2º LIBRO - Pasado y Presente
7.
Dando paso al cambio
A pesar de que ya había anochecido, Neuval seguía en su rascacielos, en su despacho, terminando el último papeleo del día, pero, no sólo de cosas de la empresa, sino también de los deberes de Alvion. Y a pesar de que esta novedad tras siete años de exilio era motivo de sobra para haberle hecho recuperar su sonrisa infantil y maléfica, ansioso por zurrar a criminales y hacer explotar algún edificio enemigo, tenía una cara más bien pesarosa.
—Hey... qué cara más larga —dijo el viejo Lao al entrar en el despacho, viéndolo ahí en su escritorio mirando la pantalla de uno de sus ordenadores con ese aire desganado.
El viejo se acercó para dejar unos papeles sobre su mesa.
—Toma —murmuró Neuval, tendiéndole una carpetita que contenía su parte de la misión que Alvion les había encomendado.
Lao la cogió con entusiasmo, contento de tener por fin deberes de iris mayor y no las aburridas tareas inferiores de los últimos siete años. Pero, al ver que Neuval seguía alicaído, se sentó en la silla de enfrente con cara preocupada.
—A ver. ¿Qué te ocurre?
—¿Mm? ¿A mí? —preguntó Neuval distraídamente, todavía mirando cosas en su ordenador de mesa.
—No. Al terrorista que tienes detrás sujetando un paraguas.
—Bueno, si no os importa al terrorista y a ti ir a hablar a otra parte mientras zanjo esto… —dijo Neuval, tecleando algo en el ordenador, sin hacerle caso. Sin embargo, Lao siguió mirándolo, esperando, demostrándole que no tenía ninguna prisa ni nada mejor que hacer—. Hahh… —suspiró Neuval, rindiéndose; apagó el ordenador por fin y se recostó sobre el respaldo de su silla—. Vale… Un par de cosas. La primera: anoche hablé con Sarah.
—¡Ah! ¿Qué te ha dicho?
—Que no. No vuelve con nosotros.
—¿Por qué? —saltó Lao decepcionado—. No será por Hatori, ¿verdad?
—Claro que es por Hatori. Lo ha estado pensando mucho, y ha decidido que no. Me ha dicho que ella quiere volver y cumplir su venganza con nosotros, pero… lo que no quiere es ponernos en peligro. Me lo estuvo explicando y tiene parte de razón. Ahora que Hatori tiene el mando de Interior, que Sarah vuelva con nosotros puede traer muchos riesgos, y ella necesita mantener su puesto en el FBI de Japón, así que…
—Vaya… —lamentó Lao—. No le falta razón. ¿Y qué va a hacer con respecto a su venganza?
—Sobre eso no lo tiene muy seguro. Está tratando de hacer cambios en sus planes ahora que Hatori ha ascendido y se ha complicado la cosa.
—Ojalá pudiéramos ayudarla.
—Ya… —lamentó Neuval, mientras se desataba y se quitaba la corbata.
—¿Y lo otro?
—Pues verás… Un caso extraño de Denzel. La noche del lunes le pasó algo que no tiene ninguna lógica. Una niña pequeña, presuntamente con el aspecto de la hija de Raijin, entró en su casa, en su habitación, mientras dormía. Dice Denzel que estaba tratando de robarle el anillo de su dedo.
—¿Qué anillo?
—El que lleva sin quitarse 200 años.
—Ah, ya —entendió Lao.
—Denzel se despertó a tiempo y ella huyó, por la ventana, sin dejar rastro.
—¿Una niña con la misma apariencia que la pequeña Clover que después se va por la ventana, teniendo en cuenta que Denzel vive en una decimoséptima planta? Lo ha soñado.
—No es posible —le explicó Neuval—. Porque, aparte de su rostro, llegó a ver una marca distintiva en ella. Una pequeña mancha de nacimiento en esta parte de la muñeca izquierda —le señaló su propia mano—. Nos la dibujó a Brey y a mí, y era exactamente la misma mancha que tenía Emily en el mismo lugar. Y la misma que tiene Brey también.
—Ah, y la misma que tienen Daisuke y Clover —asintió Lao.
—¿Cómo lo sabes?
—A diferencia de ti, exiliado ausente marginado, yo conozco a los niños desde que nacieron y los he visto miles de veces —le dijo el viejo con burla.
—Bueno, pues resulta que Denzel tenía eso en común conmigo, el hecho de no haber visto nunca a los mellizos hasta ahora. Él no tenía ni idea de qué aspecto tenía Clover, y nos describió a la intrusa con los mismos rasgos, y la irrefutable mancha de nacimiento en la piel de la muñeca. Nadie puede soñar con una persona existente que nunca antes había visto.
—Vale… —reconoció Lao, llevándose la mano a la barbilla y poniendo cara pensativa y preocupada—. Es extraño.
Neuval asintió, mirándolo con la misma expresión de intriga.
—¿Qué probabilidades hay —caviló Neuval una hipótesis— de que una niña pequeña, que por fuerza ha de ser una iris al saber huir por la ventana de una planta 17, se haya disfrazado de Clover con detalle?
—¿Para robarle a un demonio del Tiempo el objeto que más adora en el mundo y pretender seguir viva para contarlo? Cero —aseguró Lao.
—Pero alguna pequeña iris con un brote de majin…
—Cero —repitió Lao, vehemente—. El majin no vuelve loco a un iris. Lo vuelve malvado, pero no estúpido. Y dime tú para qué narices quiere alguien un viejo anillo que un taimu tiene en el dedo, si no es para despertar su furia. Todos apreciamos muchísimo a Denzel, pero jugar con sus emociones más íntimas y valiosas es como ponerse a jugar junto al botón rojo que activa ojivas nucleares por todo el mundo.
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Editado: 30.11.2024