¿cómo Arruinar Una Boda?

31. Un cuento para el fantasma

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Claire
 


 

Al abrir mis ojos, estamos en tierra.
 


 

Levanto mis brazos y hago un leve estiramiento en conjunto a un bostezo. Al levantar la vista me encuentro con un Demian despeinado, observando su laptop con semblante de no haber dormido en todo el viaje, no se inmuta de que he despertado, lo que me da un espacio para detallarlo. Las venas marcadas de sus brazos. Sus cabello apuntando hacia todos lados y sus cejas fruncidas observando algo que le disgusta, lo sé porque muerde su labio, y aquello lo hace cuando no le agrada algo.
 


 

Justo ahora, estamos recargando gasolina y predomina un ambiente tranquilo en la cabina, no hay ningún ruido y suelto un suspiro tranquilo que se une al silencio.
 


 

Veo las estrellas brillar en el cielo en colores violetas y azul, lo que significa que en donde sea que estamos está anocheciendo, tengo algunas ligeras sospechas acerca de dónde podríamos estar.
 


 

Tal vez ya estamos en América, pienso.
 


 

Enderezo mi espalda y me separo del cómodo asiento sin poder evitar bostezar un poco, porque aún me siento cansada. Las pesadillas están allí apenas cierro mis ojos y ahora no puedo evitar reconsiderar la idea de usar pastillas para huir de mis sueños, de los recuerdos que cada vez que intento alejarme me persiguen con más fuerza.


Porque no hay lugar donde pueda esconderme si el pasado me está buscando pero con este viaje tal vez pueda tener algunos momentos de paz. Estiro mis piernas y devuelvo la mirada a Demian, quien sigue inmenso en su portátil mientras sostiene con la mano izquierda su celular contra su oreja.

—No, León, no la lleves a la mansión —Ordena él y su voz es familiar en mis oídos: fría y seria—. La quiero en un lugar lejano —Aprieta el celular entre sus dedos volviendo sus nudillos blancos con una respuesta que no alcanzo a escuchar—. Ocultala en la cabaña de la villa de mis padres 
—Sus cejas se fruncen con molestia—. Y que no se te escapé, porque no me molestaría tirar de los hilos para destruirte —amenaza y se ve condenadamenre sexi con las cejas fruncidas mientras habla con desagrado—. Me alegra que lo sepas. Te llamo cuando llegué a mi destino —avisa y cuelga.
 


 

Y al no tener nada que hacer, vuelvo a detallar a Demian. Veo desde sus jeans ajustados hasta la camisa de botones que deja un poco de su pecho a la vista. Hasta que algo atrapa mi atención, el pintalabios corrido cerca de su cuello y en su camisa.
 


 

—Ay Demian, realmente eres un puto —El comentario me sale de forma natural, y le echo la culpa a la somnolencia que tengo encima para soltar las palabras que hacen que suba la mirada de su portátil a mi rostro—. No pudiste aguantar que llegáramos a Cancún para tener una aventura —Meneo mi cabeza con desaprobación—. Espero que no haya sido en el avión. Contaminarías el aire con tus bacterias.
 


 

Demian me da una mirada larga, en dónde me analiza, antes de volver a concentrarse en el dispositivo.
 


 

—Fue aquí mismo en el asiento —rumia entre dientes y tuerzo mi rostro con desagrado. Me levanto de mi asiento con ganas de ir al baño y lo murmuro sin pensarlo demasiado.
 


 

—Facilote.
 


Él enreda su mano en mi muñeca antes de que sea capaz de irme, alzo una ceja en pregunta al ver que no pretende dejarme ir.

—No voy a serte fiel, Claire —informa como si yo no lo supiese desde el inicio.

—Nadie te ha pedido que lo seas —respondo con falsa tranquilidad mientras algo quema en mis entrañas y dejo salir una sonrisa falsa para él—. Déjame devolverte el favor, la próxima vez que desees tener una aventura, yo te conseguiré el hotel.

Lo veo apretar la mandíbula desde su lugar.

«Por más que pueda gustarme la porno en vivo, Demian —Paseo mis uñas por el borde del asiento—. Estoy segura de que hay mejores actores que tú.

Suelta un gruñido mientras me deshago de su mano con asco. Una vez dentro del baño, lavo mi rostro con agua fría, el maquillaje se va por el lavado, y mis ojeras me devuelven las mirada. Mi reflejo no es el mejor. Resoplo con cansancio mientras recuesto mi cabeza de la puerta del baño.

Cuando tomas una mala decisión a la cual no puedes dar vuelta atrás, sientes el peso de la culpa, de que pudiste haber hecho todo distinto y eso quiere acabar conmigo porque no me deshago de la culpa.

E intento pedazo a pedazo reconstruir mi máscara para salir y enfrentar al pelinegro.

Demian, quien se acostó seguramente con alguien, no es una persona de fiar. Podría serlo sino tuviese un ambición grande en su cabeza, ese deseo de poseer, y gobernar cada parte del territorio lo hacen alguien peligroso.

Su ambición será su perdición.

Y con el ojiverde, es siempre como estar danzando alrededor de minas, en espera de que alguno de los dos se rinda y baje la guardia.

Al salir del baño y dirigirme a mi puesto, descubro que tengo un hambre voraz que se manifiesta con un gruñido de mi estómago. Me siento en mi cómodo asiento y veo a Demian señalar con su cabeza una bolsa humeante.

—Desayuno —informa sin mirarme.

Tomo la bolsa y reviso la comida, la cual, para mí fortuna, no parece envenenada. Engullo los panes como si no hubiese comido en días y me oigo soltar un suspiro de aprobación, todo está caliente y delicioso. Como cuánto mi estómago me pide hasta que tengo la sospecha de que podría vomitar. Doblo la bolsa y limpio mi boca mientras le doy una mirada corta.

—Gracias, Demian —Su mirada se alza verde y brillante y asiente de manera lenta antes de volver a su computadora, lo cual también agradezco.

Está vez, soy yo, quien aprovechando que el avión está en una parada tomo mi celular. Veo que tengo varias llamadas de mis amigos y mensajes los cuales respondo con rapidez mientras echo ojeadas a la pista gris.



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En el texto hay: risas, bodas, desastre

Editado: 28.12.2023

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