¿cómo Arruinar Una Boda?

20.

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Claire
 


Te contaré un secreto.

De una mujer divorciada al mundo.

Nadie muere por un divorcio.

Sé que la gente suele pensar lo contrario, o imaginar un mar de dolor del cual es imposible salir, un ardor en la zona del pecho, y un poco como si te faltase el aire y un tanto más como que revuelvan todo lo que tienes por dentro.

Si, y sólo si, realmente se siente algo por esa persona, puede que sea así.

En mis zapatos, se sintió como si el mundo temblase, como si cada pare de mí se desmoronase, pero era una elección mía.

Yo elegí estar con él, con mi villano favorito.

Y tiempo después, decidí separarme de lo que se había convertido en mi oscuridad.

Sé que fui afortunada porque hay un gran número de mujeres que sufren a mano de sus conyuges y no hay forma de que se escapen de ese matrimonio. Hay mujeres que se ven marcadas física y mentalmente y no son capaces de huir, porque hay una amenaza de por medio, por no tener el dinero para pagar un abogado, y sé que debo estar agradecida porque cuando decidí dar vuelta atrás, lo hice.

Sé que hay mujeres que si mueren durante el proceso, pero no por dejar a otra persona, sino a manos de está persona.

Y con el tiempo he llegado a la conclusión de que:

A nadie le da un ataque cardíaco a menos que sea provocado.

A nadie se le  hincha el corazón hasta explotar, pero si se siente así.

En mi curioso caso, se sintio como estar en una balsa en medio del mar, pérdida, luego de que el barco que hicimos ardiese.

Como si los trocitos de mí, hubiesen sido desperdigados por el suelo.

No sabía como recogerme y volver a ser yo.

A veces todavía me pregunto si quedaron piezas sin recoger.

He aquí una de las razones que me hicieron dudar de dar ese paso con Adler: no estoy del todo completa y nadie merece a otra persona a la mitad.

—Qué hermosa escena —exclama un Dmitriv dando aplausos al aire como si estuviese en una obra, y dando una sonrisa fría—. Por un segundo pensé que eran Romeo y Julieta —Un escalofrío recorre mi espalda al recordar las palabras que utilizó mi ex esposo para describir la historia romántica cuando le pregunté.

Tontos, estúpidos y luego, muertos.

Una botella siendo descorchada emite un ligero plof mientras Demian parece compartir el pensamiento conmigo, los músculos de su espalda tensándose en respuesta a la amenaza.

—Lástima que ninguno de los dos vaya a morir —expresa Demian con fría lentitud y deslizando su mirada hasta acabar en el Ivanov—. No podría decir lo mismo de algunas personas que están aquí.

Directo y elegante. Demian.

Y aunque aquello suena como una amenaza general, sólo se dirige a una persona. Ellos lo saben. Dmitriv  también.

Lo detallo por algunos segundos, y las ganas de golpear su rostro bronceado se confunden con las ganas que tengo de abrazarlo, porque no pudimos sufrir el uno junto al otro, yo no se lo permití.

Y para ser sincera, aún ahora, me siento incapaz de demostrar demasiado en frente de él.

—No emitas amenazas que sabes que no cumplirás —Le sonríe Dmitriv con cada uno de sus dientes en una torcedura diabólica.

Esa sonrisa.

—Mis palabras tienen peso —Demian suspira con tranquilidad cerrando su traje con simpleza—. No hago promesas en vano.

El repartir de las cartas se escucha de fondo mientras ambos se observan, midiéndose, retándose, y burlándose del otro.

—Claire —dice.

Y una sola palabra de su boca es suficiente para que me tambalee.

Mi amor. Querida. Hago metatársis por dentro mientras mi mirada se cruza con la de él, y hay rencor, palabras nunca dichas, sentimientos pasados y cenizas, porque entre los dos no habrá nunca nada más, más que un paso que nos une, más que una vida perdida.

—Dmitriv —nombro con seguridad, sin demostrarle sentimientos, lo que lo hace observarme con curiosidad. Me doy un aplauso y una voltereta mental cuando escucho mi voz firme, sin titubeos aunque por dentro, las líneas de lo que he aprendido a demostrar se difuminan por su presencia.

Él me hacía sentir, pero no mas. Nunca más. Me prometí.

—Tenías un vestido blanco la última vez que te vi —señala con astucia y la voz recorre mi oído con familiaridad. Esa voz. No puedo quitarle la mirada de encima, porque es el pasado, pero no le demuestro más que frialdad, esto es un juego lo supe desde que entró, no puedo perder. Con movimientos graciles y programados se recuesta contra el bar.

—Gracias por eso —establezco y mis palabras están llenas de sinceridad. La última vez que nos vimos hubo olor a cenizas y un intento de fuego que no terminaría bien para ninguno.

Sigo sin demostrar mucha emoción por el encuentro y eso lo tiene analizando cada uno de mis movimientos, y a mí, intentando parecerme lo más posible a Lady Gaga.

Póker face.

—Siempre que lo necesites, querida —Guiña un ojo y Demian únicamente analiza. Mi interior reacciona a la palabra.

—Ya pelearon las gatas —establece Tygardeen moviendo sus manos como si dispersará la tensión haciendo que Maximilian oculte su risa en una tos.

Dmitriv guarda las manos en sus bolsillos.

—No he terminado —establece Ivanov y quiero llorar, porque una parte de mí rememora las partes bonitas, lo que no dolía y hacía reír, pero la otra se empeña en consumirlo todo con fuego. Fuego que se esparce en sus ojos—. Quiero saber si me extrañaste.

La sala se queda en silencio. Mis dientes se aprietan mientras siento un espacio de mi corazón agrietarse, porque no se lo haré saber.

—¿Por qué habría de extrañar algo que me hizo daño? —Contesto pero en algún momento las preguntas se arremolinan en mi cabeza aunque no las suelto ¿Por qué habría de querer aún a alguien que me hizo trizas? ¿Por qué habría de querer saber si está bien? Muestro mi mejor torcedura de superioridad—.
Lo que no me sirve, lo desecho.



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En el texto hay: risas, bodas, desastre

Editado: 28.12.2023

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