Abrí la boca, aceptando el reto de la profesora, aunque Nolan adivinó mis intenciones y me detuvo extendiendo el brazo enfrente mío. Giré la cabeza hacia él ¿Por qué lo habría hecho?
—Entonces, si no desean luchar conmigo, podrían hacer algo entre ustedes. Les dejo la creatividad por esta vez.
Avanzamos hacia el centro del campo, sintiendo el suelo rígido en cada pisada.
— ¿Qué opinas sobre un reto, Grace?
Se detuvo, moviendo suavemente sus mechones rubios.
— ¿Un reto?
—Una competencia. Existe un ritual de lo más poderoso, que sólo pocos pueden hacer, ¿Qué dices? ¿La elegida es lo suficientemente fuerte para invocar el éxito?
No tenía siquiera idea de qué tipos de entrenamientos se podrían realizar en la clase, pero tratándose de una competencia desafiando mi poder… no podría rechazarlo. Más aun tratándose de no medir mi fuerza.
— ¿Qué debo hacer?
Elevó la comisura de su labio, dejando al descubierto algunos dientes.
— ¿Alguna vez has oído del “delta ímpetu”?
Levanté las cejas; en las playas había oído levemente algo acerca de dicho rito ¿Tan poderoso podría llegar a ser?
—Sólo debes levantar la mano y apuntar a un sitio, no es difícil, peligroso es poder hacerlo.
— ¿Estás seguro que nadie puede llevarlo a acabo? Parece bastante sencillo. Nada fuera de este mundo.
—Quienes no han salido de este mundo les sería imposible, si quisieran hacerlo. Pero tratándose de la elegida y al haber también visitado el infierno… —Subió sus ojos, analizando mi cuerpo— Es pan comido, se supone.
Levanté el brazo, haciendo caso omiso a su reto. Al instante todos los presentes se ubicaron detrás de mí, a una distancia exagerada.
—No olvides aceptar lo que te digan, ¡No intentes resistirte a las voces!
Gritó al lado de Frey, el cual ocultaba medio cuerpo detrás del rubio.
— ¿De qué voces hablas?
Acabé en un susurro, arrastrando las palabras, sumida dentro de una visión que jamás había visto. La columna vertical se contrajo y castañee los dientes ¿Qué estaba sucediendo? No dolía, pero mi cuerpo no lograba resistirse a los reflejos de mis nervios centrales.
“Cum tenuerit ad sinistram vel ad dexteram,
audies vocem post te dicens:
«est via, sequi eum».
Aures audiunt verbum sonans, ita post tergum tuum:
Hoc est, in viam te sequetur,
quando ambuletis, laeva sive dextera.
Aures audiunt verbum sonans, ita post tergum tuum:
Hoc est, in viam te sequetur, quando ambuletis, laeva sive dextera”
“Cuando te desvíes a la izquierda o a la derecha,
oirás una voz detrás de ti diciéndote:
«Por ahí es el camino, sigue por él».
Tus oídos oirán una palabra sonando así a tus espaldas:
Este es el camino que seguirás cuando camines a derecha o a izquierda.
Tus oídos oirán una palabra sonando así a tus espaldas:
Este es el camino que seguirás cuando camines a derecha o a izquierda.”
(Isaías 30:21)
Oía tenuemente voces bizarras detrás de mis orejas, susurrando oscuridades, escaneando mis entrañas. Queriendo cavar hasta llegar al centro ¿Qué es lo que había hecho?
— ¡Que no lo evadas!
Una nueva voz se hizo presente en la penumbra. Nolan. ¿Acaso sabía él que las voces me susurrarían? ¿Tan lejos del ritual había llegado como para poder invocarlas?
De nuevo vociferaron, distorsionadas, anhelando mi derrota ante su agonía ¿Cómo alcanzaría a entregarme al dolor de su llanto? Porque sin duda, llanto era lo que sus gargantas carrasposas exponían. Dolor. Nada más que dolor. Y era igual al mío.
Esta vez, una luz azul (sublime) se apoderó de la sala. Aunque no quería que quemase a las personas dentro. Sabía controlarme desde lo ocurrido con mi primer descontrol. Pero este no era un descontrol, sino una muestra de mi poder a través de la palma. No era para nada el entero de mi fuerza, sino más bien, un bocado de lo que era capaz de poder hacer.
Y al cabo de unos segundos restantes sellé nuevamente el ritual. Victoriosa de mi rotundo éxito. Nada sería imposible para la elegida. Era definitivo.
—Verás, eres agraciado de verme en acción —Me voltee, dirigiéndome hacia el rubio con ojos claros, tan coloridos y centellantes— ¿Eso demuestra que no debes dudar de mí?
—No lo he hecho. Debiste haber adivinado que se trataba realmente de un juego de palabras. Pero aquel hueco en la pared sí me deja cierta sospecha de tu autocontrol.
Señaló enfrente mío, hacia donde apunté mi mano directamente ¿Es que no lo había retenido lo suficiente?
Avancé unos pasos, queriendo acariciar el hueco, sentirlo. Caí abajo, doblegándome al suelo sin aviso. Mis piernas no respondían por producto de un desalmado grito ¿Provenía acaso de mi garganta?
— ¡Grace!
Gritaron casi al unísono, atropellados. No comprendían el porqué de mi acto. Y al inicio yo tampoco, hasta que sentí mi cuerpo por entero arder. En llamas que ya conocía de mis alas azules, ahora el fuego recorriendo por entero cada célula de mi ser, más bien concentrado en el rostro.
Coloqué instantáneamente mis palmas sobre el mencionado, sintiendo relieves que antes no estaban. Quemaban mi piel, cada parte. Observé mis manos, impactándome como el resto de la audiencia, ¿Qué eran acaso aquellos trazos azules, lumínicos?