“¿Por qué demonios Lily tenía que dar a luz precisamente hoy?”
Es increíble.
Es toda una suerte para Jake el haber arreglado todo con Marshall ayer por la tarde, él es su jefe de estación. Pidió las vacaciones atrasadas en el trabajo para estar con Lily en el nacimiento de Amber. Podía tomarlas en cualquier momento, por lo que estaba esperando la fecha de parto, pero inesperadamente se ha adelantado la fecha. Ahora tiene un largo mes libre de responsabilidades laborales para disfrutar de la pequeña niña.
…
A punto de aterrizar en el helipuerto del hospital y el corazón del rescatista está por salir de su pecho. Aun no ha visto la pequeña y ya le tiene en sus manos.
—¡Jake! —dice Paul, el piloto— ¡Enhorabuena amigo! Lily y tú no sabrán lo que es tener paz en casa durante los próximos meses.
A medida que escucha esas cosas de sus compañeros con hijos, se va convenciendo cada vez más de que fue buena idea pedir las vacaciones.
—Paul amigo, Te debo una grande ¡Te veo luego! —se despide Jake mientras baja del helicóptero lo más rápido que puede.
Se dirige al ascensor a la velocidad del rayo y pulsa el botón que le deja llegar a la planta donde tienen a Lily. Intenta salir del ascensor cuando aún las puertas no abren del todo y sin poder evitarlo, se estrella aparatosamente con alguien que por poco tira al suelo. Una chica con uniforme negro. Jake hace un repaso rápido de ella para cerciorarse que no esté herida, va tan ansioso por seguir adelante que ni si quiera repara en su rostro cuando masculla una escueta disculpa y sigue apresurado su camino.
Se acerca al puesto de las enfermeras donde le informan el número de la habitación y también le regresan las cosas que la chica Helen dejo allí.
Al acercarse a la puerta de la habitación, se queda apoyado en el marco de la misma durante un momento, escuchando el llanto a todo pulmón de un bebé decidido a que todo el hospital le escuche. Es Amber. Tal vez disfrute llamando la atención de todos, como siempre le gusta hacerlo su madre.
—Por el amor de dios Lily —Jake grita desde su lugar en la puerta— ¿ya le has dicho que eres fanática de los Yankees[5] y por eso no para de llorar?
Como siempre, la chica pone los ojos en blanco cuando Jake hace un mal comentario sobre su equipo de béisbol favorito.
—Como si fueran mejor los Red Sox[6]. —contraataca la madre primeriza.
A Jake no le importa su comentario, pues siempre lo hace para tratar de hacerlo enojar. La ve tan débil, su tono de voz tan bajo en comparación a cómo debería ser. Por eso lo deja pasar. Y porque sencillamente él sabe que los Red Sox son mejor que los Yankees.
Él se embelese viendo cómo la nueva mamá, no sin esfuerzo, acerca el biberón a los pequeños y rosados labios de la bebé, quien siguiendo sus instintos lo coge al vuelo y succiona como si su vida dependiera de ello, que en efecto lo es. Se acerca a la cama para tener una mejor vista de ambas.
Es impresionantemente hermosa. Tan blanca, tan suave y pequeñita; apenas se le nota una pelusilla de cabello rubio tan claro como el de Lily. Mientras las mira, piensa en lo increíble que es poder embelesarse contemplando toda la belleza y la inocencia contenida en un ser tan pequeño. hace segundos que posó sus ojos sobre ella y ya quiere protegerla, mimarla y destruir el mundo entero por verla feliz si fuese necesario.
—¡Hola pequeñaja! ¿Me recuerdas? ¿Recuerdas esta voz? —le dice a la recién nacida a la vez que toma su diminuta manita entre los dedos.
—¿Crees que ella te olvidaría? —susurra Lily casi tan bajo que apenas puede oírla— Tu voz es horrible Jake. Creo que despertarías a todos los bebés de una habitación cantando como lo haces en la ducha.
—Menos a ti, lo he intentado. —replica el bombero.
Se siento a su lado en la cama y se acerca a ella para darle un beso en un lado de su cabeza. Con un tono más serio comienza a preguntar por lo sucedido— ¿te encuentras bien? ¿Qué ha pasado?
—Creo que excedí la cantidad de fresas con cremas que comí, o algunas estaban pasadas —inicia Lily su relato—, tenía mucho dolor así que decidí tomar un taxi a urgencias. Pero las de ganas vomitar y sacarlo todo pudieron conmigo, el taxista se percató y me dijo que no podía llevarme más de ahí.
—¿Qué dijo qué? —Jake aprieta su puño derecho en señal de enojo y frustración. Queriendo destrozar la mandíbula o las costillas del taxista si lo tuviera en frente.
—El muy idiota solo me dijo que el taxi no era de su propiedad y también que lo despedirían si llegaba oliendo a porquería —continúa la rubia—. Se detuvo en el arcén y me dejo allí.
Una rabia salida del mismísimo infierno se apodera de él. Los deseos de tener en frente al taxista para molerle a golpes aumentan conforme sigue el relato.
—Maldito Imbécil voy a matarlo. —Masculla Jake.
Lily se acerca más él haciendo una mueca de dolor. Jake se da cuenta y recarga todo el peso de la chica en su costado para confortarla.
—Parecía una maquina vomitiva Jake, me acerqué al callejón para que nadie me viera. Y ya no lo pude controlar —sigue contando Lily—. Sin darme cuenta ya estaba tirada en el suelo, me sentí débil y las piernas no me respondían. No sé cuántos minutos duré ahí tirada hasta que una mujer me encontró.