Coexistiendo

Capítulo 22

 

Era la última semana de clases, antes de las vacaciones de invierno, Guadalupe habría querido ocuparse de la “ruptura” con Ian, pero el evento de mitad de año era el viernes y no podía ocuparse ni de sí misma.

Y esta semana no aspiraba a ser mejor. Ayer, dos de las chicas del comité le habían avisado que estaban enfermas, y hoy tenía dos bajas más, y cien mil cosas por hacer.

Guadalupe estaba utilizando todo el auto control que tenía para no llamar llorando a su mamá. Martina estaría totalmente organizada, incluso con cuatro bajas.

Sentía una neblina gris cubriendo su mente, y recién era martes.

—Guadalupe. —La llamó una de sus compañeras.

Se encontraba tirada sobre el banco de clase, intentando descansar un rato. Elevó la cabeza. —Te llama la directora, pidió que vayas a su oficina.

—¿Qué hiciste ahora? —Bromeó Mercedes, estaba sentada en el banco contiguo leyendo un libro de algún filósofo viejo, le había mencionado el nombre, pero no tuvo la claridad mental como para retenerlo.

—La idiotez de estar a cargo del Comité. —susurró. —Ahí voy. —le respondió a su compañera. —Gracias.

—El viernes termina todo.

Guadalupe amaría poder pensar así. —Primero tengo que llegar al viernes. ¿Sabes que necesito? —Mercedes negó con un movimiento de cabeza. —Escapar a Morro. Playa, mar cálido, y queijos, muchos queijos na brasas.

Mercedes se sentó recta. —Re estoy para esa. Dame media señal y le mando un whatsapp a Julieta pidiéndole la lista de hoteles y los vuelos.

Eso era exactamente lo que necesitaba escuchar, pero no se sentía bien llamar a sus padres para pedirles permiso de ir a Brasil con Mercedes en lugar de visitarlos en México. Lo sentía un poco egoísta.

—Te amo por eso, pero el único pasaje que va a querer pagar mi papá es con destino a México. — Mercedes se desanimó de inmediato. —Ahora vuelvo.

Buscó en su mochila el cuaderno donde anotaba todo lo relacionado con el Comité antes de marcharse.

La puerta de la oficina estaba abierta, pero ella golpeó antes de entrar. —¿Me buscaba?

—Sí. Pase y cierre la puerta, por favor. Estoy preocupada por el evento del viernes.

—¿Por qué? —preguntó Guadalupe.

—Porque me han informado que hay cuatro personas enfermas en este momento, y son siete en el comité.

—Sí, pero es martes. Cada curso se encarga de sus juegos, y el comité se encarga de la parte de la comida. Para el viernes, deberían estar todas disponibles, y es cuando más las necesito, ya que tenemos que preparar todo en el patio.

—¿Y si no están disponibles? No hace falta recordarle la importancia de las personas que asistirán, ¿verdad?

Esas palabras la molestaban en muchos niveles. Ella era plenamente consciente de todo, y no necesitaba más presión de la que ya sentía.

—No, los más importantes son los padres de mis amigos —respondió con ironía.

—¿Los padres de sus amigos asistirán? Aún no han confirmado.

Guadalupe sabía muy bien que lo importante era el puesto de CEO que su padre ocupaba, y esa era la única razón por la cual le importaba esa confirmación.

—Lo dudo. Prácticamente lo veo por videollamada desde marzo.

Sólo ella sabía lo real de esas últimas palabras, y lo mucho que dolía tenerlos lejos durante tanto tiempo y lo mucho que necesitaba el abrazo energético de su mamá, y el abrazo protector de su padre.

—No he tenido la oportunidad de felicitarlo aún —dijo la directora.

Guadalupe le regaló una sonrisa falsa, porque no sabía qué más hacer. Estaba agotada y preferiría estar descansando con la cabeza apoyada en la mesa en lugar de estar en esa oficina donde no le ofrecían soluciones.

Ella era plenamente consciente de que la gripe había afectado al comité. Se estaba quedando sola, con un montón de cosas por hacer, pero se prometió a sí misma que lo sacaría adelante. Ninguno de sus eventos había fracasado antes, y este no sería el primero.

—Probablemente necesite ocuparme del evento durante el horario de clases. ¿Podría avisarles a los profesores? —preguntó Guadalupe.

—No hay problema, siempre y cuando ya hayas completado el examen trimestral.

Esa era otra razón para su agotamiento mental: los exámenes finales de las materias. Por eso quería descansar un rato, después del almuerzo se dedicaría al evento.

Los días siguientes fueron una auténtica locura. La gripe se había llevado por delante a la mitad del alumnado, lo que significaba que Guadalupe había tenido que ocuparse de ayudar a los diferentes grupos con sus respectivos juegos y apenas había tenido tiempo para dedicarse a su parte en el comité. La Kermese era al día siguiente y probablemente no tendría tiempo para dormir hoy.

El departamento era un caos. Tenía los carteles, que ya había pintado, esparcidos por todas partes y aún le faltaban pintar cinco más. También tenía que terminar de armar los souvenirs para los niños de los jardines de infantes de la zona y quería que quedaran bonitos, ya que ellos eran los verdaderos invitados que disfrutarían de los juegos.

—Perdón. No tuve tiempo de hacer nada. —dijo desde el piso, donde estaba sentada pintando un cartel, cuándo Ian ingresó al departamento. —Tengo al equipo enfermo. —levantó la vista del cartel y lo vio observando el desorden. —Y prometo ordenar todo.

—No pasa nada.

Ingresó a su habitación, y salió vestido con un pantalón jogging gris oscuro y un buzo de algodón verde con la imagen de Bart Simpson.

—¿Pedimos pizza? — Guadalupe le sonrió. Era justo lo que necesitaba escuchar, ya que no había comido nada desde el mediodía y estaba muriéndose de hambre.

—¿Podrías pedirla? Creo que deje el número arriba de la heladera.

Asintió y se dirigió hacia la cocina. Escuchó cómo hacía el pedido y luego regresó al salón, deteniéndose frente a ella.

— ¿En qué puedo ayudar? —eso la tomó por sorpresa. —¿Puedo ayudar o tengo que estar dentro del comité?




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