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Capítulo 11: Un Rayo de Desesperanza

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Liam y Taylor lanzaron una carcajada divertida, el castaño había contado un chiste sobre un elefante intentanto tener relaciones sexuales con una hormiga y eso los tenía muertos de la risa. 

Ambos se encontraban sentados en una de las mesas de afuera de la cafetería Maureen's, hacía media hora que estaban allí, y ya iban por su segunda malteada. Liam tenía una de vainilla con Oreos y Taylor una de frutilla con chocolate.

Los dos no habían parado de reírse desde el instante que llegaron al lugar, parecía extraño, pero por un momento pensaron en que quizás, esas malteadas tenían un poco de marihuana en su receta.

Pero pasados los dos minutos de reírse de aquel mal chiste, alguien cruzó frente a ellos, una persona que provocó que Liam se pusiera serio. Taylor no tardó mucho en darse cuenta, y como se encontraba de espadas, tuvo que, "disimuladamente", utilizar la cámara frontal de su teléfono para ver a la misteriosa persona.

Esa persona era nada más y nada menos que Jess, él había entrado a la cafetería con la cabeza baja, y antes de que Taylor pudiera preguntarle algo al chico frente a ella, el pelinegro volvió a cruzar la puerta, esta vez hacia el exterior.

Y con dos bolsas de papel cartón que contenía quién sabe qué, pasó frente a ellos y se subió al auto de su hermano, sin siquiera mirar a los dos jóvenes sentados a su izquierda.

No supo por qué, pero Liam levantó su mano amigablemente para saludar, y como si no lo conociera, Jess lo ignoró, provocando diversos sentimientos en el castaño, ninguno de ellos, bueno.

—No me interesa, pero... ¿Qué ocurrió entre ustedes dos? —Susurró Taylor para que no los escuchara, aún así cuando Jess ya se encontraba a varias calles de allí.

—No tengo idea, hace del lunes que se comporta raro...

—Quizás está enojado porque viniste aquí conmigo —Sugirió la castaña.

—No lo creo, ¿Pero sabes algo? No me interesa —Dijo con un tono despreocupado.

Aunque Taylor le creyó, todo eso era una vil mentira, por supuesto que le interesaba, hacía más de dos días que no hablaban, y aunque lo acababa de conocer, necesitaba hablar con él.

Necesitaba su dósis de Jess.

Las siete de la tarde llegó junto a una ventisca que anticipaba una leve tormenta, por lo que, ambos chicos tomaron su camino a casa, Taylor, por su parte, volvió a la escuela para recoger su bicicleta, y Liam, sin saber muy bien cómo llegar, empr...        Las siete de la tarde llegó junto a una ventisca que anticipaba una leve tormenta, por lo que, ambos chicos tomaron su camino a casa, Taylor, por su parte, volvió a la escuela para recoger su bicicleta, y Liam, sin saber muy bien cómo llegar, emprendió rumbo hacia su casa.

Mientras caminaba, un bocinazo le llamó la atención, era algo agudo y no sonaba al de un automóvil. A diferencia de su hermana, el chico no tuvo miedo en ningún momento, incluso, se detuvo y miró hacia atrás, era ridículo pensar que ese "mensaje" era para él, pero de todas formas, lo hizo.

Sus ojos no tardaron en localizar el origen del sonido, era un chico de cabello negro en una motocicleta. Lanzó un suspiro y continuó caminando, había perdido precisos minutos de tiempo para llegar a casa, pues, a medida que el tiempo avanzaba, las nubes de color gris oscuros se apoderaban del cielo azul.

Un segundo bocinazo se escuchó, y esta vez, no se detuvo. Luego, hubo otro, y ya, algo irritado, se dio la vuelta dispuesto a insultar a aquel chico de todas las formas posibles.

Fue cuando sus miradas se encontraron, y en ese instante, la ira desapareció.

—Guau, no sabía que sería tan díficil... —Pronunció el joven, mayor que él, apoyado en el manubrio plateado brilloso de la moto.

—¿Disculpa? —La expresión de Liam era de una persona completamente confundida, sentía que lo conocía, pero no podía recordar de dónde.

—Soy Dylan, ¿Me recuerdas, cierto? —La expresión del castaño le dió la respuesta, y el pelinegro no pudo evitar sonreír. —Okey, creo que estabas demasiado borracho, jovencito tierno... —Añadió guiñando su ojo derecho.

Y esas últimas palabras, le trajeron de regreso una serie de recuerdos de la fiesta, no todos por supuesto, pero si los que involucraban a aquel joven de pelo alborotado.

—Dios, no, ¿Tu eres?

—¿El chico que te salvó la vida? Sí —Dijo algo pretensioso y eso causó que las mejillas de Liam se ruborizaran.

—No sabes como lo siento... —Se disculpó completamente avergonzado, acercándose un poco a él.

—No hay problema... —Respondió despreocupado. 

—Estoy completamente apenado —Continuó bajando la cabeza.




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