—Pudimos tenerlo todo, Satsu —Kylo Ren se aferró a la larga trenza negra en su mano mientras fijaba los ojos en la pira funeraria que se alzaba frente a él—. Y te dejaste llevar por cosas tan estúpidas como el amor. De verdad pudimos...
Los recuerdos que Ben construyó durante años junto a su mejor amiga se consumieron en las mismas llamas que convertían aquel cuerpo en cenizas. A la larga, era mejor eso que ver a Keikata convertida en la sombra de lo que solía ser, pues el Lado Oscuro no era para alguien que no nació para odiar. Él lo sabía a la perfección.
—¿Nunca la amó, verdad? —Hux se acercó a la pira funeraria con la perfidia en la mirada. Kylo Ren permaneció inmóvil.
—No de la forma que ella habría querido. —El muchacho apretó la mano que sostenía la trenza. Luego respiró hondo y se dio la vuelta. No podía soportarlo más.
—Esto es suyo, señor —un guardia que acompañaba el cortejo fúnebre le entregó un casco plateado y negro a Kylo Ren, quien sin responder se lo puso al instante, dispuesto a terminar la misión que acechaba sus sueños desde hacía mucho tiempo. La completaría, con o sin Satsu Ren.
—Vámonos de aquí. Tengo el lugar perfecto para guardar esas cenizas.