Código X 77

7-. El laboratorio

8:55 pm 2 de Enero 2013 Valencia, Venezuela


—¿Cómo que vienes de un laboratorio? —exclamé, boquiabierto.

—Es una larga historia, pero te la puedo contar si quieres —respondió José.

—Tengo tiempo —crucé los brazos—, y todos estamos presentes.

—Como quieras —se encogió de hombros y comenzó a narrar—. Hace un par de meses, el Área 51 inició una investigación viral, en la que secuestraron gente de cada país para experimentar con ellos, aunque faltó una persona: tú —me señaló con el dedo—. Como no hallaban una manera de capturarte vivo, enviaron a un espía. Poco tiempo después, hubo un error en el laboratorio, y el virus se propagó antes de que pudieran perfeccionarlo; ese es el motivo por el que los infectados son tan estúpidos. Al darse cuenta de su error, los científicos se dedicaron de lleno a modificar aquella enfermedad, y así dividir a los caminantes en grupos organizados.

José permaneció en silencio por unos cuantos segundos, se secó el sudor de la frente con su camiseta y volvió a la historia.

—Yo también fui capturado, pero mis anticuerpos acabaron con la infección, al mismo tiempo que los otros sujetos eran transformados en criaturas más fuertes e inteligentes —me miró a los ojos y prosiguió—. Volviendo a ti, el espía te examinó lo mejor que pudo, nos comunicó todo lo que consiguió averiguar, y los científicos se basaron en eso para crear una versión mutada de tu persona. Mejoraron su velocidad, fuerza, e incluso su inteligencia, pero ese clon tiene un gran defecto...

—¿Cuál? —lo interrumpí.

—Es un zombi —respondió a secas—. Se descompone poco a poco, y necesita que su cuerpo adquiera las mismas características que el tuyo, o se pudrirá por completo —se aclaró la garganta—. Me vi obligado a trabajar con él repetidas veces, y en la última todo se salió de control...

 

Una semana antes 
Área 51

JDM caminaba dubitativo a través del impecable pasillo del laboratorio, y aunque no era la primera vez que lo hacía, en esos momentos se trataba de algo mucho más importante que vagar sin rumbo, acababan de asignarle una misión. Las instrucciones eran muy específicas: debía cumplirla a cualquier precio.

Al otro lado del lugar, le esperaba un sujeto de estatura media, cabello y ojos totalmente negros, barba de pocos días y cara perfilada. A pesar de que a simple vista lucía como un zombi común, estaba vivo, y podía llegar a ser bastante peligroso. El sujeto era Freider —o mejor dicho, su clon—, y tenía la orden de ayudarlo a cumplir con su trabajo.

El objetivo era simple, solo tenían que inyectarle una dosis del virus a varios niños, y después evaluar el efecto que tenía en ellos. Uno tenía que ocuparse de las inyecciones, y el otro anotaría los resultados para hacer un informe. Freider, sin pensarlo mucho, tomó la inyectadora, le vendó los ojos a los niños, y se acercó al primero, quien lloraba con impotencia al saber cuál sería su destino si esa aguja lo atravesaba. De improviso, JDM hizo que el clon se detuviera en seco.

—¿Qué pasa? —soltó Freider, indiferente—. ¿Tienes que sacarle punta al lápiz, o necesitas ir a cagar de nuevo?

—¡No podemos matar a estas criaturas! Aún tienen vida por delante.

—Yo solo sigo órdenes, y si sabes lo que te conviene, deberías hacer lo mismo.

—¡No! —rehusó José, quitándole la jeringa de las manos—. No soy tan cruel.

—¡Yo sí lo soy! ¡Ahora dame eso y haz tu trabajo!

—¡No me pienso mover de aquí!

—¿Por qué tanto alboroto? ¿No pueden cumplir algo tan fácil? —reclamó el científico a cargo—. Unos niños atados no pueden causar tantos problemas.

—No pienso matarlos —replicó José—. Limpiaré la base y espiaré, pero no le haré daño a criaturas inocentes.

—Jefe, al parecer JDM no desea cumplir esta misión —informó el clon—. ¿Qué debo hacer?

—Acaba con él —ordenó el científico—. No necesitamos cobardes en nuestras filas.

José no se lo pensó mucho y salió disparado de la habitación; sin embargo, al girarse, pudo ver que le iban pisando los talones. Finalmente, logró entrar al cuarto de simulación, seguido por FJC, este último cerró la puerta, y antes de que su rival pudiera reaccionar, le lanzó un bofetón.

—Esto es tu culpa —sus ojos negros se clavaron en él—. No solo cagaste el experimento, también dañaste mi récord perfecto de misiones.

—No puedo matar niños —contestó JDM, reincorporándose—. Yo sí tengo sentimientos, por eso soy humano —agregó, dándole un puñetazo en la mandíbula.

Freider ladeó la cabeza para disminuir el impacto de aquel golpe, y antes de que su rival pudiera apartarse, le conectó una patada en el esternón. JDM cayó al suelo adolorido, y mientras su atacante se daba la vuelta para buscar un objeto contundente, aprovechó para derribarlo con una tacleada. No obstante, el clon rodó por el suelo, se levantó de un salto, y le dio un fuerte cabezazo en la nariz. Esto hizo que ambos perdieran el equilibrio y terminaran desplomándose; segundos después, comenzaron a luchar en el piso.




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