¿cómo describir a Ethan White?

Madres

Scarlett abrió precipitadamente los ojos al sentir un golpe en su abdomen, bajo la vista y se encontró con el brazo de Ethan. Después de aquel fuerte golpe en la cabeza ambos habían regresado al apartamento del joven, ya que aún se sentía aturdido y anestesiado.

Scarlett observo la hora en la mesita de noche, habían pasado toda la madrugada en el hospital y todo el día durmiendo. Retiro el brazo de Ethan y volteo su mirada hacia él, podía notar un par de costuras alrededor de su oreja. Aún no podía creer que le hubiera roto un jarrón de vidrio en la cabeza, pero solo a él se le ocurre escabullirse en su apartamento a aquellas horas.

Sin darse cuenta recorrió el rostro del joven con la mirada, estaba segura de que él tenía más pecas que ella. Tal vez debería contarlas, pensó.

—¿Qué haces? —La voz ronca de Ethan ocasionó que perdiera la cuenta.

—Estaba contando tus pecas—El joven sonrío ante el comentario.

—¿Cuantas llevabas?

—Doce—Le respondió—Pero ya no se por cuál iba.

—Vuelve a empezar—Le respondió el joven cerrando sus ojos y Scarlett se concentró de nuevo en su conteo.

Ethan podía sentir los dedos de la joven tocando delicadamente su rostro, peca por peca.

—Tienes treinta y seis.

—Son muchas—Dijo el joven—Pero apuesto a que tú tienes más.

—Claro que no.

—Voy a contarlas—Dijo Ethan tratando de sentarse en la cama, pero en cuanto lo hizo todo dio vueltas y tuvo que volver a acostarse.

—¿Estas bien? —Le pregunto Scarlett preocupada.

—Sí, seguro son los efectos de la anestesia—Respondió tranquilamente—Ven aquí—Le dijo tomándola del brazo y jalándola hacia el—Acerca tu hermoso rostro pecoso.

La joven hizo lo que le dijo y Ethan se dedicó a contar cada una de sus pecas, ahora era ella la que podía sentir el toque delicado en su rostro.

—Tienes treinta y ocho—Le susurro Ethan, estaban tan cerca que Scarlett pudo sentir su respiración.

—No inventes—Le respondió la joven abriendo los ojos—Estas anestesiado, seguro contaste mal.

—No, tu eres la que se lleva el título de pecosa.

Scarlett sonrió, pero su sonrisa se apagó ante la mueca de dolor que hizo el joven.

—¿Que tienes?

—Creo que se están pasando los efectos de la anestesia—Scarlett se levantó de su lado y Ethan sintió como un frio recorría su cuerpo. —¿A dónde vas?

—A buscar las pastillas—Le respondió—El doctor dijo que tenías que tomarlas en cuanto empezaras a sentir dolor.

La pelirroja volvió con un vaso de agua y unas tabletas—¿Que vas a hacer mañana? —Pregunto mientras se los tendía.

—¿Mañana?

—Sí, es el día de la madre—Le dijo Scarlett obvia—¿Acaso lo olvidaste?

De repente el frío que sentía el joven se volvió aún más intenso, sí que lo había olvidado.

Scarlett pudo notar nuevamente una mueca de dolor, y la sensación de culpa recorrió su cuerpo, a final de cuentas ella era la causante de aquel dolor.

—De verdad lamento haberte pegado—Pronunció—Pero Ethan parecía perdido en sus pensamientos y solo le dedico una pequeña sonrisa.

—Sabes—Dijo de repente—Creo que voy a dormir un rato más

Y así fue, el joven le dio la espalda y cerró los ojos rogando que el efecto adormecedor de las pastillas actuara rápido, no quería pensar, no quería sentir.

La joven dedujo que simplemente estaba cansado y se fue a la cocina para prepararse algo de comer. Después de un rato se acostó en el sillón pensando que hacer, ya era muy tarde para volver a su apartamento y no quería dejar a Ethan solo y mal herido, así que se decidió por pasar la noche ahí.

A la mañana siguiente el joven se levantó un poco desubicado y se sorprendió al encontrarla acostada en su sillón ¿Porque paso la noche ahí? se preguntó. Tomó un respiro profundo y se forzó a poner su mejor sonrisa. Fue a despertarla, pero primero se quedó un largo rato mirándola dormir tan tranquilamente, ella también era su distracción.

Horas más tarde Scarlett había insistido en asegurarse de que el joven se encontrara en buen estado de salud antes de irse a pasar el día con su madre.

—Ya vete—Le dijo Ethan—Tu mamá te está esperando y yo también debo ir a visitar a la mía.

Scarlett había notado que algo cambio en el semblante del pecoso, se encontraba decaído y de nuevo actuaba extrañamente amable, sin embargo, lo atribuyo al medicamento y finalmente lo dejo solo y se dirigió a casa de su madre.

—Mi niña—Le dijo esta al verla entrar.

—Hola mamá—Le dijo abrazándola—Feliz día.

—Gracias—Le respondió tomando el regalo que su hija le tendió—No tenías que molestarte.

—Claro, solo no me hubieras dejado entrar—Dijo Scarlett con tono burlón.

La relación con su madre era bastante buena, después de que su padre las abandonara y vivieran años de angustias y dolor, ella había logrado salir a delante junto con sus dos hijas.

—¿Vanesa aún no llega?

—No, fueron a visitar a la madre de Jason—Aclaró—Vienen para la cena.

Su hermana se había casado hace un par de años con el mismo chico con el que salió toda su adolescencia. Ella, a diferencia de Scarlett, siempre había tenido aquella única relación estable y ahora estaban esperando a su primer hijo, eran la pareja perfecta.

La joven entró a la cocina y un delicioso aroma de comida hecha en casa le inundo las fosas nasales, se sentó en una de las sillas del desayunador y charló con su madre sobre temas al azar. La joven era feliz viviendo en aquella casa, pero se había mudado porque quería experimentar la vida de joven independiente.

Se encontraban charlando animadamente sobre la universidad cuando su celular sonó.

"Número Desconocido"

Extrañada contestó la llamada

—¿Hola?

—¿Hablo con Scarlett? —Respondió una voz femenina al otro lado de la línea.

—Si ¿En qué puedo ayudarte?




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