Ya había pasado dos días desde la gran noticia, y los cuchicheos y miradas no habían disminuido en absoluto. Aunque Ian parecía llevarlo mejor que ella, como ignoraba a todo el mundo, nadie se atrevía a decirle nada.
Ella, por otro lado, recibió preguntas de todo el mundo. Sus compañeras, las chicas del comité de Eventos, e incluso de una profesora, que la detuvo en un recreo para preguntarle si el rumor era cierto.
Hernán bromeaba sobre el tema de vez en cuando, pero Joaquín y Camila no hablaban al respecto. Eso era tranquilizador porque podía manejar las bromas, y no necesitaba mentirles a sus amigos.
—Ahora que es tu novio, ¿No debería almorzar con nosotros? —Sugirió Hernán.
—¿Te volviste loco? —Preguntó Camila.
—No va a venir acá —. Admitió Pupi.
No había forma que Ian se siente en la misma mesa que sus amigos, y no lo iba a obligar a eso.
—No lo queremos acá. —Sentenció Joaquín y Camila asintió.
—Por mí no hay problema. —Dijo Mei.
—Por mí tampoco. —Estuvo de acuerdo Hernán. —Me genera curiosidad saber cómo consiguió a la chica que está catalogada como imposible, incluso para Joaquín. —Joaco lo fulminó con la mirada. Pero Hernán lo ignoró. —Creo que deberías invitarlo, es tu novio y sos mi amiga.
—¿Qué te pasa hoy? —le reprochó Camila.
—Es el novio de tu amiga, te guste o no.
—No se va a sentar acá, ¿cuánto crees que va a durar?
—Así duren un día o un año, es el novio de Pupi.
—Sí el becado se sienta acá, yo me voy. —dictaminó Joaquín.
No opinaba porque sabía que Ian no se iba a sentar con sus amigos, aunque ellos estuvieran de acuerdo, era estúpido entrar en esta discusión.
Hernán le dedicó una mirada de disculpas. —Estás siendo egoísta con tu amiga.
—Estoy siendo realista, el becado no pertenece a esta mesa.
—Te juro, a veces no te soporto.
Camila y Hernán comenzaban una de sus habituales peleas, no tenía ganas de presenciar eso, cuando ella era el motivo está vez.
Se puso de pie, sujetó su táper para volver al aula.
—Espera. —Joaquín la alcanzó. — Me rechazaste por años, no entiendo, Pupi.
—No creo que haya nada para entender. Las cosas se dieron así. —era la respuesta más evasiva y la que más parecía dejar conforme a la gente.
Siguieron caminando rumbo a las aulas.
—¿Por qué él? —ya le había hecho esa pregunta mil veces. —En estos días no vi ninguna actitud diferente entre ustedes, apenas lo mirás.
Joaquín estaba dudando y no tenía nada para decirle, no se comportaban como novios porque no lo eran.
—No podemos hacer nada dentro del colegio. —fue lo primero que se le ocurrió, y era lo que mantenía en pie la mentira.
—No es tu problema. —Ian habló detrás de ella, se giró para mirarlo con sorpresa.
—No estaba hablando con vos. —Le advirtió Joaquín de forma violenta, pero Ian no pareció alterarse.
—Vamos. —La sujetó de la muñeca y empezó a caminar.
—Estamos haciendo una escena. —le susurró a Ian, que la ignoró por completo.
—Ey. —gritó Joaquín. —No te olvides tu lugar, becado.
Ese comentario la enojó, había dicho “becado” con tal asco que la hizo frenarse en seco. Lo único que tenían para insultar a Ian era su condición de becado.
Se soltó del agarre y dio media vuelta para enfrentar a Joaquín.
—El ser becado no tiene nada de malo. —se fue acercando a Joaquín, que la miraba confundido. Sí, estaba muy enojada. — No lo conoces, no tenes idea del esfuerzo que hace. Trabaja hasta muy tarde, logra mantener sus notas, y nunca se queja. La próxima vez que te quieras reír de él, pensá en eso, y si serías capaz de soportar todo sin lloriquear como un nene. —se giró para enfrentar a Ian nuevamente que la observaba sorprendido. —Vamos.
Lo sujetó de la mano y caminaron hasta uno de los ingresos al sector de aulas.
Ella seguía refunfuñando en voz baja. Había tolerado que lo insulten durante estos meses, y había tenido que reprimir la necesidad de explicar el gran esfuerzo que hacía día a día.
Pero en su enojo, no se dio cuenta que lo había expuesto en mitad del patio, ahora todos sabrían que además trabajaba.
—Pupi. —la llamó Ian.
¿La había llamado por su apodo?
Se giró para enfrentarlo, sus manos seguían unidas, de un suave tirón la atrajo y la besó.
—Gracias. —Susurró sobre sus labios, le sonrió y se fue.
¿La besó? Ian la había besado, ¿Por qué?
Se llevó la mano a los labios.
Su primer beso.
Se giró para buscarlo, y se encontró con todo el colegio mirándola.
La había besado, delante de todos.
Mei se acercó lentamente con diversión en sus ojos.
—Linda demostración de afecto. Muy pública. —bromeó
—Me besó. —susurró.
—Sí, lo vi, todos lo vimos.
—¿Por qué me besó? No tiene sentido. —hablaba en susurros cuando sentía ganas de gritar. Debía contenerse o llamaría aún más la atención.
—Lo acabas de defender en mitad del patio, hasta yo sentí el impulso de besarte. —comenzó a reír. — Vamos, va a sonar el timbre.
Pupi no logró concentrarse el resto de la tarde. Ese beso se reproducía en su cabeza una y otra vez.
La había alterado, no podía negar eso, su primer beso había sido delante de todo el colegio. De Ian.
No había lógica para esto.
—¡Algo se está quemando!
El grito de Ian la arrancó de sus pensamientos.
Mierda. Intentó apagar la hornalla, pero Ian la empujó hacia atrás. Había quemado el pollo que estaba salteando en el wok.
—¿En qué estabas pensando? —Le preguntó mientras ponía todo bajo el agua.
«En tu beso».
—Perdón.
—Presta atención cuando estás cocinando, Guadalupe.
—Lo sé, perdón.
—Llenaste el departamento de humo, otra vez.
Ian se alejó para abrir la ventana que daba al balcón.