Clarissa

Volver

Nunca creí tener miedo a mi padre, si es verdad lo que dijo en estos momentos debe haber alguien siguiéndonos. Ale ya sabe lo que ocurrió se lo dije por su insistencia y al igual que yo su cabeza no para de observar a todos lados para ver algún carro sospechoso, no tomaré un bus para volver me iré en este maldito carro, revise mi dinero y si tengo suficiente para llegar a Heblem.  Debo informar a Clarissa, le pido a Ale que marque el número y lo ponga en altavoz. 
 

— ¿Mati?  

— Clari no hay mucho tiempo para hablar, puede ser que mi padre está dándome caza y nos mate en unas horas, me dirijo a la casa.  

— ¿¡Qué!? — Su voz cambia por completo. 

— Resulta que mi familia es originaria de Heblem y hay una conexión. Debo averiguar de qué se trata, espérame ahí Clari.  

— Cuídate. 

En su voz se escuchaba el pesar. 

— ¿Has visto algo extraño Ale? 

— No, aún no. 

La velocidad que llevo llama la atención de la gente, si sigo aumentando moriremos en un accidente o llamaremos la atención de las autoridades. Necesito salir de la ciudad lo más rápido posible. Me gustaría saber que ha sido de mi padre, sí llamó a alguien o... ¡Leo! No estoy seguro si pueda contestar, pero tengo la fe de que cuando vea mi número, conteste.  

— ¿Que ha sido tod...? 

— ¿Dónde está mi padre? — Le interrumpo. 

— De aquí no se ha movido, pero ha estado haciendo llamadas. 

— Por favor vigila cada uno de sus movimientos y dime en qué anda. Luego te cuento que sucede, espera mi llamada. Cuida a mi madre. 

Cuelgo. Le pido a Ale que destruya mi teléfono y también el de ella, no sin antes salvar el número de Leo para futuras llamadas, así evitaremos que nos localice, el dinero de mi padre le puede permitir casi cualquier cosa y para él es muy fácil conseguirse un par de mentes llenas de ingenio informático. Ya estamos saliendo, decido bajar la velocidad. Ale se recuesta a mi hombro. 

— ¿Perderás todo Matías? 

No puedo creer que me esté haciendo esa pregunta. ¿No eres lo que yo creía? 
— ¿Te preocupa eso Ale? 

— Claro quién me comprará cosas caras y así. Ya no tendría caso ser tu novia — Es lo mismo que me decían mis anteriores novias. — Es más, tú eres el que va a morir no yo. 

Me quedo en silencio, casi en shock. Pasan unos minutos. 

— Matías quiero que entiendas que no soy como las mujeres que tuviste antes, me interesas tú y no tu dinero. 

— ¿Bromeabas? 

— Siempre me cuentas las aprovechadas que fueron tus ex novias como si esperas que haga lo mismo. 

— No pensé eso de ti. 

— A mí no me vas a engañar... dejemos eso de lado. ¿Piensas manejar hasta Heblem?  

— Claro. 

— Te recuerdo que yo también sé manejar. Podríamos turnarnos. 

— Una chica inteligente eso me gusta — Le doy un beso. 

Luego de 45 minutos de manejar me siento exhausto. Ale está con su cabeza apoyada a la puerta. 

— ¿Estás despierta? 

— Sí. ¿Quieres cambiar?  

— En cuanto encontremos un teléfono, necesito llamar a Leo. 

La noche es tranquila acompañada de mucho viento, podrá ser que llueva pronto. Encontramos un lugar con un teléfono público para hacer la llamada, es la primera vez que uso un teléfono público, he crecido rodeado de lujos, pongo las monedas y marco. Mis dedos se mueven por la impaciencia. Ale ya entró al establecimiento para comprar un par de cosas para el viaje. 

 
— ¿Matías? 

— Sí, ¿Que tienes para mí? 

—  Ha llamado a sus matones. ¿Tiraste tu teléfono? 
inteligente. 

— Estoy en un restaurante a la orilla de la calle. 

—No pierdas el tiempo y muévete. 

— Eso haré. 

Cuelgo. Entro al establecimiento con impaciencia y le hago señas a Ale que debemos irnos, el dependiente lo nota. 

— Al parecer tienen prisa. 

—Claro. ¿Tienes novia? ¿Has pasado un mes sin verla? —Le veo las nalgas a Ale. 

—Ya sé que ruta está tomando el auto —se ríe. 

Termina de pagar y por fin salimos.  

—¿No pudiste decir otra cosa? —A Ale no le hizo gracia lo que hablé con el dependiente. 

—Fue lo primero que se me ocurrió además me ayudó a calmar un poco los nervios. 

Y es que de verdad los nervios solo me tienen pensado en mi padre y sus ganas de matarme. Ahora entiendo todo ese afecto y amor que me demostró de niño, por la simple razón de que no sospechara sus planes ocultos. 
La oscuridad de la autopista nos regala tranquilidad. Los pensamientos son los protagonistas del momento dentro de ese silencioso automóvil, sin descuidar la calle me pregunto qué pasa por la mente de Ale. 

—¿Escuchas? 

No había puesto atención a los sonidos debido a mi distracción mental. La cajuela se llena de sonidos extraños.  Freno de golpe, me bajo junto a Ale y quedamos frente a la ahora silenciosa cajuela, meto la llave y levanto la tapa. Vacío. Un escalofrío recorre cada milímetro de mi piel. 
El ser humano al sentir miedo evita por todos los medios admitir que la situación es producto de algo que está fuera de este mundo así que trata de inventar una excusa, una explicación lógica que lo haga sentir bien y que tiene todo bajo control; la nuestra fue que tal vez la noche nos jugó una mala pasada. Cierro y volvemos al auto. 

El carro se mueve unos centímetros y un grito de Ale que luego se apaga sin más me hace brincar, giro mi mirada hacia la mujer que me acompaña, su cuello está siendo presionando por una cuerda, detrás de ella, un ente con una máscara roja está apretando, ocasionando que de su boca salgan sonidos de ahogo. 

—Si intentas algo, esta mujer morirá asfixiada. No sé porque crean lazos afectivos con las personas esto es lo que pasa sin ni siquiera tocarte ya tengo control sobre ti. Ahora gira el auto y vuelve con tu padre. 



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En el texto hay: cultos, nuevas experiencias, terror suspenso

Editado: 18.11.2020

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