Ernesto.
Seis meses antes.
Como cada Lunes llego al salón 406, la clase es Estadística y la imparto desde hace tres años, siempre hay distintas caras al igual que siempre hay alumnas con otras intenciones, en ocasiones la curiosidad me tienta pero tengo mi ética profesional muy por encima que mi lujuria.
Hasta que llego ella.
No puedo evitar dirigir mi mirada hacia la fila de la derecha. Su cabello rebelde cae sobre sus hombros, sus labios pintados de carmín que solo me inspiran a querer morderlos y ese escote, no pude evitar fijarme en él, tengo ojos simplemente no puedo evitarlo.
–Buenos días jóvenes ilustres– saludo mientras dejo mi mochila sobre el escritorio. –pasare lista para que presenten atención.
Me siento en la silla colindante con el escritorio e inmediatamente saco mi computadora, abro Excel y pongo la lista de alumnos, voy mencionando nombres hasta que llego al de ella.
–Andrea Gámez– no responde, levanto mis ojos del aparato electrónico y la veo reírse con su amiga, que no recuerdo muy bien su nombre–Andrea Gámez.
– ¡Presente!– exclama y me mira preocupada, ve como la estoy mirando con seriedad y de inmediato sus mejillas se sonrojan, que tierno
Una vez que termino de pasar lista, ordeno que vayan pasando en orden para revisar la tarea, la cual siempre dejo, solo doy dos días a la semana, lunes y viernes.
Es el turno de Gámez de pasar a mi escritorio, trato de no mirarla fijamente pero me es inevitable y más cuando veo que se está por tropezar con una mochila.
–Cuidado– digo antes de que llegue a tropezarse, pero no fui lo suficientemente rápido. Al menos solo fue un tropiezo y no una caída. –tenga más cuidado licenciada Gámez.
Son muy pocos alumnos a los que me dirijo como “licenciados”, Gámez es una de esos pocos y es que con sus respuestas asertivas, sus valores, esa madurez que muy pocos de sus compañeros tienen y aunando al interés que no solo se nota en mi materia sino en la carrera en general, pues no me queda más que tratar de motivarla para que siga a adelante y claro tratándolos como se debe y al nivel en que están.
–Siempre he sido muy torpe– susurra llegando al escritorio mientras me muestra su tarea, se ve que se tomó el tiempo de decorarlo y hacerla muy llamativa.
–Muy bien, Licenciada, en un momento lo comentaremos.
Me siento aliviado cuando la clase termina y es que verla moviendo su cabello oscuro, sonriendo y tratando de no lanzar carcajadas a media clase me ponen demasiado.
–hasta el viernes, profesor– se despide Gámez con una sonrisa, mis ojos viajan directamente a sus grandes pechos y no puedo evitar sentir como se forma cierto bulto en mi parte baja de mi cuerpo.
Carajo
–hasta luego, Lic. Gámez.
Andrea
Presente
El mal sabor de boca por lo acontecido en la fiesta no se me quito en todo el fin de semana y eso que me dio una cruda horrible, aunque tengo que admitir que más que la borrachera a mí me acongoja la desvelada, lo sé sueno muy señora pero a partir de los 19 años mi cuerpo no aguanto las desveladas, no sé si es el karma porque durante tres años me valió y me dormía hasta las cinco de la mañana.
Les describiré rápidamente mi fin de semana: el sábado básicamente no hicimos nada más que comer las sobras y dormir todo el día; temo decir que el domingo fue otra cosa, los domingos aprovechamos para limpiar todo el departamento y tirar la basura, incluso tenemos un cronograma, el cual yo hice.
Si a veces soy algo… controladora.
Domingo en las noches es el típico momento de hacer toda la tarea que pude haber hecho durante todo el fin de semana, pero así somos, dejamos todo para el último momento, al menos el lunes entro a las 12 del día.
Y justo en estos momentos estoy esperando el camión. Una parte de mi quiere, anhela coincidir con Ernesto y la otra simplemente quiere dormir todo el día y no saber de él hasta nuevo aviso.
Igual y la semana pasada solo fue una simple coincidencia, lo más probable es que hoy no coincidamos, si es lo mejor, cometí un error o sea es un maestro, bueno un doctor, lo cual es peor porque los doctores están más preparados, Ernesto es un hombre preparado, inteligente, no va a pasar nada con él, lo sé.
– ¿Andrea?–carajo, su voz interrumpe mis cavilaciones y volteo a verlo, él me mira nervioso y con curiosidad– ¿vienes?
Cuanta confianza.
–Hola– saludo con timidez cuando subo a la camioneta blanca, abrocho el cinturón y comienzo a mover mi pierna izquierda con nerviosismo.
–Esperaba un saludo más… afable– dice poniendo en marcha el auto.
–y yo esperaba no encontrarlo hoy. –Susurro viendo por la ventana.
Me siento tensa y lo único que quiero es llegar al campus, pero parece que el doctor tiene otra idea porque se le ocurre tomar la ruta larga.
– ¿Es todo lo que dirás?–pregunta con seriedad en un semáforo en rojo. –primero me besas y ahora…
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Editado: 30.12.2020