—La mesa quince espera servicio Chef.
Salomé es Maître en el restaurante Ricci desde antes de la llegada de Helen, al principio le jugaba bromas un tanto pesadas que a muchos en el lugar les molestaba. Sin embargo, el tiempo enseñó a la chef a lidiar con su personalidad peculiar. Luego, cuando fue ascendida a Chef principal, algunos le contaron que el novio de la chica había trabajado allí, pero fue despedido por robar la llave de la despensa y la bodega para hacerse con las provisiones y el licor. Y justo Helen cubrió esa vacante.
Ella pensó que con el tiempo acabarían las hostilidades. Y en cierto modo lo superaron. A pesar de lo dura que Salomé había sido con Helen, la chef comprendió sus motivos, eso sirvió para pasar página, no tomárselo como algo personal y aprender a trabajar bien juntas. ya que, como maître es su deber informarle al chef lo que ocurre en el área de los comensales. Y desde que Helen está al frente de la cocina su trabajo nunca la ha decepcionado.
Muchos en el equipo le dicen que tenga cuidado con ella, pero le sigue pareciendo algo un poco exagerado. No es que la chica no aprecie su preocupación, es sólo que el chisme no va con ella. Salomé no es una mala chica, solo necesita que le den una oportunidad.
—Sale plato principal para la mesa quince, Salomé. ¿Qué vino toman?
—Merlot[17], Chef. —Responde de modo automático y desapasionado.
—Rellena sus copas con Pinot Grigio[18], marida con el salmón, diles que va de parte del Chef, por la demora.
—Sí, Chef. —Y rápidamente sale al comedor detrás del mesero con la orden.
Hoy a Salomé se la ve un poco más cortante que de costumbre ¿qué mosca le habrá picado? —Piensa Helen.
Vuelve a su tarea de cocinar y supervisar cada estación de comida. Procurando siempre respetar el trabajo de cada integrante del equipo, pero también le gusta participar en el proceso de preparación además de ladrar ordenes como un dictador.
Al principio, se le hizo cuesta arriba, ya que no es nada fácil hacer que un grupo de diez personas haga las cosas como debe ser a tiempo. Pero no imposible, son un excelente equipo; incluyendo a Salomé.
Al culminar el servicio todos nos disponemos a limpiar y a aprovechar el momento de relajarnos y hablar de nuestros asuntos.
—Helen, hoy te vi llegar conduciendo un lindo auto —dice Frank desde su mesón de trabajo— ¿Así que ahora no requerirá los servicios de mi noble corcel?
Siempre que coinciden en horarios de salida él se ofrece llevarla a casa. Ambos se llevan excelente en el trabajo. Incluso a veces, lleva a su esposa Beth, quien espera gemelos. Por eso todos aprovechan de llenarla de postres y pastas hasta que dice que ya no puede respirar. En unos días será la fiesta de revelación sexo y todos los del restaurant están invitados.
—Así es, mi valiente caballero. He adquirido un carruaje nuevo de cuatro ruedas.
—Pisoteas mi honor, mi lady. —Le dice Frank con una mano en el pecho.
—De eso nada mi lord, sus servicios serán recordados con honores. —responde Helen con amabilidad haciendo una rápida reverencia.
En eso se escucha a Salomé murmurar entre dientes algo como: Esto es ridículo.
Si, definitivamente algo le ocurre...
—¿La arpía quiere hablar en voz alta? —Grita Janey. Que es una simpática mujer afroamericana, especialista en de postres y pastelería. Muy amorosa, con una personalidad maternal hacia todos los que están allí y es la más antigua en el restaurante.
—No sabía que las viejas chismosas podían ser también sordas. —Todos se quedan de piedra al oír la pesada respuesta de Salome, toma su bolso del área de casilleros, camina hacia la puerta lateral y se va dando un portazo. Dejando a todos en silencio.
Creo que no le agradas, Janey. —susurra Helen.
—Helen, a ella no le agrada nadie. Solo es hipócrita cuando necesita algo. — Janey se queja.
—No lo creo —Helen no puede evitar defenderla — la verdad es que últimamente me llevo mejor con ella, y no me ha pedido nada.
—Pues nadie quiere estar mal con la persona a cargo —agrega Rachel del personal de limpieza mientras friega suelo en la entrada al comedor.
—En todo caso esa sería Betty. —Corrige la chef.
A Frank le hace gracia el comentario y ríe por lo bajo sin poder disimularlo. Él poco interviene en ese tipo de conversaciones, pero hoy claramente tiene algo que decir.
—Puedes convencerte de eso linda, pero para nadie es un secreto que cuando un chef nuevo se hace cargo, en menos de lo que canta un gallo el personal comienza a ser cambiado uno a uno, hasta que quien está a cargo tiene el equipo perfecto.
—Eso es cierto chica —intervino de nuevo Janey— cada uno de los que estamos aquí, en algún momento, temió lo peor cuando ocupaste el puesto principal.
Lo que acaban de decir sus compañeros la dejan sorprendida, porque Helen nunca ha pensado sustituir a nadie.
—Chicos, ustedes son mi equipo soñado. ¿Por qué nunca me hicieron saber cómo se sentían?