1
—¡Atención chicos, tomaremos un descanso de cinco minutos y volvemos al ensayo! —Pronunció el profesor Jackson, o como todo el mundo lo llamaba, Alexis.
El auditorio del colegio privado George Washington de la ciudad de Pittsburg comenzó a desalojarse con rapidez, los estudiantes hacía varias horas que estaban ensayando, y ahora que el director y encargado de la obra escolar, les dio un tiempo libre, nadie quería quedarse allí.
Peyton colgó su mochila sobre el hombro derecho y caminó con lentitud hacia una de las dos puertas dobles del recinto escolar, creyó escuchar que Sharon la esperaría en la cafetería, y eso significaba solo una cosa: Comerían, otra vez, en el centro comercial.
La castaña no podía recordar cuándo había sido la última vez que almorzó en la cafetería escolar, aunque, siendo sincera, la comida del lugar no le gustaba.
Solo que ya estaba cansada de tener que recorrer quince kilómetros hasta el centro comercial por una estúpida hamburguesa que podía comprar en el restaurante de la esquina.
Pero como siempre, lo que menos quería era otro enfrentamiento con Sharon George, la última vez —y con ello me refiero hace dos días—, habían terminado tan mal, que ya se rumoreaba por los pasillos que ambas iban a comenzar una guerra para ver quién se quedaba con el mando de la escuela.
Mentiras, todas mentiras, o bueno, eso quería creer Peyton, porque muy bien sabía que Sharon estaría dispuesta a empezar una estúpida guerra por las "escrituras" de los pasillos de la escuela.
Y por esa razón, esa mañana, evitaría las discusiones.
Peyton cruzó el umbral de la puerta al mismo tiempo que alguien, desde el escenario del auditorio, pronunció su nombre.
La joven, con el cabello castaño medio rubio teñido con tonos azules, giró completamente su cuerpo.
No tardó mucho en visualizar a la persona: Alexis Jackson, su profesor de teatro.
La chica lanzó un gran suspiro. No de esos cansados o de molestia, sino uno de completa enamorada.
El hombre tenía a todas las chicas de la escuela a sus pies: Ojos azules color cielo, cabello rizado negro, cuerpo de deportista completamente bronceado, casi dos metros de altura, y un tatuaje de dragón que comenzaba en su mano derecha y terminaba en su pecho.
La muchacha sonrió de oreja a oreja y volvió sobre sus pasos hasta llegar al escenario.
—¿Me llamó, profesor? —Preguntó ella sin dejar de sonreír.
—Sí, necesitaba hablar contigo.
—¿Sucede algo malo? —Cuestionó la chica, borrando la sonrisa que tenía al ver la expresión de su director.
—Seré sincero contigo... —Suspiró el mayor. —Estamos a tres semanas del estreno, y siento que, falta algo...
Peyton frunció el ceño.
—Que te falta algo... —Aclaró segundos después.
—¿A qué se refiere?
—Eres la protagonista, Peyton, y no te veo metida en el papel.
Los ojos de la joven se abrieron por completo, sintió una leve puntada en el pecho y a su cuerpo desvanecerse.
—Yo, yo, prometo practicar en mi casa, intentaré afinar mi voz, prometo mejorar.
—Lo sé, lo sé, solo creo que, no puedes sola, siento que este papel es demasiado grande para ti...
—No, por favor, he soñado con esto toda mi vida...
—Sé eso Peyton, por eso creo que necesitas mi ayuda.
—Claro, claro, me quedaré las horas que sea necesario para mejorar, sacrificaré mis períodos libres y el almuerzo —Se apresuró a decir, no podía creer que eso le estuviera pasando.
—Sé que lo harás, pero yo no puedo quedarme más horas aquí, tengo mucho que hacer.
—Entonces iré a su casa —Dijo con desesperación.
El hombre bajó su cabeza, evitando la mirada de la chica y luego, sonrió por completo.
—No lo sé, Peyton... —Él rió lo suficientemente bajo para que ella no lo escuchara.
—Por favor —Suplicó la castaña.
Alexis suspiró de manera exagerada, y luego, asintió.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Peyton, hizo un extraño salto de victoria, y acomodó su mochila sobre sus hombros.
—Te espero en mi casa esta tarde, por favor, se puntual —Anunció el profesor, entregándole un trozo de papel con una dirección escrita.
Peyton asintió feliz, dio media vuelta y cruzó la puerta doble del auditorio. Necesitaba lucirse en esa obra, y haría lo que fuera para lograrlo, y si eso significaba renunciar a todo para practicar, es lo que iba a hacer.
2
Jess separó sus labios de los de Liam, permitiendo que el aire fesco de la noche volviera a circular entre ellos.
Ambos abrieron sus ojos, seguían muy cerca uno del otro. Podían escuchar sus respiraciones agitadas y ver sus mejillas rojas por el helado viento.
Sus ojos volvieron a conectarse, y en ese instante, Jess dio un paso hacia atrás.
Tenía la intención de alejarse, pero Liam tomó su mano lo suficientemente fuerte para impedirlo.
—Oh, no —Pronunció el castaño. —No volverás a huir. No volverás a ponerte raro por esto.
—Liam lo siento, de verdad —Dijo apenado, bajando la cabeza.
—Hey, tranquilo —Jess lo miró por un segundo, viendo como Liam, tenía una media sonrisa en su rostro.
—Yo, no sé, no sé porque lo hice...
Liam soltó a Jess por un segundo, solo para tomarlo de la mano con suavidad, y presionarla levemente.
—Creo que no soy el único al que le han estado pasando cosas... —Pronunció haciendo una mueca divertida.
—¿Qué...? —Musitó ahora, con la cabeza levantada.
—No lo sé —Gruñó Liam, sonando en verdad frustrado. —Solo digo que te conozco hace menos de dos semanas y siento cosas que nunca había sentido por nadie, ¿Si? —Él soltó a Jess. —Me refiero a que... Cuando comenzaste a ignorarme, algo dentro de mí se rompió, y no sé por qué, pero me importas demasiado, y creo que no puedo soportar la idea de que ya no seamos... —El castaño hizo una pausa ligeramente larga, no sabía muy bien lo que estaba diciendo, simplemente dejó que su boca soltara lo primero que se le ocurriera. —De que ya no hablemos —Agregó después, corrigiéndose.