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Liam se encontraba dando vueltas alrededor de la puerta de la habitación de su hermana. Había pensado durante todo el día una manera de pedirle a Peyton que fueran invitados a esa fiesta a la que el, no deseaba con euforia asistir.
Pero tenía que hacerlo, y debía tener éxito, no podía defraudar a Taylor, no después de contarle que la chica que andaba con Noah Long en los pasillos era su hermana.
Liam había roto el acuerdo, había arruinado el plan.
Pero era por una buena causa.
El castaño lanzó un suspiro y golpeó con suavidad la puerta, no venía a pelear —tampoco le convenía—, solo iba a charlar y a solicitar amablemente un favor a su hermana mayor.
En cuanto sintió el «pase» dicho por Peyton cruzó la puerta, la cerró con lentitud y puso su cara de perrito mojado que venía practicando desde el almuerzo.
—¿Qué? —Le preguntó con brusquedad su hermana, ella se encontraba acostada sobre su cama, con el celular entre sus manso y un almohadón en sus piernas.
—Necesito un favor... —Musitó.
—No voy a prestarte mi cargador si es lo que quieres —Aclaró.
—Pey... —Dijo en voz baja.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de la joven, esa expresión, esa manera de nombrarla, todo eso significaba que su hermano requería algo, y a Peyton le encantaba ver como perdía la dignidad ante ella.
La chica se acomodó en cama, sentándose contra la pared y colocando sus manos entre-lazadas sobre una almohada.
—Dime que necesitas... —Ordenó con una sonrisa siniestra.
—Quería preguntarte si puedes conseguirme una invitación a la fiesta de Noah Long para mi y una amiga.
—¿Y por qué podría conseguirla? —Se hizo la desentendido, de verdad disfrutaba la situación.
Liam respiró profundo, le era demasiado difícil no insultar ni levantar su tono frente a su archi-enemiga.
—Eres su amiga, te vi en los pasillos. —Explicó, sus manos sudaban y no paraba de mover sus pies de un lado a otro.
—¿Ah si? —Peyton arqueó una ceja.
—Si, solo que estabas demasiado ocupada en verte bonita para notarme —Susurró mirando hacia otra parte.
—¿Disculpa?
—Nada —Dijo con rapidez. —¿Podrías hacerlo?
La sonrisa no se le quitaba del rostro, Peyton había mantenido a su hermano en espera durante más de dos minutos, le fascinaba ver como se retorcía mientras esperaba una respuesta.
—Claro... —Cedió finamente.
—¡¿Por qué no?! No es justo... —Reprochó golpeando el piso con fuerza. —Espera... ¿Dijiste que si?
—¿Tan sorprendente es? —Preguntó fingiendo tristeza.
—Pues... Si —Confesó.
—No me interesa —Bufó. —De todas formas no voy a ir —Aclaró su garganta. —Hablaré con Noah y veré lo que puedo conseguir...
—Muchas gracias... —Dijo retrocediendo lentamente.
—Si, si... —Peyton rodó los ojos mientras tomaba su celular.
El castaño mantenía su expresión seria, no quería que su hermana viera la felicidad que le estaba produciendo al aceptar su petición, era demasiado orgulloso para ello.
Liam tomó la perilla de la puerta y luego la cerró con delicadeza.
Lo había logrado. Solo faltaba una cosa: Preguntarle a su madre.
El joven bajó las escaleras nervioso, con las manos sudando y la adrenalina a mil, era fácil convencer a su padre, solo que el, no se encontraba en casa y no podía arriesgarse a planear una noche sin saber si tenía la aprobación de sus progenitores.
Su madre, ella era un problema, un grano en el trasero, tenía muy claro que le sería difícil convencerla, incluso, más que a su hermana —la cual aceptó más rápido de lo normal—. No perdía nada con intentarlo ¿Verdad?
El chico caminó por toda la casa hasta encontrar a la mujer que le dió la vida, ella estaba de espaldas en la cocina con el teléfono en su oído, frente a ella, había una tabla con una cebolla medio cortada.
—Ma... —Dijo en voz baja.
Melissa escuchó las palabras de su hijo menor, levantó la mirada y respiró con la nariz llena de moquillo, haciendo un leve ruido.
—Adiós —Pronunció terminando con la llamada y dejando el teléfono sobre la mesada.
El ceño de Liam se frunció en cuanto vió voltear a su madre; su rostro estaba rojo, tenía rastros de lágrimas en las mejillas, algo no andaba bien.
—¿Ocurre algo? —Preguntó acercándose a su madre.
—¿Que? No —Respondió en un tono extraño. —Son solo estas malditas cebollas —Añadió señalando la tabla con las verduras encima.
Liam estaba algo preocupado, su madre no era de llorar, ni siquiera por cebollas, aunque, para ser sinceros, le importaba más aquella fiesta que el estado emocional de su madre.