- ¡No lo olvides, él sabe...! -
Desperté con algunos rayos de luz filtrándose por la ventana que se encontraba frente a mí, tenía un leve dolor de cabeza y mis manos se sentían frías, en sí todo cuerpo se sentí frió, aunque tenía el cobertor encima, pero el aire de la habitación se filtraba .
-Buenos días cariño ¿Como amaneces?. -Escucho decir a mi izquierda, no me había percatado de la presencia de mi padre hasta ese momento, le sonrió levemente en señal de saludo, mi garganta se sentía seca así que no me arriesgue hablar.
-Hoy te llevare al patio del hospital, la doctora Grisman, me dio permiso, así no estas tanto tiempo en la habitación. -Comento saliendo del cuarto con una sonrisa. -Regreso cuando termines de alistarte. Ire por un café y algo de comer cariño -Lo escuche decir mientras cerraba la puerta detrás de él.
Aun no entendía todo lo que había pasado, me sentía mal, no es fácil perder a tu madre y tu hogar el mismo día, mucho menos estar a punto de morir, la situación con mi madre... ¿el sueño o era una visión?; ¿Era de verdad ella? O solo estaba alucinando ¿Y qué tendría que ver mi padre en todo esto? Se supone que ese día, él se había ido a trabaja; ¿Por qué se culpara? -Seguía creando pensamientos en mi mente hasta que el sonido familiar de la puerta me hizo mover la cabeza; Era la doctora Grisman y la enfermera, que como en toda ocasión se mostraba algo acelerada.
-Al parecer tienes mejor cara que ayer. Te traje el desayuno -Sonrió y le dio algunas órdenes a la enferma que de inmediato empezó a seguirlas. -Tu padre me solicito permiso para ir al patio, en cuestión este bien solo, que aún no podrás hablar fuerte por unos días, hacer ejercicios físicos y sobre todo nada de emociones fuertes, espero que te recuperes pronto y vayas a casa. -Comento sin quitar la vista de su tabla, por un mes estarás bajo cuidado, mi cuidado. –Alzó la vista y prosiguió. -Tomaras antibióticos y tendrás que venir a chequeos. -Concluyó.-
En un par de horas, estaba lista para salir al patio del hospital, me había puesto un vestido lizo de color crema y unas pantuflas del mismo color. Pero con todo el incidente, mis pies estaban algo débiles, así que optaron por llevarme en silla de rueda.
Según lo que comento la doctora era momentánea, estaban perfectamente mis piernas, pero por posibles mareos o decaídas respiratorias al caminar demasiado es mejor prevenir que lamentar y tenía razón.
Salir se sintió tan bien, la necesidad de ver otra perspectiva y no solo la habitación en la que me encontraba me hizo sentir mejor, el patio era grande, era un área dentro del mismo hospital, llena de bancas y arboles; todo era tan pacifico, los caminos estaban llenos de pacientes y familias compartiendo, no pude evitar sentirme mal. Después tantos años como familia, ahora éramos solo mi padre y yo, era extraño y sobre todo desgarrador.
Extrañaba a mi madre, ella siempre me hacía reír, con la imitación de la risa que tenía Consuelo Duval era muy divertida y cariñosa, siempre fue un ejemplo a seguir. –Siento que unas lágrimas empiezan a caer por mis mejillas y paso mi mano rápidamente para quitarlas.
- ¿Que pasa princesa? –Escucho decir a mi padre, mientras detiene la andanza.
- Solo lo mire triste, y baje la cabeza. –L-la extraño. –dije débilmente y suspiré.
- Yo también la extraño, siempre será el amor de mi vida, mi alegría, pero ahora solo te tengo a ti y tú serás mi salida. –concluyo y me movió hasta una banca, me coloco al frente y tomo asiento.
- ¿Mi salida? –Pensé, era extraña esa palabra, pero depende de la perceptiva, lo miré por un breve momento mientras estaba observando su anillo de casado en la mano izquierda.
- ¿Papá? ¿Estás bien? –Dije con la voz carrasposa, un pequeño frió me recorrió la espalda como aquella vez, cuando vi a mi madre.
- Lo estoy Colette. –Alzo la mirada y sonrió. –Estoy bien.
- ¿Colette? ¿Papá seguro que estas bien? –Volví a decir, con un poco de dolor, me senté erguida en la silla y por alguna razón, sabía que no estaba bien mi padre no me llamaba por mi primer nombre, siempre me decía princesa o cariño, aunque estuviera enojado o triste, algo no andaba bien.
-Sí. –respondió fríamente, seguido se levantó y empezó a empujar la silla de ruedas hacia la salida del patio, donde al fondo se veía una puerta que llevaba al basurero del hospital.
- ¿A dónde vamos? ¡Papá! –Grite y el dolor aumento una enfermera que estaba tratando con un paciente escucho mi bullicio.
- ¡Disculpe! ¡Señor! ¡¡SEÑOR!! ... ¡SEÑOR!
Escuche y me gire rápidamente, mi padre estaba mirando hacia el frente y sus ojos... –¡YA PAPA DETENTE! –Grité espantada y sentí que algo se desgarro en mi garganta.
Al gritar eso se detuvo y la enferma nos alcanzó, en un instante sus ojos volvieron a la normalidad.
- ¿Te encuentras bien? –Dijo la enferma y al verla más cerca era la que siempre estaba con la doctora Grisman.
-Sí, lo estoy. –conteste endeble y desvió la mirada a mi padre.
- ¿Qué trataba de hacer? Su hija no tiene permiso de salir de las instalaciones aun y lo sabe señor Moore. –Necesito que vaya a la recepción, yo llevare a su hija a la habitación.
Mi padre en todo ese lapso no respondido absolutamente nada, más bien se veía algo perdido, solo se giró y empezó a caminar.
La enfermera con pose de madre enojada se quedó viendo hasta que logro una distancia segura entre nosotros se posó delante de mí y siguió mirando a mi padre.
Mi garganta me dolía, pero lo bueno es que podía era hablar, débil y con algo de dolor.
-Gracias, no sé qué le pasó. –Comenté y traje algo de saliva al recordar sus ojos. –Te lo agradezco... -Hice una pausa y la miré. –Aún no se tu nombre. –comente algo apenada, en todo el tiempo que llevaba internada, no le había hablado y tomando en cuenta toda la ayuda que ella me había brindado me pareció feo.
-De nada señorita Moore, me llamo Micaela. –Comento y me dedico una sonrisa. -Te llevare a tu habitación o quieres quedarte aquí un rato más.