¿cómo Arruinar Una Boda?

39. La pasarela


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Claire

—Deberíamos buscar a un exterminador —sugiero. El sudor corre por mi frente mientras sujeto un palo con mi mano.

Demian viste una camisa blanca arremangada hasta los codos, y me dirige una mirada cansada cuando hago la sugerencia. Luego de haber esperado la confirmación de que Tracy había llegado bien a su destino, conseguí dormir. No tuve ninguna pesadilla, y sin embargo, tengo la sensación de que debería haber dormido más y eso se debe tal vez a que fui levantada a las seis de las mañana.

Los rayos del sol apenas estaban saliendo y estaba consiguiendo dormir de no ser por el pelinegro, que me levantó para preguntar si no tenía el número de un exterminador de avispas de confianza.

Y por extraño que pareciese, no tenía ninguno.

Así que justo ahora, yo llevo uno de mis vestidos blancos, que llega hasta mi cintura para facilitarme la tarea de salir corriendo en caso de que las cosas salgan mal, y una máscara de esas que se suelen utilizar cuando corres. Demian tiene una escoba y luce como si hubiese corrido una maratón

—Podrían matarnos con uno de esos —responde simple. Y ruedo mis ojos.

—Estás siendo paranoico, querido
contesto mientras acerco uno de mis pies hacia arriba para sacar uno de mis tacones, repitiendo el proceso con el otro. Demian me lanza dagas.

—No sé si estás al tanto del número de personas que quieren matarnos, cariño —menciona con acidez como si estuviese leyendo el periódico.

El zumbido de las avispas que se encuentran en el jardín de la casa me distrae por un instante así que desvío mi mirada de nuevo hacia la esquina de nuestro jardín que tiene un panal para luego devolverla hacia Demian.

—Sé que voy a encabezar tu lista si sigues levantándome a está hora.

Y entonces, él sonríe.

—Tenías tiempo sin amenazarme —Hay un brillo divertido en sus ojos verdes mientras me observa y diría que resulta ser una escena encantadora de no ser porque de nuevo, debería estar durmiendo.

—¿Te pone que te amenacen? —le pregunto.

Ahora, el pelinegro luce encantado con el rumbo que ha tomado la conversación.

—Cuando eres tú, mucho —acepta determinado sin vergüenza dándome una mirada larga.

Trago saliva, negando con la cabeza.

—A mí me pone que me dejen de dormir.

Demian suelta una risa baja y yo me recargo de la pared del jardín observando el panal de avispas que parece el pelinegro no soporta. Hay decenas de ellas por todas, lo único agradable es que si no las molestas, ellas no te molestan pero Demian no las aguanta desde que una entro a la casa y perturbó su desayuno.

Ahora, estamos aquí sin una idea clara acerca de que hacer.

—Llamemos a un exterminador —repito por si consigo hacerlo cambiar de opinión.

Demian niega.

—Hoy no voy a morir —declara simple y bufo disgustada.

Al ver que no tiene pinta de cambiar de opinión, comienzo a buscar en Internet porque nunca he lidiado con una situación parecida. Hay cientos de resultados y me decanto por uno que requiere de papel, cinta adhesiva, gasolina y el palo, que afortunadamente tengo.

Le dirijo una muy mala mirada a Demian mientras busco cada una de las herramientas que necesito, la cinta adhesiva y el papel los encuentro fácil, la gasolina me toma más tiempo pero encuentro una de respuesto en la parte interna de la cochera. Ya lista, me devuelvo al lugar y veo a Demian ensimismado en su celular. Su espalda está recargada de la pared y los botones de su camisa abierta me permiten ver una porción de su pecho, incluso distraído tiene un aura demandante... demandantemente incapaz de llamar a un exterminador.

Sacudo mi cabeza y me centro en lo importante sujetar el papel al palo con la cinta y luego llenarlo de gasolina.

—Había una vez una Claire que no pudo concretar su tres horas de sueño —canturreo para mis adentros mientras busco una cerilla—. Había una vez una Claire con un bidón de gasolina y muchas ganas de asesinar a su esposo para quedarse con muchas islas y aeropuertos —tarareo alzando el palo y viendo mi hazaña que no se parece nada a la que estoy viendo en Internet pero cumple la misma función. Guardo mi celular en la casa. Hago fricción con la cerilla y el fuego parpadea—. Y entonces, incendió todo.

El extremo del palo correcto se enciende y suspiro mientras lo sujeto con ambas manos. Demian ahora me presta atención y guarda su teléfono en el bolsillo para ubicarse detrás de mí.

Tal como me indica el vídeo me acerco y comienzo a acercar el palo al panal de avispas, le doy un golpe y muchas avispas salen haciendo que mi espalda choque contra el pecho de Demian y sus manos me sostengan de los hombros para no trastabillar.

—Quítate si no vas a ayudar —chisto con los labios apretados.

—Te estoy apoyando moralmente —defiende él muy digno.

Ruedo mis ojos mientras vuelvo a arremeter y salen un montón más así que le doy un golpe final y todo cae haciendo que un enjambre de avispas exploté y no dudo al salir corriendo directo a la casa, Demian me sigue y cerramos las puertas de cristal antes de que puedan entrar.

Intercambiamos una mirada mientras el enjambre comienza a dispersarse, el palo en el suelo apagándose al no encontrar en dónde continuar ardiendo. Suspiro aliviada, no había contado con que tendría que apagar el fuego luego, el pelinegro flexiona sus brazos sonando sus hombros y se voltea, sonriendome ladinamente.

—Bueno, lo logramos —afirma con la cabeza—. Parece que lo que dicen del trabajo en equipo es cierto.

Imbécil.

Le dirijo una mirada que expresa todo menos amabilidad mientras voy rumbo de vuelta a mi cama. Lo escucho seguirme y me pregunto si este tormento llamado matrimonio algún día acabará.

Los días con Demian a veces parecen eternos ¿Será así toda nuestra vida? Sacudo mi cabeza al darme cuenta de que si respeta mis pocos horarios de sueños, yo podría soportarlo.



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En el texto hay: risas, bodas, desastre

Editado: 28.12.2023

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