Incomodidad, una sensación que parecía invadirme a cada segundo en aquella casa.
Los mareos no me dejaban en paz y la culpabilidad llegaba a mi cabeza en cada segundo del día, eso y las palabras de mi madre mencionadas a través del teléfono.
No piensen mal no le dije que su niña estaba embarazada, solo le pregunte acerca de abortar y lo único que pudo decir fue <él bebe no tiene la culpa de que sus padres no hayan tomado precauciones> Ya me lo esperaba y es que siempre me ha dicho eso cuando hablamos sobre aquel tema.
Veía a Ernesto jugar con su hijo por toda la casa, porque sí el niño había llegado el domingo por la tarde haciendo que la tensión en la casa pasara a segundo plano.
Verlo tan tranquilo con su hijo me hacía enfadarme tanto con Ernesto como conmigo misma. Diego no tenía la culpa, pero mi hijo también era inocente.
Muchas mujeres han sacado a sus hijos adelante ¿entonces por qué yo no puedo? ¿Por qué el miedo me invade cada vez que pienso en un futuro con mi hijo? Una vida solo con mi bebé lejos de Ernesto y de todos los problemas, solo él y yo, suena bien de no ser porque tengo que terminar mi carrera.
Hay mujeres que estudian y tienen hijos también, pero yo soy ellas.
–¿Pod que estás tiste? – la pregunta del infante me toma por sorpresa. –no has quedido jugad conmigo.
–No estoy triste, cariño– hablo con normalidad y dibujo una sonrisa en mis labios– es solo que…
–No la molestes, Diego– dice con sequedad acercándose a nosotros– Jugara contigo cuando se recupere.
–¿Andy esta enmfema? – pregunta Diego con inocencia a su papá.
–Si y por eso no puede jugar contigo. –explica su padre con paciencia.
–¿hasta cuándo?
–pronto estará mejor. –dice con completa seguridad. –¿vas a hacer la comida?
–Si– susurro levantándome del sillón.
Ya casi termina todo.
Y lo confirma un mensaje en mi teléfono. Una transferencia llega a mi teléfono. Tenía suficientes ahorros para los dos primeros meses de renta, pero no tenía estufa así que Frank no dudo en mandarme dinero para comprarme lo necesario.
Mi familia ya sabía que es cuestión de tiempo para que finalmente me vaya de casa de Ernesto, claro solo saben eso, y están felices porque les incomodaba que viviera con ¿mi novio? En fin, mi mamá me había conseguido unas mesas, un horno de microondas y un pequeño refrigerador. Solo tenía que comprar una licuadora, una parrilla y una cafetera, una vez que tuviera todo me iría a mi nuevo departamento lo cual me tenía un poco entusiasmada.
Aunque sé que el día que me fuera a aquel departamento lo haría solo, sin la pequeña vida que llevaba dentro y es que en estos días era el único con el que contaba y ciertamente era un rayito de sol en los días nublados por los que estaba pasando.
Cualquier duda que hubiera tenido, la tuve que desechar aquel viernes 21 de marzo, el inicio de la primeva que irónico día.
Jocelyn al parecer al fin había convencido a sus padres para que la dejan traerse la camioneta ya que en ella andábamos. Íbamos rumbo a Salamanca ya que Jocelyn había conseguido que un doctor me hiciera un aborto, que, si bien era ilegal en nuestro estado sí que había doctores dispuestos a arriesgarse, aunque el hecho de que el aborto sea muy penado aquí me inquietaba demasiado.
–¿Por qué lo haces? – susurre cuando íbamos a medio camino.
–¿Qué? – me pregunto Jocelyn y volteo a verme por un breve momento.
–¿Por qué me ayudas?
–Porque eres mi amiga wey. – responde con obviedad – No fue la mejor manera de decirte que nos íbamos a ir del departamento.
Supongo que eso era una especie de disculpa, estaba agradecida porque me estaba ayudando con esto, pero seguía sintiendo rencor por lo del departamento.
–todo tiene un porque– dice Jocelyn repentinamente antes de que nos bajáramos rumbo a la clínica– Solo recuérdalo, somos amigas a pesar de todo y siempre querre lo mejor para ti.
Jocelyn.
–esa pendeja se va a arrepentir– le comento a Tiare mientras veíamos como entraba al consultorio del doctor.
Andrea se quiere hacer la fuerte, pero ambas sabemos que es una cobarde y estoy segura que saldrá tal y como entro con un chiquillo en su vientre, un bebe del estúpido de Ernesto, Andrea no necesita eso.
–¿A dónde vas? – me pregunta Tiare cuando ve que me levanto y me voy rumbo a la salida. –Wey espérame.
–Vamos a la farmacia– le respondo a Tiare.
–¿para qué?
–Necesitaremos un par de pastillas.
Andrea.
–¡Espere! – exclamo cuando el doctor está a punto de introducir una especie de tubo o algo así– Yo… no puedo hacerlo.
Me levanto de la camilla con dificultad, dejo al doctor con la palabra en la boca y me voy directo al espacio donde se quedó mi ropa, me cambio con rapidez, me disculpo con el doctor y finalmente salgo con rapidez de aquella clínica.
Que Ernesto se vaya al carajo, yo me quedare con mi bebé, ya veré con el tiempo como saldré adelante, pero lo hare sola.
Cuando salgo de la clínica me encuentro con Jocelyn y con Monse, vienen con tranquilidad.
–No pude hacerlo– les digo cuando las tengo más cerca.
–Lo supuse– dice Jocelyn encogiéndose hombros.
–¡Seré tía! – grita Tiare dando saltitos de emoción y abrazándome– Quiero ser la madrina.
–Claro– respondo con una sonrisa.
La sensación del miedo y la ansiedad al pensar en un futuro seguían ahí pero no estaría sola porque estoy segura que mi madre será la primera en apoyarme además mi hijo o hija me haría compañía a partir de hoy.
Mi madre pudo sacar adelante a mis hermanos y a mí, entonces yo también podre.
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Editado: 30.12.2020