Ismael y yo nos criamos en las afueras de las grandes ciudades, aunque estábamos en el territorio de Arcadia. No conocí a mis padres, y él tampoco conoció a los suyos, por alguna razón, eso nos unió más. Recuerdo a la perfección el día en que mi abuela llego a la casa acompañada de ese hermoso niño de cabellos dorados y grandes ojos tristes azulados. Apenas lo vi supe que su vida había sido todo un desastre, lleno de dolor y desesperanza. Y por alguna extraña razón, eso me hizo querer acercarme más a él, para así poder llegar a conocerlo a fondo. A diferencia de mí, él no era tan bueno utilizando la magia, tenía que practicar mucho para poder lograr un hechizo o terminar alguna poción, yo, por otra parte, lo hacía todo a la perfección, nunca fallaba a la primera, y siempre era la número uno cuando se trataba de magia. Creo que eso nos separo a ambos. Pues él dejo de hablarme pues creía que hablándome dañaría mi reputación, debido a que a él lo consideraban un completo inútil en las artes mágicas.
Y gracias a eso, me di cuenta que muchas veces el talento te aleja de las personas que amas. Duré un tiempo sin practicar magia, para poder estar junto a él sin que haya prejuicios. Los dos nos llegamos a querer como dos hermanos de sangre, aunque sabíamos que no lo eramos. Y ahora, que han pasado más de cinco años sin hablarnos, descubro que ha desaparecido, sin dejar rastro, sin saber en donde demonios se encuentra. Y eso me desespera. Me asusta. Y también me desconcierta.
La profesora Flora me envuelve en sus brazos cuando continuo llorando desconsoladamente. Él, Ismael, se alejo de mi cuando se enteró que había decidido entrar a la Academia en la que él siempre quiso entrar. No supe que hacer, así que simplemente deje que pasara el tiempo para ver si su enojo se disipaba también, sin embargo, nunca llego a llamarme. Había escuchando gracias a las cartas de la abuela que él se había convertido en un gran político y que es un estratega excelente. Eso me hizo sentir orgullosa. Muchas ocasiones quise enviarle una carta, para saber de él, pero no podía hacerlo, las palabras no salían y mis manos no se movían.
El sentimiento de culpabilidad por haberlo alejado me esta cobrando cuentas en este mismo momento en que él ha desaparecido de mi alcance.
━Tranquila, mi niña querida, seguramente lo encontraremos. ━me consuela la profesora Flora, dándome suave palmadas en la espalda.
Las palabras de la profesora Flora son tranquilizadores, no obstante, no me las puedo creer para nada. Algo dentro de mí, no sé que es, me dice que no podre recuperarlo sin pagar un fuerte precio, y eso me asusta más que cualquier otra cosa.
Me separo de la profesora Flora con cuidado. Ambas nos miramos, yo incitándola con la mirada para que me lleve al lugar donde debería llevarme en este instante. Flora asiente y me toma de la mano, impulsándome con ella, guiándome hacía la oficina del director, uno de los magos más grandes en estos momentos, considerado casi un dios. El director Benjamín Kraftvoll.
Había escuchado muchas historias sobre él: de como había domado a demonios poderosos, vencido a monstruos de la noche, y hasta bebido la sangre del mismísimo señor de las tinieblas en uno de sus viajes al Inframundo. Yo, por otro lado, no me creía la de beber la sangre de Satán. Solo lo vi una vez, en la ceremonia de inicio, y fue a una larga distancia. No tuve oportunidad de acercarme gracias a las grandes masas que se me acercaban para admirarme de cerca. Siempre fui popular entre los magos, brujas o hechiceros, por ser una descendiente directa del gran mago Merlín.
Flora detiene sus pasos delante de la oficina del director Kraftvoll. Me miro de reojo, esperando a que yo sea la que de el primer movimiento. Sin querer esperar o perder tiempo, me acerco a la puerta y la empujo con ambas palmas. Las puertas chirriaron mientras se abrían, como si hubieran pasado décadas desde la primera vez que la abrieron. Yo no culpo al director, yo personalmente no me gusta abrir las puertas, siempre entro a los lugares cerrados a través de hechizos de teletransportación.
Me sorprendí por no haber encontrando al director Kraftvoll solo, sino acompañado de cuatro profesores que enseñan ya a los de último años. Se encontraban en la sala la profesora Minian Schweben, la mejor profesora en manejo de las artes místicas, el profesor Lukas Änderungen, el gran amo de las pociones, el mejor de todos en esta generación en crear o modificar cualquier poción, la profesora Lora Winde, la mejor cuando se trata de invocar espíritus de cualquier clase, ya sean demonios mayores o hasta fantasmas de otras dimensiones alternativas, y el profesor Gewalt Brennen, el mejor cuando se trata de hechicería. Y para completar el combo de los poderosos, se encontraban el director Benjamín Kraftvoll, el mejor mago de los últimos siglos.
Todos se encontraban mirándome, yo sorprendiéndome al encontrar al gran Benjamín Kraftvoll demasiado joven para alguien que acaba de cumplir trescientos años de edad. Los ojos verdosos intensos de Lora Winde me recorrían diligentemente, como si estuviera encontrando algo dentro de mí. Aunque simplemente creo que estaba estudiando mi aura, que de segura se debe encontrar verde por lo asustada que me encuentro.