En cuanto chocó contra el suelo, se escuchó un ruido sordo seguido de un
silencio que no se rompió hasta que Alice soltó todo el aire que estaba
reteniendo, frustrada. Se quedó mirando el cielo un momento mientras
Rhett se cruzaba de brazos, de pie a su lado.
—Llevas un mes con clases extra, aprendiendo golpes y defensa básica...
y sigues sin saber pelear.
Desde el suelo, Alice lo miró, molesta.
—No sé si pretendías animarme, pero no lo has conseguido.
—Solo exponía hechos.
—No me gustan tus hechos —masculló malhumorada.
Rhett sonrió.
—Teniendo en cuenta que no golpeas demasiado fuerte, deberíamos
centrarnos más en mejorar tu forma de esquivar.
—¿Y me lo dice el profesor que se supone que debería enseñármelo?
—Cada vez que me llamas profesor haces que me sienta como si tuviera
cincuenta años.
Él puso una mueca mientras le ofrecía la mano. Alice la aceptó y
prácticamente salió volando, como siempre, cuando la ayudó a levantarse.
—¿Por qué dices eso?
—Porque casi todos mis profesores tenían esa edad.
—¿Y no te gustaban?
—No demasiado. —La miró con curiosidad—. ¿Y tú, fuiste al instituto?
Bueno, creo que eres demasiado joven como para haber ido. ¿Cuántos años
tienes?
—Eeeh... —¿Qué edad había acordado con Jake?—. Diecinueve. ¿Y tú?
—Veinticinco. —Rhett pareció calcular, pero eso no le impidió empezar
a luchar de nuevo con ella—. Pues no tuviste tiempo. Tienes suerte. Yo lo
odiaba y solo fui dos años.
—¿Tan malo era?—respondió, evitando un derechazo.
—Bueno, la gente no estaba mal. Mi problema era que suspendía casi
todo. —Sonrió un poco, ajustándose un guante inconscientemente—. No
me gustaba demasiado estudiar.
—Pues a mí me pareces listo.
—Eso será porque no me has visto intentando resolver ecuaciones.
—¿Ecuaciones?
—Dios, quiero vivir en tu mundo.
Alice vio la patada llegar, pero, al intentar esquivarla, se tropezó con sus
propios pies y cayó de culo al suelo. Hizo una mueca de dolor.
—Eso ha sido muy profesional. —Rhett negó con la cabeza.
—Yo... —Alice enrojeció—. Es culpa tuya. Deberías enseñarme mejor.
—Y tú deberías aprender mejor.
—¡Es imposible que sepa por dónde vas a golpearme!
—No, no es imposible. En absoluto.
Ella se puso de pie con dificultad.
—Siempre hay algún gesto, por pequeño que sea —explicó Rhett,
esquivando con facilidad una patada—, que te revela cuál va a ser el
siguiente movimiento de tu oponente.
—Y ¿cómo tengo que...?
Vio un puño pasar por delante de su pecho. Rhett no la golpeaba
directamente, solo la hacía caer o cosas así, pero era igual o aún más
frustrante.
Bueno, no. Era definitivamente más frustrante. Le daba a entender que
podría lanzarla por los aires si quisiera, solo que decidía no hacerlo. Y hacía
que Alice se sintiera muy pequeñita y debilucha.
—No te distraigas —repitió él.
—Lo siento —dijo ella molesta.
—No te disculpes conmigo, no sería yo el que tendría un ojo morado si
esto fuera una pelea real.
Alice aprovechó el momento en el que hablaba para lanzar también un
puñetazo. Él se movió rápidamente y atrapó el puño con la mano, haciendo
que la de ella pareciera ridículamente pequeña en comparación.
—Has movido el hombro y la cadera antes de intentar golpearme —le
dijo, sin soltarla—. Y has mirado la zona en la que querías acertar justo
antes de hacerlo.
Alice intentó recuperar su mano, pero Rhett tiró de ella. Alice, enfadada,
intentó lanzarle un puñetazo con la otra. De nuevo, la esquivó con tanta
facilidad que se sintió ridícula.
Alice intentó soltarse, malhumorada, pero solo consiguió que tirara aún
más de ella.
—Déjame —exigió.
—¿Por qué iba a hacer eso?
—¡Que te apartes!
—Apártame tú. —Él sonrió ampliamente—. Si puedes, claro.
Considéralo parte del entrenamiento.
Alice intentó sacudirse, patearlo e incluso darle un mordisco, pero fue
inútil. Sin saber cómo, terminó sobre su hombro con la cabeza colgando
boca abajo. Soltó un gruñido de frustración, mirando el suelo mientras
sentía que los hombros de él se sacudían porque se estaba riendo
abiertamente.
—Tenemos que mejorar esas defensas —recalcó él divertido.
—Pues defiéndete de esto.
Alice, harta, empezó a zarandearse violentamente. Y consiguió justo lo
que quería: que ambos cayeran al suelo.
Se apartó de Rhett y se puso de pie, enfadada. Él seguía con la sonrisa
divertida en los labios cuando se sacudió la hierba de los pantalones.
—Eres muy mala perdedora, ¿lo sabías?
—Te odio —masculló resentida.
—Espera, que voy a ponerme a llorar.
—No llores. —Alice abrió mucho los ojos—. ¡No lo decía en serio!
Rhett puso los ojos en blanco.
Aprovechando el momento de distracción, Alice intentó lanzarse sobre
él, pero la esquivó tan rápido que terminó en el suelo por tercera vez
consecutiva.
—Nunca aprenderás —replicó él, sonriendo.
—No hace gracia. Duele.
Alice volvió a incorporarse, enfadada, y se dio cuenta de que Rhett la
estaba mirando con extrañeza.
—¿Qué? —preguntó—. ¿Vas a volver a lanzarme al suelo? Inténtalo y te
daré una patada.
Rhett tardó unos segundos, pero finalmente se puso en posición de
defensa otra vez. Sin embargo, Alice no lo hizo al ver que la mirada de él se
desviaba por encima de su cabeza y ponía una mueca, confuso.
Y al verlo distraído, Alice aprovechó la oportunidad para darle un fuerte
puñetazo en el brazo.
Lo peor no fue que el puño empezara a dolerle, sino que Rhett se limitó a
enarcar una ceja mirando hacia ella, poco afectado.
—Supongo que eso habría dolido si hubieras tenido un poco de fuerza.
—Algún día la tendré. ¡Y ese día te arrepentirás de haberte burlado de
mí!
—Por lo que veo, ese día está muy lejos.
—¡Aaaaaalice!
Ella se volvió, sorprendida, y vio a Jake acercarse corriendo hacia ellos.
Así que era él quien había distraído a Rhett. Le debía una.
—Max me envía a buscarte —aclaró, mirándolos a ambos con los ojos
entrecerrados y de manera pícara.
—¿A mí? ¿Max? ¿Estás seguro?
—Sí. Dijo que... —Miró a Rhett de reojo, que frunció el ceño— fueras
sola.
Alice supuso que esas no eran las palabras exactas que Max había
utilizado, sino otras más ofensivas. Rhett también debió de imaginarlo, pero
se limitó a resoplar.
—Entonces, supongo que no puedo negarme —murmuró ella.
La chica miró de nuevo al guardián, cuyo buen humor se había
evaporado y, en ese momento, se disponía a recoger las cosas para llevarlas
a la sala de tiro. En cuanto desapareció, a Alice no le quedó más remedio
que marcharse con Jake.
—¿Esto es lo que hacéis cada día a la hora de comer? —preguntó su
amigo con curiosidad.
—Sí, dejar que me pateen.
—Has mejorado, créeme. Ya estás en los avanzados.
—Sí, pero eso no quiere decir que sea buena en las peleas cuerpo a
cuerpo. Además, me lo pasaba mejor en vuestra habitación.