Come, perro

IV

La noche siguiente, al entrar en su departamento, tuvo una sensación vaga que la incomodó. Diana sabía que alguno de los tres prófugos podía ser su antiguo marido. De pronto, su cuerpo tembló cuando su memoria olfativa trajo consigo el aroma del perfume de Samuel. El pasillo de la habitación, apenas iluminado, le atemorizó. Recordó que se encontraba sola, ya que la pequeña Ann estaría desde la noche del viernes en casa de sus abuelos maternos. Supo que algo muy malo pasaría si se encontraba de nuevo con su antiguo amante. Sin embargo, descorchó una botella de vino tinto y se sirvió una deliciosa copa. Recordó para sus adentros que sus temores eran infundados. Samuel no la había molestado desde hacía mucho tiempo.




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