Code Fénix Maximum

CAPÍTULO 53 : El Incidente en Washington - Parte III

CAPÍTULO 53 : El Incidente en Washington - Parte III

Fénix y Lucio estaban agachados detrás de unos arbustos en una esquina poco iluminada de la Casa Blanca. Lucio, con una linterna en una mano y una palanca en la otra, trabajaba para abrir una vieja alcantarilla que conectaba con los túneles subterráneos.

—¿Sabías que debajo de la Casa Blanca hay un complejo de bunkers diseñado para resistir explosiones nucleares? —dijo Lucio, rompiendo el silencio mientras hacía palanca en la tapa de la alcantarilla.

Fénix, con la mirada fija en el perímetro, levantó una ceja.
—Sí, claro. Lo leí en Bunkers para principiantes.

Lucio soltó una risa nasal.
—En serio. Es un sistema subterráneo que conecta no solo con el búnker principal, sino con varios edificios cercanos. Fue diseñado en los años 50, en plena Guerra Fría. Pensaron en todo: comunicación, almacenamiento de suministros, salidas de emergencia. Incluso una sala de guerra para que los líderes sigan funcionando en caso de un ataque.

—¿Y cómo sabes tanto de esto? —preguntó Fénix con sarcasmo.
—Ah, ya sabes, me gusta leer... y hackear archivos clasificados cuando estoy aburrido.

Finalmente, la tapa cedió con un fuerte chirrido metálico, y Lucio hizo un gesto hacia la abertura.
—Después de ti, caballero.

Fénix resopló y bajó primero, seguido de Lucio, quien volvió a colocar la tapa desde dentro. El aire en el túnel era pesado, con un olor a humedad y metal oxidado. Las linternas iluminaban las paredes de concreto, cubiertas en algunas partes por cables y tuberías.

Lucio detuvo a Fénix antes de avanzar más y lo miró seriamente.
—Escucha, hay algo que tienes que tener claro antes de seguir.

Fénix alzó una ceja, intrigado por el tono inusualmente serio de su compañero.
—Adelante, ilumíname.

—Primero, sabemos que Adán está usando a Marcus como su recipiente. Pero eso no significa que puedas titubear. Si tienes la oportunidad, lo matas. Sin piedad. —Lucio hizo una pausa, dejando que el peso de sus palabras se asentara—. ¿Lo tienes claro?

Fénix bajó la mirada por un momento, sus pensamientos corriendo. Finalmente asintió, aunque a regañadientes.
—Sí, lo tengo claro.

Lucio continuó, enumerando con los dedos:
—Regla número dos: no te separes de mí. Estos túneles son un laberinto, y si te pierdes, no habrá tiempo para encontrarte.

—Entendido.

Sin más palabras, los dos avanzaron por el pasillo en silencio, sus pasos resonando en el túnel vacío. El aire estaba cargado de tensión; cada paso los acercaba más al enfrentamiento que definiría no solo su destino, sino el de muchos más.

Mientras tanto en la entrada principal...

La pesada puerta de la Casa Blanca se abrió con un crujido, dejando entrar una brisa fría que arrastraba consigo el olor metálico de la sangre. Lucian y Vanessa cruzaron el umbral con las manos en alto, sus rostros serios pero delatando un nerviosismo palpable. Adán estaba sentado en el suelo, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados, como si estuviera meditando en medio de la carnicería.

El sonido de los pasos de Lucian y Vanessa resonó en la sala principal, captando su atención. Sin abrir los ojos, Adán sonrió.
—Interesante... pensé que se tomarían más tiempo para decidirse.

Vanessa tragó saliva antes de hablar.
—No hemos venido a luchar... aún.

Adán abrió los ojos lentamente, retirando los brazos que había cruzado sobre su pecho.
—¿Aún? Qué palabra tan... optimista. —Se puso de pie con una calma inquietante, sus ojos brillando con un leve destello dorado mientras recorrían a los intrusos de pies a cabeza. Su sonrisa se desvaneció al no ver a Fénix. Frunció el ceño, claramente intrigado—. ¿Y dónde está la sabandija?

Lucian intercambió una mirada con Vanessa antes de responder.
—Fénix tiene sus propios asuntos que atender.

Adán inclinó ligeramente la cabeza, como si tratara de procesar la información. Después, soltó una carcajada baja, casi burlona.
—¿"Asuntos que atender"? Qué conveniente. ¿Acaso lo enviaron a buscar un lugar donde morir cómodamente?

La sonrisa de Adán se transformó en una expresión de diversión cruel.
—¿Así que ustedes son los corderos enviados al matadero para medir al lobo? Qué estrategia tan desesperada.

Sin previo aviso, Adán se irguió completamente, su presencia dominando la sala. Dio un paso adelante, haciendo que tanto Lucian como Vanessa retrocedieran instintivamente.
—Pero bueno, supongo que puedo divertir un poco antes del plato principal. No hay mejor victoria que calentarme con ustedes mientras espero al niñato.

Vanessa y Lucian estaban temblando, y aunque intentaban ocultarlo, era imposible disimular frente a la figura de Adán. Este comenzó a enrollarse las mangas de su camisa con una calma inquietante, como si estuviera a punto de hacer un trabajo cotidiano.

—Les daré algo, eso sí —dijo Adán, su tono bajo y peligroso—. Ustedes tienen agallas para entrar aquí. Eso, o son increíblemente estúpidos.

Lucian intentó hablar, pero las palabras no salían. Vanessa apenas podía respirar, sus ojos fijos en Adán mientras este se preparaba para la confrontación.

Adán sonrió de nuevo, sus dientes brillando como si estuvieran listos para morder.
—Bueno, ¿quién quiere ser el primero? —dijo, inclinando ligeramente la cabeza hacia un lado, como un depredador evaluando a su presa.

El eco de sus pasos resonaba en el estrecho corredor del búnker, mientras Fénix y Lucio avanzaban con cautela. Las luces parpadeaban débilmente, creando sombras inquietantes en las paredes metálicas. Fénix mantenía su mirada fija al frente, aunque sus sentidos estaban alerta, mientras Lucio revisaba el plano digital del lugar en su dispositivo.

De repente, un sonido metálico detrás de ellos los hizo detenerse en seco. Al voltear, ambos vieron a una figura salir de las sombras. Era Irene, su rostro reflejando una mezcla de desprecio y arrogancia.




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