1º LIBRO – Realidad y Ficción
18.
Todo el mundo esconde algo (2/2)
—Buenas noches, Misae —se despidió Hana—. La cena estaba deliciosa.
—Muchas gracias, señorita Kotobuki —contestó la mujer mientras bajaba las escaleras del porche y se ataba bien el abrigo—. Seguiré disponible esta semana festiva, por si el señor Vernoux y usted necesitan que les prepare más comida cualquier día.
—Estupendo, la avisaremos en tal caso. No olvide que usted también nos tiene aquí por si necesita algo para los cuidados de su madre, o para cualquier otra cosa. Espero que su madre se mejore pronto, Misae.
—Muy amable —sonrió la señora y se despidió con una inclinación.
Hana la vio salir del jardín justo cuando un lujoso coche de la marca Hoteitsuba color gris paró junto a la acera, frente a la casa. Un robusto hombre de elevada edad, con su cabello blanco de punta y vestido con un elegante traje, bajó del vehículo y, al ver a Misae, le dedicó una breve inclinación como saludo, que ella respondió de la misma forma. Cuando la mujer ya se marchó por la calle, el viejo Lao alzó la mirada hacia la puerta de la casa, donde vio a Hana contemplándolo con cara de reproche y de brazos cruzados.
—Veo que vienes solo —le dijo al viejo.
Lao mostró una sonrisa nerviosa y se adentró al jardín hasta pararse frente a Hana. Desde ahí ambos permanecieron un largo rato en silencio. La mujer lo miraba con gran impaciencia, pero él miraba hacia el cielo.
—Qué noche tan bonita... —comentó.
—¡Lao! —saltó Hana con gran enfado—. No estoy para evasivas, ¿me oyes? ¿Has venido aquí para decirme “qué noche tan bonita”? Porque si es así, ya puedes dar media vuelta antes de que te dé una patada.
—Eh, ya... —balbució, rascándose la nuca, pero enseguida adoptó su cara más seria—. Vale, Hana —murmuró, poniendo todo el dramatismo que pudo—. Uf... esto es difícil de decir. Mira, Neuval... uf... Neuval se ha largado a París con una de sus guapas secretarias y no va a volver.
—¿¡Qué!?
El viejo posó las manos en sus hombros, abatido.
—Sí... Horrible, ¿verdad? —casi sollozó—. Será mejor que a partir de ahora vayas por la calle con un buen sombrero en la cabeza.
—¿Por qué? —saltó.
—Por los enormes cuernos que te han puesto, querida.
—¡Ya está bien! —estalló la mujer con furia, dándole un empujón a Lao, el cual se estaba partiendo de risa—. ¡Como no me digas ahora mismo dónde está Neu, le diré a toda la empresa lo de tu informe secreto!
—¿Ein? —paró de reír, y volvió la vista hacia ella con ojos como platos—. ¿Mi qué?
—Sé que estás trabajando en algo últimamente —le explicó amenazante—. Aquella vez que entraste en mi despacho, te llevaste esa carpeta negra. Sí, sí, no me mires así, que me di cuenta.
—Pero si yo no... —titubeó, mirando hacia los lados.
—Mira, me da igual qué es eso que estás tramando en la empresa, pero estoy segura de que no te gustaría nada que alguien más se enterase.
—Vale, vale, vale... Entendido. Bueno, verás... mm... es que resulta que... a Neuval lo han secuestrado.
—¿¡Qué!?
—¿Te acuerdas de que no quiso vender sus acciones a la empresa de Novtek y que el señor Hibiya se enfadó mucho por eso? —preguntó, abriendo mucho los ojos—. Pues ha enviado a los yakuzas para secuestrarlo y darle un escarmiento.
Hana se lo quedó mirando con la boca abierta y una ceja levantada.
—¿Te he dicho ya las ganas que tengo de patearle el culo a alguien?
—¿Que no me crees? —saltó Lao con exagerado sentimiento de ofensa.
—¿¡Cómo puedes bromear sobre una cosa así, Lao!? ¡Teniendo en cuenta lo que el pobre Neuval sufrió de pequeño!
Lao se quedó ojiplático en ese momento, asimilando ese dato.
—Espera... ¿Te lo ha contado?
—¿Que recibió maltratos desde que nació? ¿Que huyó de su hogar? —procuró hablar en voz baja por si acaso mientras enumeraba—. ¿Que cuando lo conociste estaba malviviendo en las calles de Hong Kong con apenas 10 años, y durmiendo sobre unos cartones en un callejón junto a la basura? ¿Y que lo raptaron, lo drogaron y lo vendieron en una subasta a un pervertido obeso y millonario que abusó de él, hasta que Neuval le rajó el cuello y se libró de él? Hace ya un año que me lo contó, Lao.
El viejo volvió a quedarse ojiplático, casi pareció congelarse.
—¡Eso... son unas cosas muy personales de él! ¿¡Cómo ha acabado contándotelo!? ¡Él nunca habla de eso!
—Bueno, mi pasado tampoco es que fuera bonito, él se sintió cómodo contándome aquello porque yo entiendo de esas mierdas de la vida. Y además, si me iba a quedar con él y a empezar a trabajar en vuestra empresa con vosotros dos, necesitaba preguntarle y entender cómo un niño francés como él acabó siendo el hijo de un chino como tú. Me dijo que tú lo rescataste de aquel terrible lugar y que lo adoptaste en tu familia. Y que por eso te adora y te considera un héroe y el padre más auténtico y magnífico del mundo.
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Editado: 12.06.2024