Como el Sol a la Luna

Uno: ¿Por qué querría un póster con la cara de Harry Styles?

Estoy segura de que el público ya está al tanto de mis pensamientos oscuros.
Pensamientos oscuros: yo llevando a mi antiguo profesor de lenguaje al Triángulo de las Bermudas.
Me ocurre todo el tiempo, siempre encuentro alguna que otra razón absurda para distraer a mi mente de un micrófono o de cuán apropiada es la ropa que llevo puesta.
Un reflector enorme casi me quema los ojos.
Me sonríen, una mueca demasiado amplia como para significar algo bueno. La chica se acomoda el cabello rubio y lo pasa por detrás de sus hombros con poca delicadeza.
Cuando se da cuenta de que las cámaras dejan de estar en mi dirección, sus ojos reflejan inquietud, aunque sus palabras son calmadas.
Me preparo para otra pregunta ridícula. "Han dicho que dejaste de ser talla veintiocho, Avy; ¿es eso cierto?" o "¿qué opinas de los rumores de un posible amorío entre tu novio y su agente?".
A lo que yo respondería, evitando su interrogación, "¿En serio siguen usando la palabra amorío?".
Escucho como la presentadora, que recuerdo se llama Kate, me susurra algo, una estrategia que dejó de pasar desapercibida para los espectadores, y ríe por lo bajo cuando asiento.
No tengo ni idea de lo que ha dicho.
Kate se dirige a Lev, y él le responde con un comentario desinteresado, haciendo ademanes raros con sus manos. La gente en las butacas silba a lo lejos, algunas chicas (y chicos) sueltan un resoplido que prácticamente indica que quieren que mi hermano se meta en su cama.
Cuando volteo a mirar a las cortinas violetas que esconden al grupo de producción, Liam hace un gesto de alivio (probablemente porque le presto atención) y señala su teléfono con un dedo. No me arriesgo a encoger los hombros, y que miles de personas se den cuenta de que no oigo cómo Lev y la muchacha que, en realidad se va a llevar a la cama, hablan de una casa de campo en el norte de la ciudad.
Mi hermano mayor empieza a relatar el pequeño viaje que hicieron la semana pasada, y habla, habla, habla.
Cuenta la manera en la que me rehusé a ir, porque tenía que estudiar para los exámenes finales, y lo responsable que soy cuando se trata de mis estudios.
Si tan solo supiera que fui a un club nocturno a dos horas de la capital con mis amigos.
Muy responsable.
Cuando esperan que diga algo, solo explico que tenía demasiadas cosas que hacer, y que además, no tenía muchas ganas de ir a donde el sol fuera. Alguien de la multitud me interrumpe, y grita algo que podría sonar como "issues".
—Ignóralo —la voz de mi hermano se hace presente en mi oído izquierdo.
Kate sonríe sin saber qué hacer, Lev convierte sus manos en puños y sus nudillos se tornan blancos, y yo respiro.
Yo solo existo.
Rio, pretendiendo que nada ha sucedido (porque de alguna forma fue así), y sigo hablando.
Lev habla. Muestra sus hoyuelos, ríe mirando hacia abajo, juega con sus manos.
Kate escucha. Mueve la cabeza de arriba a abajo, se deleita con sus palabras aunque no lo entiende en lo absoluto, toma un sorbo de agua.
Avyana existe. Avyana Arceo se mantiene quieta en el sillón, Avyana Arceo no tiene miedo.
Cuando las luces se atenúan y las cámaras se apagan, Lev salta de la silla y se levanta con perfecta coordinación para pasar un brazo por mis hombros.
—Tengo una sorpresa para ti.
Ay, no.
Si hay algo peor que la mostaza, son las sorpresas.
(Y que alguien haga sonidos irritantes con un lapicero).
Me quito de su abrazo rápidamente y lo observo con cautela.
—¿Qué has hecho?
Mi hermano finge estar ofendido. Camina, esperando a que lo siga (cosa que sí hago, porque él es el único que tiene un auto aquí) y me conduce hasta los estacionamientos del sótano. Es la única manera de salir sin ser fotografiados, y aunque Lev parezca idiota, lo es solo a medias.
—Espera, espera —comienzo a decirle—. Creo que Liam quería decirme algo.
—¿Liam? ¿Tu novio? —y tu mejor amigo.
—No es mi novio.
Solo lo besé una vez.
Cuando tenía once.
No oigo sus explicaciones terribles del porqué Liam es y siempre ha sido mi primer amor, y camino de vuelta al plató, donde el muchacho castaño semeja buscarme. Se acomoda las gafas con una mano, y sostiene un café y su celular en la otra.
Abre los ojos con fuerza cuando me ve y suspira.
—Tenemos un problema.
¿Otra vez?
A veces me gustaría que Liam dejase de actuar como mi asistente personal (algo que prefiero pensar que no tengo) y se limitara a ser el mejor amigo de Lev. Pero parece disfrutarlo, así que simplemente lo dejo ser.
Además de que no le pago (aunque sí le he ofrecido dinero, no me habló como por dos semanas), y estaré eternamente agradecida.
Eternamente.
Eterno es mucho tiempo.
Liam camina de un lado a otro, haciendo poco caso a la conversación poco profunda que mantiene Lev con Kate. Saca una revista de su maletín beige, y me entrega su café para que lo sostenga.
—¿Te acuerdas de Anton?
Que si me acuerdo de Anton.
Finjo un gesto de confusión, levantando las cejas y entrecerrando los ojos. Me veo tonta.
—Ya sabes —me dice, apartando una hebra de cabello marrón—. Alto, parece rubio, bronceado, me da unas vibes de alcohólico... el del papel ese del cirujano que al final resultó ser un traficante de órganos.
No le digo nada.
—Escribiste un poema sobre él en segundo.
—De hecho, era sobre ti.
—¿Avy?
—¿Sí?
—No soy estúpido.
Lo que sea.
No me doy cuenta de que balbuceo cualquier cosa hasta que Liam levanta su mano para detenerme. Me muestra la revista, pasando página por página, hasta que llega a una en concreto.
Son varias fotografías, todas mostrando a Anton (aunque solo se le ve a medias) entrando a una joyería en uno de los centros comerciales en la playa. Si bien apenas se le ve el rostro, se me cae el alma a los pies.
¿Porque está buenísimo?
No.
Sí.
No.

Me había esforzado demasiado por ignorar cada vez que Anton aparecía en los medios de comunicación, por apagar el televisor cuando escuchaba su voz...
Pero si han pasado nueve años.
No parece ser suficiente.
—Ya. ¿Qué hay con él?
—Ni siquiera has leído —declara. Resopla cuando no hago ningún intento de tomar la revista de nuevo, así que se obliga a contarme—. ¿Que no ves? Acaba de llegar a la ciudad.
Sí, bueno, eso ya estaba claro.
¿Cuál es el plan, Avy?
Confiar en que la ciudad es enorme y que no voy a tener la increíble suerte de toparme con el actorcito.
Va. Tengo una idea mejor.
Puedo chocarme casualmente con una agencia de viajes, comprar un boleto a Alemania (le diría a mis padres que fue obra del destino), conocer a un chico alto y que sepa cocinar por allá, casarme con él un sábado por la noche, regresar aquí para presumirle mi vida a Kate y a su maldito programa, ir de nuevo a Alemania, tener cinco hijos, hacer que tapen el rostro de cada uno de los menores cuando nos fotografíen, besar a mi esposo bajo la lluvia mientras escuchamos Take on me, jubilarme, y morir usando un vestido convenientemente precioso.
No me doy cuenta de que Liam me habla hasta que menciona el nombre de mi madre.
—...y tú sabes que mi tía lo adora, y pues me acaba de llamar, y me dijo que te diga que dejó un vestido plateado en tu apartamento, que se supone que vas a usar mañana...
—¿Qué?
Liam me mira como si estuviera loca.
—¿Me has estado escuchando? —exclama, atrayendo la atención de Lev, que no se decide entre acercarse o no. Kate lo toma del brazo y lo detiene.
—Sí. Más o menos. Definitivamente. ¿Qué decías sobre mi mamá?
Él no me mira cuando habla, toma su teléfono y teclea rápidamente, incluso me ignora cuando le digo que se le van a romper los dedos por hacer eso. Cuando gira el celular hacia mi sentido, un cuadrado negro con rayas doradas es lo primero que aparece.
Es una invitación en video.
No hicieron eso ni en mi cumpleaños.
El chico adelanta el clip hasta que todas las letras ya componen una oración. No se menciona el nombre de Anton en la pantalla, sino que se le menciona como "reunión en honor a un invitado especial". Me pregunto cuántos retweets tendrá esta cosa. O cuánto papel se habrá gastado mi madre enviando cartas.
Mamá amenaza frecuentemente con pasarme el teléfono mientras habla con la madrina de Anton (y con él mismo) porque no sabe nada. Mamá no tiene una idea de cómo es mi vida. Todo estaba bien. Todo estaba tan bien mientras la familia Leandros se quedaba en ese país rarito en Europa.
—¿Y Anton sabe de esto? —mis labios suenan tan acostumbrados a su nombre que da miedo.
Lev, que ya sabía que escuchaba todo, interviene. Le dice a Liam algo así como que ha arruinado su sorpresa.
Así que esa era su definición de sorpresa.
—Anton entiende a mi mamá. Él sabe lo importante que es para ella.
Casi rio.
—¿Una fiesta en su nombre?
Lev aprieta los dientes y me tira del codo, alejándome de Liam y Kate. Me lleva hasta una de las esquinas del escenario, justo adelante de las cortinas. Quiero decirle que yo también entiendo, que yo también quiero entender a mi madre. Mi hermano afloja el agarre, y me mira como pidiéndome perdón por haberme jalado de esa manera. No le digo nada.
—Avy, mamá no se ha movido de su cama en casi dos meses. De alguna manera, ver a Dánae y a Anton le emociona. Es como... si todo volviera a ser como antes.
Como antes.
Como cuando mis padres seguían casados, la casa no olía a alcohol u otras cosas, Lev tenía una relación estable, Anton y yo éramos prácticamente la misma persona...
—Es estúpido. Ella no se puede aferrar a algo que ya pasó.
Mi hermano mira a Liam hablar con Kate. Ella parece aturdida, y se ve como si quisiera llamar a alguien para que la salve. Kate le dice algo, a lo que Liam responde con las cejas alzadas y una expresión de terror en la cara. Ella lo observa como incitándolo a hacer algo, y él responde (gracias a mi habilidad tremenda para leer labios) que lo pensará.
Necesito chisme.
—¿Por favor? Solo será por una noche. Saludas a una o dos personas, le quitas la copa de champagne a mamá, participas en el brindis, y ya. Ni siquiera vas a tener que dirigirle la palabra.
—No quiero.
Lev resopla. Lleva una mano a su sien, como pensando en 1. qué hacer para convencerme (cosa que probablemente no sucederá) o 2. maneras de matarme y hacer que parezca un accidente. Las dos están demasiado cerca en cuanto a grados de depravación.
—Si aceptas, te conseguiré el merchandise de cualquier artista.
Buena jugada.
—No me sirve.
No me sirve: Si no me lo compras para mi cumpleaños, querido hermano, disolveré arsénico en tu comida.
—No tienes una idea de lo mal que me caes.
—Yo también te quiero.
Lev le hace un gesto a Liam que yo no logro captar, pero este desaparece con Kate, siguiendo a uno de los chicos que tiene botellas de agua en una bandeja. Ya está. Estoy segura de que mi hermano está planeando mi asesinato.
Él me entrega un frasquito de desmaquillante que saca de su maletín, y una esponja redonda y plana. Le agradezco mientras habla otra vez.
—Escucha. Nueva propuesta. Treinta minutos en la fiesta, te tomas una foto para el Instagram de mi mamá, y te escondes en tu habitación.
—¿Qué me das a cambio?
—¿Un póster con la cara de Harry Styles?
Siento el aire entrar en cada poro de mi rostro cuando termino de pasar el pañuelo. Me han maquillado como si fuera un payaso, aunque sé perfectamente que cuando vea la grabación del programa, parecerá que han hecho magia con mi cara. Más delgada, más bronceada, más sonriente.
—¿Por qué querría un póster con la cara de Harry Styles?
Por qué querría un póster con la cara de Harry Styles: Ya tengo uno guardado en mi clóset.
—Mira, no sé y tampoco me importa. Avy, no sé si no entiendes o si no quieres entender, pero eres una niña engreída que respira egoísmo.
No reacciono. No quito mis ojos del pañuelo blanco mientras se lo devuelvo, y levanto la cara para escuchar lo que dice después.
Mamá debería estar feliz. No debería tener ojeras u olor a taberna todo el tiempo. Debería estar cantando sus canciones favoritas de Queen en casa cada vez que no hay nadie que la vea, no debería estar deprimida por un tipo que le pidió perdón por engañarla más de una vez.
Mamá aceptaba sus disculpas. Siempre lo hacía, a pesar de los intentos que Lev y yo hacíamos para hacerla entrar en razón.
Muchas veces me pregunto si Lev me odia por ser hija del hombre que destruyó a mi madre.
Ahora, cada vez que voy a visitarla a casa, no hay rastro del vinilo de A Night At The Opera.
No tengo el descaro para decirle a mi hermano que se equivoca.




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