Dos semanas después de que Kael recuperó el control de su cuerpo...
Kael había comenzado a adaptarse a su refugio y al entorno hostil que lo rodeaba, pero la idea de esta nueva vida seguía sintiéndose ajena. A pesar de sus intentos por ignorarlo, los recuerdos de la muerte de su familia seguían acechándolo en momentos inesperados. Algo tan sencillo como una tarea cotidiana que lo recordara a ellos lograba sumirlo en tristeza. Sin embargo, no permitía que esto lo detuviera. Se había comprometido a entrenar su cuerpo y su magia constantemente, empujándose más allá de sus límites.
Pasaba horas buscando formas de mejorar no solo su control sobre la magia vidlarita y sus nuevas habilidades por su parte abyssyan, sino también de aumentar sus destrezas físicas, preparándose para los desafíos futuros. En más de una ocasión, sus músculos se desgarraban o su cuerpo sucumbía al cansancio extremo, pero su regeneración acelerada lo mantenía en pie, permitiéndole seguir sin descanso.
Mientras Kael seguía este ciclo de entrenamiento incesante, Kazrareth lo observaba constantemente. El abyssyan notaba la obsesión de Kael por mejorar, reconociendo el implacable esfuerzo con una mezcla de reconocimiento y desprecio.
—Es curioso... —dijo Kazrareth un día, su tono sardónico, aunque con una pizca de aburrimiento—. Tanta dedicación... aunque, francamente, empieza a volverse repetitivo. ¿No tienes algo mejor que hacer aparte de jugar a pegarle a una roca y lanzar magia inútil al aire?
Kael, sumergido en su propio entrenamiento, apenas le prestaba atención, enfocándose en fortalecer cada fibra de su ser. No obstante, las palabras del abyssyan no cayeron en oídos sordos.
—Cállate —respondió Kael con frialdad, su respiración pesada—. No entiendes nada de lo que estoy haciendo.
Kazrareth soltó una carcajada. —Claro que no. Porque solo haces estupideces.
Kael lo ignoró, sabiendo que las palabras del abyssyan buscaban provocar una reacción, pero la presión interna por mejorar lo mantenía firme. Sin embargo, por más que tratara de ignorar a Kazrareth, había algo en él que sabía que debía aprender más sobre los abyssyan si quería cumplir sus objetivos.
Después de un arduo día de entrenamiento, Kael se dirigía a la laguna cercana para limpiarse. El agua fría proporcionaba un breve alivio al ardor de sus músculos. Mientras se sumergía en las aguas cristalinas, su mente volvía a las imágenes de su familia. Cada vez que cerraba los ojos, podía ver los rostros de su padre y madre, lo que solo alimentaba su deseo de venganza. Aunque reforzando su promesa de rescatar a Kassia de los Armatolten.
—Sigues obsesionado con el pasado —murmuró Kazrareth, su voz resonando en la mente de Kael mientras este se enjuagaba el rostro—. Nunca avanzarás si continúas arrastrando esas emociones tan patéticas.
Kael apretó los dientes, sintiendo cómo la ira comenzaba a burbujear bajo la superficie. —No te atrevas a hablar de ellos —replicó, su voz cargada de advertencia.
Kazrareth dejó escapar un largo suspiro de fastidio. —Lo que sea. Solo te estoy diciendo lo obvio. Si te sigues ahogando en tu dolor, te aplastará antes de que tengas la oportunidad de conseguir tu preciada venganza.
Kael se quedó en silencio, pero las palabras del abyssyan se clavaban en su mente. Sabía que debía concentrarse, pero también sabía que su dolor era lo que lo mantenía en movimiento.
Después de su baño en la laguna, Kael se preparó para su próximo movimiento. Había un pueblo a unas cuatro horas de distancia, sin embargo, no planeaba caminar todo el trayecto. Mientras ajustaba su cinturón y se aseguraba de que la gran hombrera azul que cubría sus hombros estuviera bien sujeta, su mente ya se enfocaba en su destino. Un pañuelo negro, enrollado cuidadosamente, cubriría la mitad de su rostro, ocultando su identidad lo mejor que podía.
Antes de partir, Kael hizo una breve inhalación, sintiendo cómo la magia fluía dentro de él. Y uso su Impulso Alys para empezar su recorrido, usándolo de nuevo cuando tocaba el suelo.
A unos minutos de alcanzar el pueblo, aterrizo en el suelo y empezó a caminar, pero repentinamente la voz de Kazrareth irrumpió en su mente, interrumpiendo su concentración.
— ¿Hoy también seguirás con tu estúpida búsqueda? —preguntó Kazrareth con tono aburrido, como si cada una de las acciones de Kael no tuvieran sentido alguno.
Kael no se molestó en detenerse ni en responder con demasiada energía.
—Ajá. —Su respuesta fue seca, casi indiferente.
Kazrareth, sin embargo, no estaba dispuesto a dejarlo pasar tan fácilmente.
—No has encontrado nada las dos veces anteriores que viniste aquí —comentó con creciente frustración—. ¿Para qué sigues buscando?
—Debe haber algo que no vi antes —respondió Kael, su rostro serio, con los ojos fijos en el camino. Su andar no se detuvo, ni su determinación se vio afectada.
—Qué aburrido eres —gruñó Kazrareth, su tono volviéndose más sarcástico—. Aunque... desde que maté a tus padres, dejaste atrás ese miedo patético. Ahora, eres determinado. Deberías agradecerme por ello. —Rio con malicia, disfrutando de las reacciones que intentaba provocar en Kael.
El comentario atravesó a Kael como una daga, pero no le daría el placer de responder. Apretó los puños con fuerza, con ganas de responderle, pero decidió ignorarlo. El silencio era su única respuesta mientras continuaba caminando.
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Editado: 28.10.2024