—Espero que no te hayas asustado mucho en el juicio.
Estaban ya fuera de la enorme sala de actos. Alice sintió el sol en la cara
y tuvo que entrecerrar los ojos para mirar a Jake. Él la había seguido.
Seguía pareciendo entusiasmado.
Sin embargo, gran parte de su entusiasmo desapareció cuando vio la
expresión confusa de la chica.
—No sé si te acuerdas de mí, pero ¡no pasa nada! Yo tampoco me
acord...
—Claro que me acuerdo —lo interrumpió—. Tú me encontraste y me
salvaste. Nunca podría olvidarlo.
—¡Sí! —Él pareció sinceramente entusiasmado otra vez—. Es un placer
conocerte de forma más... formal.
Alice lo miró mejor. Su sonrisa parecía sincera. Iba vestido con ropa
vieja y ancha, igual que ella. Su pelo era un nido de rizos castaños algo
alborotados que, sin duda, habría hecho que cualquiera de su zona
contuviera la respiración de manera dramática. Jake tenía los ojos marrones
y la mirada algo insegura, pero alegre. Y lo que le daba el toque perfecto
eran las pequeñas pecas que cubrían su nariz y sus mejillas. Sintió como si
lo conociera de toda la vida.
—Eeeh..., me han asignado enseñarte la ciudad. —Él miró la pierna de
su compañera, dubitativo—. Pero quizá sea mejor esperar un poco.
—Estoy bien.
Quería verlo todo. Se sentía mucho más segura después de haber
superado aquella prueba inicial. ¡Y seguía viva en una ciudad rebelde! Sin
duda su padre estaría orgulloso de ella.
—Ah, genial. —Jake sonrió ampliamente—. Sígueme, entonces.
Empezaremos por lo peor, así terminaremos con lo mejor —rio.
Alice cojeó detrás de él, que caminaba por la ciudad confiado, como si le
perteneciera. Sintió que todas y cada una de las personas con quienes se
cruzaban la miraban con desconfianza y se preguntó si había sido buena
idea aceptar quedarse. Claro que, pensándolo bien, tampoco es que tuviera
otras opciones.
—Cuando te encontré, pensé que estabas muerta —le comentó Jake—.
Me asusté que no veas, je, je, pero vi que respirabas y me tranquilicé.
—¿Por qué me ayudaste? —preguntó Alice.
—No lo sé. —Él se encogió de hombros—. Sentí que... No lo sé. Era mi
deber, ¿no? Mira, ¿ves eso?
Señaló una casa que había a su derecha. Era un pequeño edificio viejo de
tres pisos cuya fachada no había sido pintada en muchísimo tiempo. Alice
vio que, tras las ventanas, había mucha gente moviéndose.
—Es la residencia de los alumnos, donde vivimos la mayoría de los
jóvenes de la ciudad mientras vamos a clases y se decide en qué podemos ser útiles a la comunidad. Seguramente te pondrán en el grupo de los
avanzados. Yo estoy en el de principiantes. —Se aclaró la garganta,
avergonzado—. No es que sea malo, ¿eh?, es solo que..., bueno, da igual.
Dormimos todos en el mismo edificio, pero no solemos mezclarnos entre
grupos. Los principiantes estamos en el tercer piso, que es el peor porque es
el más pequeño y caluroso; los intermedios en el segundo y los avanzados
en el primero. No sé por qué no nos mezclamos, la verdad... Somos gente
guay, ¿sabes?
—¿Los avanzados son los... guardianes?
—No, son alumnos a quienes ya les han asignado una especialidad.
Armas, informática, lucha..., hay varias opciones. Max, el guardián
supremo, es quien decide cuándo un alumno avanzado está suficientemente
formado y preparado para empezar a ser útil a la ciudad. Entonces, le asigna
una casa para él solo. ¿Te imaginas? Eso es a lo que aspiramos todos.
Bueno, detrás están los campos de entrenamiento. Es decir, el infierno.
—¿El... infierno? —Ella parpadeó, sorprendida.
—Es una expresión. —Jake la miró, extrañado. Alice lo observó más
extrañada aún—. Una forma de hablar. Para que... Bueno, da igual.
Volvieron a emprender la marcha.
—¿Qué se entrena ahí?—preguntó Alice.
—A los principiantes se nos imparte conocimiento general, así que no lo
sé. Nos entrenan duro y nos enseñan distintas disciplinas para descubrir
nuestro punto fuerte. Aquellos que superan la prueba de nivel, pasan al
grupo de intermedios, donde se sigue practicando todo, aunque empiezas a
centrarte en aquello que se te da mejor. Y los avanzados, como te he dicho
antes, son los que se ya son muy buenos en algo concreto.
—¿Y si no tienes puntos fuertes?
Dudaba que hablar idiomas y ser experta en historia clásica humana le
fuese de ayuda a la comunidad.
—A todo el mundo se le da bien algo..., espero, porque si no, no hay
esperanza para mí.
Donde se suponía que estaban el área de entrenamiento, Alice solo vio
una nave enorme y un campo de fútbol al lado. Lo reconoció porque había
visto fotos en un libro de la biblioteca de su zona, aunque al verlo de verdad
le pareció mucho más grande de lo que había imaginado.
—¿Aquí sucede ese... entrenamiento? —preguntó.
—Sí, justo aquí. También hay un circuito atrás, pero solo lo usan los
avanzados.
Alice supuso que aquello había sido una broma y le dedicó una pequeña
sonrisa. Sin embargo, lo que quería era seguir indagando.
—¿A qué se debe que tengamos que entrenarnos? ¿Es que estamos en
peligro?
—Eeeh..., no exactamente. Max siempre dice que en un mundo así es
indispensable saber defenderse. Además, si quieres ir a probar suerte en
cualquier otro sitio, lo primero que requieren es que seas un avanzado. Esta
es la única ciudad en la que hay tantos niños; Max es el único que se ofrece
a entrenarlos. Los demás nos prefieren ya mayores para ahorrarse un
problema.
Jake, que había seguido caminando, se detuvo de nuevo ante un edificio
en mucho mejor estado que los anteriores.
—Aquí duermen los guardianes —señaló—. Ya los conoces a todos, eres
una afortunada, je, je. Deane es la experta en combate cuerpo a cuerpo;
Geo, en informática; Tina se encarga de los que no valen para luchar,
aunque aquí los llaman «aprendices» para que no se sientan mal. Que no te
engañen, son los que no pueden defenderse. Probablemente yo termine con
ellos.
—Y yo...
—Bueno. —Jake sonrió—. Al menos, estaremos juntos en la desgracia.
Algo es algo.