1
Se sentía terrible, la culpa carcomía su pecho como termitas un pedazo de madera. Campbell no tenía la culpa de lo sucedido, era un maldito daño colateral en una guerra tan absurda como interminable.
Necesitaba disculparse y tenía que hacerlo antes de que su ex-profesor se fuera de la ciudad, claro que ella no sabía si eso sucedería, pero no quería perder la oportunidad de decir "lo siento".
Peyton respiró profundo y al exhalar golpeó la puerta de la casa de Christopher tres veces. Se mantuvo quieta, escuchando del otro lado lo que parecía ser una canción de Coldplay sonando a todo volumen.
Rascó con fuerza su mano izquierda, estaba nerviosa, demasiado a decir verdad; ¿Y si él le gritaba? ¿Y si la culpaba de todo? Obviamente tendría razón, pero no estaba preparada para oírlo.
Lanzó un suspiro, quizás no había oído los golpes, sonrío levemente, era su oportunidad para salir corriendo de allí. Se dio la vuelta y bajó los primeros dos escalones de la entrada, pero antes de tocar el tercero, la puerta detrás de ella se abrió y una voz dijo su nombre.
Se quedó paralizada unos segundos, el tono del profesor sonaba un poco más grave a como lo recordaba, la chica tragó saliva y giró por segunda vez.
—Hola —Saludó de forma tímida y dio un par de pasos hacia adelante. —Sé que es arriesgado, que no debería estar aquí pero...
—Pasa... —Pronunció el hombre abriendo un poco más la puerta, ella lo miró a los ojos, notando al instante que su barba prolija y característica ya no estaba.
¿Quizás los hombres sobrellevan las crisis afeitándose la barba en vez de cortarse el cabello? Se preguntó al mismo tiempo que obedecía la orden.
—¿Quieres algo de tomar? —Ofeció. —Acabo de preparar Margaritas.
—No gracias —La castaña entrelazó sus dedos. —Señor Campbell yo...
—Puedes decirme Chris —Anunció.
Peyton lo observó un segundo, él hombre tenía los primeros dos botones de su camisa hawaiana desabrochados, una malla de color azul y sus pies estaban descalzos. Parecía tranquilo, como si no le importaba haber sido despedido, incluso, el desorden de su casa ya no estaba, como si hubiera aprovechado su tiempo libre para limpiar su casa.
—Chris yo en verdad lamento lo que sucedió —La jovencita bajó la cabeza avergonzada.
—Está bien, no fue tu culpa —Respondió él dando unos pasos hacia adelante.
—Pero sí lo fue —Pronunció. —Si yo no me hubiera metido con ellos —Hizo una pausa, sentía un nudo en la garganta terrible. —Prometo acabar con ellos, no se saldrán con la suya lo juro.
—Eso ya no importa... —Campbell sonrío levemente y levantó el mentón de la chica, quien mantenía una expresión de confusión en su rostro. —Siempre supe que eras especial Peyton, desde el momento en que entraste a mi salón de clases.
—Señor Campbell...
—Sh... —La interrumpió posando su dedo índice sobre sus labios. —Ya no te disculpes.
El hombre dejó el trago de licor sobre la pequeña mesa del living y tomo de la cintura a la castaña.
—¿Sabes lo bueno de todo esto? —Susurró al oído de la joven. —Que ahora que ya no soy tu profesor, puedo hacer esto... —Añadió acercando su rostro al de Peyton.
Ella estaba paralizada, no terminaba de procesar lo que estaba sucediendo, una mezcla de sentimientos recorría su cuerpo culminando en su estómago, que en ese momento, parecía estar enfermándose. Los labios de su ex-profesor chocaron contra los suyos y los recuerdos de su pasado en Kansas se reprodujeron uno detrás de otro.
Christopher Campbell terminó siendo todo aquello que pensaba que no era; estaba decepcionada, asqueada y avergonzada por sentir pena por una basura como aquel hombre. Miles de pensamientos se le cruzaron en la mente: ¿Y si ella no era la primera estudiante en ser invitada a "pasa"? ¿Y si no era a la primera a la que le ofrecía Margaritas?
Peyton abrió los ojos completamente, y en un acto de completa valentía, empujó al hombre con todas sus fuerzas para quitárselo de encima.
—Tranquila —Volvió a acercarse. —Prometo que nadie va a enterarse —Campbell tomó con sus manos las mejillas de la joven y la besó de nuevo.
—¡Aléjate! —Gritó con desesperación, el aire comenzaba a faltarle, sus brazos empujaron el pecho de Christopher hasta que finalmente este retrocedió.
—¡¿Qué demonios te pasa?! —Exclamó.
—¡Me das asco! —Fue lo último que dijo antes de salir corriendo de esa casa.
Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, se deslizaron por sus mejillas hasta chocar contra la acera, eran casi las ocho de la noche y la brisa se estaba tornando demasiado fría.
Subió a su auto y aceleró a toda velocidad hacia su casa, lo único que quería era tomar una ducha y dormir hasta el siguiente día. Se sentía furiosa, triste y como una completa idiota, quería venganza contra todos los que la dañaron.
Solo que estaba demasiado rota como para pensar en algo que no fuera llorar.
La chica estaciono el auto frente a su vivienda y se quedó allí, llorando encima del volante, no creía tener las fuerzas para salir, mucho menos para entrar y fingir ante sus padres que nada estaba sucediendo.
Fue entonces que de repente su ventana fue golpeada, Peyton dio un salto acompañado por un casi inaudible grito. Ella miró hacia su lado izquierdo, viendo a Dean del otro lado.
Sintió un apretón en su pecho y finalmente abrió la puerta sin que él chico se lo pidiera.
—¿Peyton qué...? —Las palabras de Dean se quedaron en su boca, Peyton acababa de abalanzarse contra él y parecía no querer despegarse.
Él no dijo nada más, solo correspondió a su abrazo y la dejó llorar en su hombro.
2
Liam finalmente lo estaba superando, acababa de pasar una semana desde la pelea con Jess, y aunque le había resultado díficil, ya no le afectaba verlo en los pasillos, o incluso, tener que sentarse juntos en clase de matemáticas.