé nada. Y si te soy sincera, me importa más el jilguero de mi vecina que él.

—Temo que le haya pasado algo. Ayer se montó gorda.

—Bicho malo nunca muere. Y ¿qué pasó?.

—Una bronca con una de sus… chicas.—se rasca la nuca.—Bueno, más bien con dos de sus chicas. A veces pierde el control cuando bebe.

—Oh, pobre “el príncipe de Stevenson Rach”.—dije con burla.

De pronto aparecen por la puerta Becca y otra chica rubia que no había visto en mi vida. Observo como todos se miran entre sí al verlas llegar. Becca ni me mira –sé que la doy miedo después de lanzarla por los aires, cosa de la que me siento muy orgullosa–, la otra sonríe de forma hipócrita. T.J observa a sus amigos, y acto seguido hace un mohín, no entendía que ocurría. Lo miro esperando una explicación aunque sabía que no me la daría. Erick, otro de los amigotes hace un guiño a Steven que no tarda en soltar la lengua:



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En el texto hay: amor, magia, ángeles

Editado: 09.01.2022

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